Hablamos mucho de desechos orgánicos, químicos, etc. y también de la importancia del reciclaje, pues en la naturaleza, como ya observó Lavoisier, nada se pierde, todo se transforma. Quiero llamar la atención sobre el desecho que corroe el alma: ciertos programas de la televisión abierta. Cuando yo era adolescente y me dirigía al Centro de Belo Horizonte, mi padre me recomendaba no pasar por ciertas calles, donde estaba la zona bohemia. ¿Cómo decirle eso hoy a su hijo? A él le basta con apretar un botón y ya tiene instalado el burdel en el cuarto o en la sala. Pornografía y violencia: ésas son las fórmulas hipnotizadoras del entretenimiento. Cultura es todo aquello que engrandece el espíritu y la conciencia. Crea discernimiento y sirve de antídoto al consumismo. Por eso, la televisión abierta prefiere emitir entretenimiento, que seduce los sentidos y no acrecienta en nada la subjetividad. El domingo, pues, es el Día Nacional de la Imbecilización General. Y lo peor es que nos avisan: "¡Salte de abajo!" Y la gente no sale. "¡Cuidado, alta tensión!" Y la gente queda pegada en la red. Y el lunes andamos todos con resaca espiritual. Urge promover una campaña nacional de despolución televisiva. Una encuesta de la UNICEF divulgada en mayo del 2002 reveló que los jóvenes brasileños pasan casi 4 horas al día ante la televisión. ¡Casi dos meses por año! ¿Y qué valores asimila, qué espíritu crítico, qué paradigmas, qué educación de la subjetividad? Es hora de que la sociedad civil intervenga en la calidad de la programación televisiva, comenzando por presionar a las empresas patrocinadoras. Poco adelantan nuestros esfuerzos para formar ciudadanos si la televisión abierta sólo quiere oír hablar de formar consumidores. La basura en el alma contamina y es capaz de imbecilizar a toda una nación. (Traducción de José Luis Burguet)