El desafío democrático de la comunicación
24/03/1997
- Opinión
Interpretar los cambios. He ahí uno de los desafíos permanentes
de las fuerzas sociales para poder gravitar de manera consistente
en la realidad. En los tiempos que corren esta exigencia se ha
tornado aún mayor por la velocidad e intensidad con que se están
produciendo los cambios a nivel planetario; situación que mucho
tiene que ver con la \"revolución tecnológica y científica\" que
está en curso desde hace aproximadamente dos décadas.
Un componente central de esta revolución son las innovaciones que
se han producido en el campo de la comunicación con el despliegue
de la microelectrónica y la configuración de máquinas
\"inteligentes\", las computadoras (que pueden realizar funciones
que se consideraban prerrogativas de la mente humana, como es
guardar, ordenar, clasificar y procesar datos), y su posterior
enlazamiento con las telecomunicaciones, que dio paso a las
llamadas autorutas de la información; todo lo cual ha
transformado el uso y transmisión de información.
La implementación de estas nuevas tecnologías se ha traducido,
entre otros aspectos, en la emergencia de un nuevo lenguaje (el
de las computadoras); en una panoplia de nuevos instrumentos y
aplicaciones; y en la configuración de un sistema planetario de
comunicación que puede operar indistintamente a través de
diversos canales (base del multimedia) y con capacidad de fundir
lo local con lo global de manera simultánea. Atributos que han
dado lugar a una redefinición de la noción de tiempo y distancia,
que se expresa en la configuración de una nueva realidad
espacio-temporal, el cyberespacio.
Como suele suceder con todos los avances de la ciencia y la
tecnología, el desarrollo de la comunicación ha seguido, y está
siguiendo, un curso en el cual los patrones impuestos por los
centros de poder han tenido un rol determinante. En las
circunstancias, ello hace que éste se presente de la mano de la
globalización (un proceso objetivo) pero con sello neoliberal
(una ideología), como causa y efecto a la vez. De ahí la
paradoja de que habiendo llegado la humanidad a contar con un
inédito potencial para comunicarse, nunca como ahora ha sido tan
grave el problema de la incomunicación.
En todo caso, el hecho es que con la mundialización las fronteras
llegaron a su límite, el planeta. Cuestiones que antes se
circunscribían al ámbito local o nacional, ahora trascienden las
fronteras, mientras los asuntos que han alcanzado pertinencia
globalmente se tornan ineludibles a nivel local. Es por eso que
la imagen de una \"aldea planetaria\" tiene viento en popa.
El reordenamiento social desde la comunicación
Las repercusiones que estas innovaciones tecnológicas han tenido
en las diversas esferas del convivir social son profundas y
están lejos de haber concluido. Como punto de partida está el
hecho de que en los procesos productivos el trabajo humano ha
tenido que ceder su preponderancia al factor tecnológico
sustentado estratégicamente en la información y el conocimiento.
Lo cual, a su vez, ha desatado nuevas lógicas organizativas no
solo en el ámbito de la producción sino de la sociedad toda (como
es conocido sociológicamente, las sociedades se organizan de
acuerdo a las pautas de cómo se organizan para producir),
teniendo de por medio al proceso de globalización.
Es así que ahora prácticamente en casi toda dinámica organizativa
se habla de descentralización, redes, participación, interacción,
transparencia, redefinición de jerarquías, etc., donde lo que
cuenta es que fluya información.
En la esfera política, cuando de por medio está la crisis de los
Estados nacionales y de las instituciones en las que se basaban
para dirimir los conflictos sociales, asistimos a un
redimensionamiento de tales espacios respecto de la \"opinión
pública\", en tanto expresión central de la \"sociedad civil\". No
es que el poder político ha dejado de ser tal, sino que las
reglas de juego para gravitar en él hoy pasan por los espacios
de opinión. De ahí que ahora manejar los códigos y técnicas de
la comunicación, se presenta como un prerrequisito para el
accionar político, lo cual, a su vez, termina por reforzar el
poder de los medios de difusión masiva.
Este desplazamiento se puede fácilmente apreciar en el hecho de
que cada vez cuentan más los movimientos de opinión que los
movimientos políticos (particularidad que se cruza con la crisis
de los partidos políticos), y por ende que el marketing, los
sondeos de opinión, el manejo de imagen, etc. resultan ser más
sustantivos que las cuestiones programáticas e ideológicas.
En este contexto, el tradicional poder de los medios se ha
reforzado de manera inédita, al punto que ahora se permiten no
solo actuar corporativamente con una agenda política y económica
propia, que establece lo que tiene pertinencia social o no, sin
pasar por consensos con los demás actores sociales; sino además
tener un protagonismo en la esfera pública, que de forma
recurrente se vuelve determinante (en los procesos electorales,
por ejemplo). Este poder discrecional, sin control social
alguno, se presenta en proporción directa al nivel de
concentración monopólica, que por lo demás también ha tendido a
incrementarse.
Bajo las actuales condiciones, una serie de roles de control
social que antes desempeñaban otras instituciones (iglesias,
escuelas, etc.) se ha desplazado a los medios. Cuanto más que
ante la propia fragmentación social que traen consigo las
políticas neoliberales, con el achicamiento del Estado mediante,
los medios de difusión se presentan en términos prácticos como
la única instancia \"articuladora\" de lo social. Situación que,
a su vez, redobla su poder de incidencia cultural, en cuyo plano
se han constituido en los puntales de la homogeneización y el
consumismo, aprovechando que tienen el privilegio de ingresar a
los propios núcleos familiares, sobre todo la TV, sin levantar
sospecha alguna en los momentos de descanso y distracción.
A la par de estos cambios, se han venido produciendo también
modificaciones al interior mismo de los procesos de comunicación,
vale decir, en el plano del lenguaje, de los códigos, de las
lecturas, etc. Lo cual, a su vez, ha repercutido en las propias
lógicas del conocimiento (impacto del audiovisual sobre lo
escrito, por ejemplo). Es más, los paradigmas de construcción
teórica en las ciencias sociales hoy registran una incidencia
directa de las teorías desarrolladas en el campo de la
comunicación.
La industria de los sentidos
Por el mismo hecho que la comunicación no solo que se ha
convertido en uno de los principales espacios donde se refleja
el mundo cambiante de nuestros días, sino que, a la vez,
constituye uno de los factores claves que alientan tales cambios,
hay quienes han optado por caracterizar a la sociedad
contemporánea como \"sociedad de la comunicación\".
Esta caracterización, entre otras razones, destaca que, por el
impacto que hoy tiene la información en todos los órdenes de la
vida social, la dimensión simbólica pesa cada vez más en el
comportamiento de las personas y en sus formas organizativas.
Esto es, que los individuos responden cada vez menos a las
experiencias directas y personales, cuanto que a las experiencias
mediadas o \"mediatizadas\" por la información, sea a través de los
medios de difusión o de su entorno inmediato.
De ahí la importancia creciente que tiene para las estructuras
de poder el control de la producción, acumulación y circulación
de los recursos simbólicos. Control que, a diferencia del
pasado, cuando de por medio está una realidad en la cual circulan
grandes volúmenes de información, no radica tanto en los
contenidos, sino en los códigos, que son los que dan sentido a
los mensajes.
Es precisamente en este plano que se han movido intensamente los
centros de poder tras la caída del Muro de Berlín, con sus
discursos sobre el \"fin de la historia\", el \"fin de las utopías\",
y acerca de que el neoliberalismo es la \"única\" concepción social
posible e \"inevitable\" para toda la humanidad.
De esta forma, el neoliberalismo, que fundamentalmente es una
ideología, ha podido presentarse negando precisamente su
condición ideológica. De ahí su eficacia, puesto que se trata
de un proyecto de dominación que tiene serias dificultades para
legitimarse por sí mismo, en razón de que uno de sus componentes
intrínsecos es la exclusión. Tan es así que cualquier
constatación empírica puede demostrar con facilidad que su
accionar le aleja cada vez más de los objetivos que pretende
alcanzar: la modernización y la democracia.
Las consecuencias de esta situación son múltiples, pero aquí lo
que interesa resaltar son dos aspectos. El uno, que por esa
incapacidad de legitimación el neoliberalismo se ve forzado a
\"ocultarse\" en el mundo simbólico. El otro, que para hacerlo se
ha atrincherado en lo que se ha dado en llamar \"la industria
cultural\", en la cual confluyen las diversas ramas de la
comunicación, y que con el desarrollo tecnológico registrado en
este campo ha pasado a convertirse en un sector de punta y
altamente rentable; todo lo cual se traduce en un cada vez mayor
incremento de la concentración monopólica de estos recursos.
Este fenómeno, sin embargo, no se reduce a las fusiones de
empresas que antes caminaban por andariveles hasta hace poco
diferenciados (información, entretenimiento, telefonía, etc.),
sino que tales fusiones repercuten también en la \"racionalidad\"
misma del desarrollo, formas y usos de las técnicas y tecnologías
de comunicación. Es así que con estos nuevos matrimonios
empresariales han comenzado a aparecer también neologismos muy
sugerentes, como advertorials (contracción de advertising y
editorials), infomercials (information y comercials),
infotainment (information y entertainment). Y con estas fusiones
y contracciones, los centros de poder pretenden imponer un
\"pensamiento único\": el del libre mercado. Como quien dice, la
\"McDonalización\" del pensamiento.
La democratización de la comunicación
Como producto de las luchas sociales registradas en lo que va del
siglo, hoy hasta los organismos multilaterales, aunque sea
demagógicamente, hablan de la redistribución de bienes
materiales; de cara a las nuevas realidades corresponde a los
movimientos sociales abrir el compás para luchar también por la
redistribución de los bienes simbólicos. Tal es en esencia la
lucha por la democratización de la comunicación.
De esta lucha va a depender que el potencial que ofrecen los
medios cada vez más sofisticados de comunicación no se torne en
patrimonio de quienes los controlan y manipulan, lo cual a la
postre puede repercutir en la implantación de \"fascismos
informatizados\", sino que contribuya al afianzamiento de la vida
democrática. Y como es universalmente reconocido, la fortaleza
de la democracia radica en la participación activa y consciente
de la ciudadanía en la toma de decisiones, para lo cual se torna
indispensable que ésta esté debidamente informada y pueda
expresar sus particulares puntos de vista a través de los
espacios y medios con que cuenta una sociedad.
Siendo que la comunicación es un proceso social fundamental, es
un imperativo democrático que prevalezca el principio de
igualdad, en todos los niveles, entre quienes intervienen en tal
proceso. Más aún cuando los medios y sistemas de comunicación
constituyen factores gravitantes en la formación de sujetos
sociales y culturales. Es por esto que esta responsabilidad
social no puede subordinarse a los criterios empresariales de
quienes controlan tales recursos.
Una de las conquistas más importantes de la humanidad en este
presente siglo es la consagración universal de los derechos
humanos, en tanto expresan una evolución en la defensa de la
dignidad de las personas. Derechos que, en suma, buscan
garantizar la satisfacción de necesidades humanas materiales y
no materiales y una participación equitativa en la producción y
la distribución de los recursos, a partir de principios básicos
como son la dignidad, la libertad, la justicia, la solidaridad,
la participación y la paz. Hacer realidad estos principios en
el plano de la comunicación se presenta como uno de los retos
claves que tenemos, desde una perspectiva democrática, para
encarar el milenio que se aproxima.
* Osvaldo León Trujillo, comunicólogo ecuatoriano, es director
de información de ALAI.
https://www.alainet.org/de/node/104446?language=en
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