Yo soy Guatemala"
28/05/2003
- Opinión
"Yo soy Guatemala." Ese es el lema político que el ex-General,
ex-dictador y actual Presidente del Congreso de Guatemala José
Efraín Ríos Montt está empleando en la campaña política en
curso y que habrá de concluir en elecciones generales de
noviembre de 2003. Este lema expresa una contradicción
profunda, no sólo en la figura del antiguo dictador de
seguridad nacional, sino también de los sectores y segmentos
de la sociedad guatemalteca que respaldan la retórica, las
acciones y los proyectos del Sr. Ríos Montt.
El Sr. Ríos Montt es un hombre de trayectoria militar,
caudillista, golpista y oligárquica. Este tipo de figura,
declaró a la prensa recientemente el jefe de la bancada
eferregista en el Congreso, Arístides Crespo, "ha sido
candidato desde su nacimiento." De acuerdo a esta lógica,
entonces, el ahora oficialmente proclamado candidato
eferregista ha estado predestinado a ocupar la primera
magistratura desde su nacimiento, algo así como por "voluntad
divina" y esta predestinación política implica,
consecuentemente, que Guatemala estaría igualmente
predestinada a darse a sí misma una cabeza presidencial con
trayectoria militar, dictatorial y genocida. Por lo tanto, si
el Sr. Ríos Montt es Guatemala, entonces Guatemala es
militarista, dictatorial y genocida. De ese modo, entonces,
Guatemala está sujeta a un ciclo de suicidios sociales,
culturales y políticos. Porque eso es, efectivamente, lo que
resultaría de la elección del Sr. Ríos Montt como presidente
de la república.
La gente que argumenta en favor de la predestinación política
del Sr. Ríos Montt también argumenta, por lógica, a favor de
la futilidad de una transición democrática en Guatemala
entendida en términos radicalmente post-metafísicos. Si se
considera a la transición democrática como algo pasajero, como
algo meramente contingente comparado con la teológica y supra-
histórica predestinación política del Sr. Ríos Montt, no debe
sorprender que, si se las acepta de alguna manera, las
instituciones democráticas surgidas a partir de 1985 y 1996
sólo cobran sentido real si son vistas como un vehículo
destinado a facilitar el ascenso político del ex-dictador de
seguridad nacional. Solo de ese modo es comprensible tanto
esfuerzo del FRG para inscribir oficialmente a su candidato y
hacerlo llegar a la presidencia a pesar de que las
instituciones democráticas de la república se le impiden sin
ninguna ambigüedad o contradicción. Solo si se entiende a la
figura del Sr. Ríos Montt como dotada de una dispensación
divina especial, de una gracia conferida sobre la base de
obras cuyo significado trasciende las pasiones políticas de
nosotros los meros mortales y de sus victimas durante el
conflicto armado, es que podemos entender cómo su destino
político no depende y no puede depender para nada de los
procesos democráticos de formación de la opinión y la voluntad
políticas.
Y si no queda de otra más que someter a la figura del Sr.
Ríos Montt a los vaivenes ruidosos e impredecibles de un
proceso electoral como el que ahora está en curso, ello habría
de darse solo bajo el entendido de que dicho proceso tiene un
carácter plebiscitario. Tal y como el caudillo fue proclamado
candidato presidencial por su partido a fines de mayo de 2003,
sobre la base de un liderazgo perpetuo, único, indisputado y
basado en un carisma populista, en roscas políticas y
relaciones clientelares, así también se entiende su elección a
la presidencia. Solo de este modo crudo y simplista es
posible entender el argumento de la predestinación política
del Sr. Ríos Montt con el reclamo de que se lo debe dejar
participar como candidato presidencial en la actual carrera
electoral y de que sus rivales políticos "ya tiemblan de
miedo." Es precisamente por su carácter mesiánico y
supuestamente predestinado que los eferregistas hablan del
"temor" que todo mundo le tiene al ex-General en las actuales
circunstancias políticas de la república.
Sin embargo, los impedimentos a la candidatura del Sr. Montt
no están de ningún modo basados en el temor a su participación
o en el temor ciego a su supuesta predestinación mesiánica.
Al contrario, dichos impedimentos están basados en argumentos
muy sólidos tanto de carácter histórico como jurídico y, en
última instancia, moral. Lo histórico está, en el momento
presente, documentado de manera irrefutable tanto en el
reporte REHMI como en el reporte de la Comisión de
Esclarecimiento Histórico (CEH). Los hechos desgraciadamente
históricos consignados en estos reportes registran que durante
los años que por medio de la fuerza el Sr. Ríos Montt ocupó
la jefatura de Estado:
- Intentó silenciar por completo todas las noticias referidas
a violencia política (Decreto 9-82);
- Emitió un decreto de amnistía para delitos políticos;
- Impuso el estado de sitio (Decreto 44-82);
- Amplió y profundizó la militarización del país por medio de
la integración de zonas y destacamentos militares incluyendo a
ex-soldados originarios del lugar;
- Lanzó el Plan de Campaña Victoria 82 contra frentes
guerrilleros del noroccidente y norte del país. Esta fue una
ofensiva sin cuarteles contra la población civil que provocó
decenas de miles de víctimas, enormes desplazamientos de
población en el interior y hacia fuera del país. La ofensiva
militar fue brutal y totalizante, sin misericordia alguna
hacia la población civil inocente y desprotegida; todas las
masacres asociadas con ésta y otras ofensivas militares
tuvieron un carácter bien planificado y estuvieron - de
acuerdo al trabajo de Myrna Mack - marcadas por criterios que
emanaban de la presidencia de la república, es decir,
directamente del Sr. Ríos Montt;
- Inició la "campaña de tierra arrasada" por todo el altiplano
que resultó en cientos de masacres y destrucción de aldeas; -
Creó las Patrullas de Auto-Defensa Civil (PAC);
- Impuso instituciones no electas como el Consejo de Estado;
- Implantó los Tribunales de Fuero Especial, en contra de
todos los principios nacionales e internacionales del debido
proceso, para juzgar y condenar a la oposición armada;
- Fomentó la expansión de las maquiladoras;
- Impuso el Impuesto sobre el Valor Agregado, al 10%, que
entró en vigencia el julio de 1983 al mismo tiempo que,
satisfaciendo demandas del FMI y el sector empresarial, redujo
el Impuesto sobre la Renta y los impuestos a la exportación.
Como es de todo mundo sabido, el Sr. Ríos Montt llegó al
poder ilegítimamente, como un caudillo militar golpista
esgrimiendo tantos las banderas del anticomunismo de seguridad
nacional como de limpieza moral. El hecho de que él haya
llegado a la jefatura de Estado supuestamente "invitado" por
la oficialidad joven es total y completamente irrelevante para
los efectos históricos, jurídicos y morales de su
responsabilidad personal y profesional. El record de su
período como Jefe de Estado es ciertamente macabro y grotesco,
una contradicción que mezcló sermones dominicales de amor y
salvación divina con acciones militares cotidianas de terror,
represión y tierra arrasada. Esto es históricamente
inolvidable e imposible de perdonar sin justicia debida y
castigo adecuado. Y esto debe darse ahora, aquí, en la
Tierra.
Desde el punto de vista jurídico, el lenguaje constitucional
que le impide participar en elecciones es claro no solo en su
sentido legal sino también gramático. En efecto, el Artículo
186, Sección A, de la Constitución Política vigente habla de
impedimentos eleccionarios para caudillos, jefes de un golpe
de Estado, jefes de una revolución armada o movimiento similar
"que haya alterado el orden constitucional." Los redactores de
este artículo constitucional le dieron a los verbos haber y
alterar la forma compuesta del perfecto del subjuntivo para
indicar, precisamente, el carácter de una acción que tuvo
lugar en el pasado pero que ella misma o sus efectos continúen
en el presente. De no ser así, es decir, si los
constitucionalistas hubiera querido que dicha cláusula no
tuviera carácter retroactivo, como arguye el Sr. Ríos Montt y
sus seguidores, entonces hubieran escogido una forma
gramatical distinta que hubiera prescindido del verbo auxiliar
haber conjugado con el verbo alterar en la forma del perfecto
del subjuntivo. La cláusula tendría que leer simplemente:
"que altere el orden constitucional."
Pero aparte de las cuestiones gramaticales del texto
constitucional están los fundamentos normativos de
jurisprudencia que impiden la participación electoral del Sr.
Ríos Montt. En por lo menos dos ocasiones, durante las
elecciones de 1990 y 1995, tanto el Tribunal Supremo Electoral
como la Corte Suprema de Justicia, así como la Corte de
Constitucionalidad, han establecido sin lugar a dudas que el
Sr. Ríos Montt está sujeto a principios jurídicos que, en
materia de elegibilidad, han regido el orden legal
guatemalteco antes y, más aún, durante la transición
democrática en Guatemala. Pero ante la insistencia del Sr.
Ríos Montt y sus seguidores de que no tienen impedimentos
legales para participar en las próximas elecciones generales,
vale la pena recordar los razonamientos desarrollados por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (Informe No. 30/93,
Caso 10.804, 12 de octubre de 1993), en respuesta a los
argumentos del Sr. Ríos Montt. Estos pueden resumirse del
siguiente modo:
- ¿Es consistente la legislación internacional con la
condición de inelegibilidad permanente que establece la
Constitución de Guatemala en su artículo 186 respecto a los
jefes de movimientos políticos que rompen el orden
constitucional o asumen la Jefatura del Estado a raíz de los
mismos?
Tomando en cuenta la Convención Interamericana de Derechos
Humanos en su conjunto y en sus relaciones con otros
instrumentos principales del sistema interamericano, tomando
también en cuenta el contexto del derecho constitucional
guatemalteco e internacional y, finalmente, tomando en cuenta
las circunstancias jurídicas que constituyen y rodean la
decisión de instituciones centrales del Estado de no aceptar
la candidatura del señor Ríos Montt, la respuesta de la CIDH
es positiva. Hay que recordar, también, que las decisiones
pasadas de la Corte Suprema de Justicia de Guatemala en cuanto
a la inelegibilidad al cargo presidencial del Sr. Ríos Montt
reconocen la primacía que la propia Constitución de Guatemala
otorga a la Convención Americana sobre Derechos Humanos dentro
del ordenamiento jurídico doméstico.
- En cuanto al argumento del Sr. Ríos Montt de que, al
momento del Golpe de Estado de 1982 y la suspensión de la
Constitución de 1965 Guatemala se encontraba en algo así como
un vacío legal, la CIDH ha opinado que la misma condición de
inelegibilidad para quienes lideran movimientos o gobiernos de
ruptura del orden constitucional que apareció en la
Constitución de 1985 ya había aparecido en las sucesivas
Constituciones de Guatemala desde principios de este siglo y
había sido mantenida por distintas reformas a las mismas. En
materia de precedente constitucional, entonces, no hay vacío
legal sino una jurisprudencia democrática clara. "Queda así
establecido - nos dice la CIDH - que esta condición de
inelegibilidad establecida por el artículo 186 de la
Constitución de Guatemala es una norma constitucional
consuetudinaria de firme tradición en la región
centroamericana."
- Y, aparte de ser jurisprudencia local, estos principios - a
veces incluso redactados de la misma manera - son parte de
otras Constituciones de varios países centroamericanos como
Honduras y Nicaragua y tratados regionales como el Tratado
General de Paz y Amistad celebrado entre los Gobiernos de las
Repúblicas de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y
Costa Rica en 1923 por el cual las Partes Contratantes se
obligaban a no reconocer a gobiernos de ninguna de las cinco
repúblicas que surgieran por golpe de estado o si alguna de
las altas autoridades electas hubieran sido "jefe o uno de los
jefes del golpe de estado o de la revolución,... sus
consanguíneos, o quienes hubieran tenido alto mando militar
inmediatamente antes o durante las mismas". Establecía
también dicho tratado el compromiso de incluir en sus
Constituciones el principio de no-reelección.
- De acuerdo a la CIDH, la razón de ser de estos principios no
es para impedir la elección de rivales políticos a altos
cargos públicos, aunque esto quizás haya sido parte de la
tradición. Mucho más importante que ello era el hecho de
inhabilitar líderes golpistas para altas magistraturas y
proveer para la no reelección por considerarse estos
principios jurídicos como necesarios para una relación
internacional pacifica y de defensa común y para la
consolidación democrática de la región.
- El Sr. Ríos Montt también ha argumentado que negarle la
participación en elecciones presidenciales constituye un acto
de discriminación en su contra y también en contra de sus
simpatizantes que es contrario no sólo al artículo 23,
Derechos Políticos, de la Convención Americana, sino a los
principios generales de la misma y también a principios
contenidos en la Ley de Registro Electoral y en la
Constitución Política de Guatemala en materia de derechos
civiles. La CIDH ha respondido a este argumento de tres
modos.
Primero, que incluso en casos de presidentes
constitucionalmente electos, la legislación comparada
constitucional de la región demuestra que ha habido
preferencia por su inelegibilidad ya sea por períodos
determinados o de por vida. Este principio ha sido adoptado
de manera mas enfática en casos de nepotismo, el conflicto de
intereses (contratistas del Estado, etc.), condición de
miembro de órdenes religiosas, de otros poderes o servicios
del Estado (magistrados judiciales y militares activos, etc.)
y, más claramente, en caso de golpistas.
Segundo, "que si bien es efectivamente posible hipotéticamente
que una restricción de este tipo impida la plena defensa
personal de un miembro de una planilla y puede llegar a
cercenar derechos reconocidos por la Convención, ello no
ocurre en el caso del recurrente. Ello se debe a que las
numerosas reclamaciones administrativas y judiciales
realizadas por los partidos que lo postularon como Presidente,
así como las personales del candidato, presentan la misma
argumentación y se basan en los mismos hechos." La CIDH ha
concluido que "en el caso particular en examen no se
restringió la capacidad de defensa efectiva del candidato, ni
le produjo un daño o deterioro a su derecho."
Finalmente, que la inelegibilidad del Sr. Ríos Montt surge
precisamente de "un acto de Asamblea Constituyente elegida por
votación democrática en la que el pueblo guatemalteco decidió
a través de sus representantes constituyentes que era
necesario mantener dicha causal, ya existente en la historia
constitucional guatemalteca y aún más, hacerla permanente."
Lejos de representar un principio constitucional incluido en
la Constitución de 1985 con dedicatoria especial, los
principios contenidos en el Artículo 186 están allí,
precisamente, para hacer efectivo el funcionamiento
constitucional de la transición democrática guatemalteca y, de
manera más concreta, para defender la integridad de los
derechos de sus ciudadanos.
- ¿Y qué de la amnistía que benefició al señor Ríos Montt en
1986 y su capacidad de derogar los efectos de la cláusula de
inelegibilidad establecida en la Constitución de 1985?
La CIDH ha reconocido que ya la Corte Suprema de Justicia y la
de Constitucionalidad de Guatemala han establecido claramente
que dicha amnistía se refiere a posibles delitos cometidos por
los beneficiados, pero no a la condición del señor Ríos Montt
en tanto Jefe de Estado surgido impuesto por un movimiento
militar. Estos principios también tienen precedente en la
región e, incluso, en el mundo anglosajón.
Estas deliberaciones constituyen el basamento jurídico que, en
definitiva, establecen la inelegibilidad del Sr. Ríos Montt
en elecciones pasadas así como también en las futuras. Estos
principios y las instituciones democráticas que los han
defendido en Guatemala son parte de la arquitectura central
del sistema democrático que, contra viento y marea, está
lentamente instaurándose en Guatemala. Gracias al accionar de
estas instituciones, por ejemplo, el sistema incipientemente
democrático de Guatemala fue restaurado después del Serranazo
de 1992.
Sin embargo, los argumentos del Sr. Ríos Montt contradicen
los principios jurídicos arriba señalados, las instituciones
democráticas de la transición guatemalteca y la ley
internacional en materia de derechos humanos. Así, cuando el
ex-dictador dice "Yo soy Guatemala" el también está diciendo
que los principios jurídicos y la institucionalidad
democrática no representan a Guatemala, que él está por encima
de dicha institucionalidad y de la ley internacional tal y
como era la situación cuando fue Jefe de Estado en 1982-83.
En el presente guatemalteco, no hay diferencia alguna entre el
comportamiento del Sr. Ríos Montt y el comportamiento de
todos los diputados del FRG - más de treinta y contando -
involucrados en actos profundos de corrupción en todas las
instituciones del Estado: todos ellos apelan en común a la
excepcionalidad de sus actos, a lo inadecuado de las
instituciones y a lo equivocado de sus críticos nacionales e
internacionales.
Es absolutamente correcto argumentar, por lo tanto, que la
inscripción del Sr. Ríos Montt como candidato presidencial
oficial de un partido político, sin mencionar su posible
elección a la presidencia de la república, implicaría el
término de la transición misma tal y como ésta ha venido
dándose, mal que bien, desde el inicio de gobiernos civiles
electos en 1986 y, sobre todo, desde la firma de los acuerdos
de paz en 1996. Dicha elección confirmaría el escenario más
escalofriante que emergió de la recién pasada reunión del
Grupo Consultivo, es decir, un escenario en donde no sólo se
visualiza el estancamiento y la corrupción del proceso de paz
sino que, peor aún, la república entera se movería de vuelta
al pasado autoritario, intolerante y excluyente.
Contrario a todo lo que oportunistamente suele afirmar el
ahora candidato presidencial, el Sr. Ríos Montt encarna un
símbolo que en todas sus posibles interpretaciones va en
contra de los acuerdos de paz. Desde su libertad misma hasta
su retórica electoral mesiánica, no cabe la menor duda de que
la expresión más usada del caudillo, a saber "Yo soy
Guatemala", implica "Yo no estoy a favor de los acuerdos de
paz y estoy en total desacuerdo con las conclusiones de la
Comisión de Esclarecimiento Histórico." Esto último significa,
simplemente, "yo estoy en contra de la justicia" tal y como
ésta es definida por el derecho nacional e internacional y a
favor de perpetuar la impunidad. "Yo soy Guatemala"
significa, en definitiva, que Guatemala y la posibilidad de
una cultura y políticas democráticas son fundamentalmente
incompatibles. Esto último significa que la república está en
peligro serio de interrumpir, de manera sustancial y quizás
irreparable, su proceso democrático en la medida en la cual el
espíritu mesiánico, caudillista y de impunidad que guía al
líder eferregista y sus seguidores logren imponer los términos
del debate electoral y, peor aún, manipular las instituciones
de la transición a fin de instaurar una figura explícitamente
autoritaria.
La razón de todo esto es simple. El refuerzo lento del
imperio de la justicia y la ley en la transición guatemalteca
representa una amenaza directa contra la libertad del Sr.
Ríos Montt, contra lo que él representa en el momento
histórico presente y contra la supervivencia de esas
tendencias dictatoriales que todavía inspiran a sectores
importantes de la sociedad aglutinados alrededor de figuras
caudillistas como la del Sr. Ríos Montt. En cuanto a la
libertad de que injustamente disfruta el Sr. Ríos Montt, la
misma se encuentra actualmente bajo un renovado escrutinio
legal en España debido a la falta de voluntad política y a las
debilidades y contradicciones de la transición democrática en
Guatemala que no permiten o no quieren enjuiciar todavía al
antiguo general en territorio guatemalteco.
Sin importar lo que pase en España, lo cierto del caso es que
el Sr. Ríos Montt todavía tiene que responder en Guatemala
por crímenes de lesa humanidad cometidos, directa e
indirectamente bajo sus órdenes, pero incuestionablemente bajo
de su autoridad, durante los años 1982 y 1983. La popularidad
del ex-caudillo militar de seguridad nacional, incluso al
interior de comunidades rurales que sufrieron grandemente bajo
su dictadura, no niega los hechos grotescos que día a día, en
forma de osamentas, se desentierran en varios lugares de la
república y mantienen viva la memoria y abiertas la heridas
dejadas por las masacres, desapariciones y prácticas de tierra
arrasada que de forma rutinaria e impune se practicaron bajo
el régimen del Sr. Ríos Montt.
No cabe la menor duda que mucha de la gente que circula
alrededor del Sr. Ríos Montt, desde el Presidente de la
República mismo hasta miembros de base del Frente Republicano
Guatemalteco (FRG), ven en la figura del caudillo una figura
de unidad, de autoridad, de rectitud e integrad y hasta de
"cambio." No hay duda que la figura autoritaria del posible
candidato eferregista evoca memorias de una pasado idílico,
percibido en algunos círculos sociales como de una "belle
époque" de orden y tranquilidad que supuestamente precedió a
la época caótica, de crimen generalizado, de corrupción
gubernamental y de "ingobernabilidad" que hoy azota a la
república desde Livingston hasta Ciudad Tecún Uman y desde
Melchor de Mencos hasta Puerto Quetzal. Aunque dicho pasado
nunca haya existido y represente una construcción ideológica
con trasfondo reaccionario en tiempo de crisis cultural y
política, el antiguo general se ha preparado a sí mismo, y ha
ido siendo cuidadosamente preparado por los ingenieros
políticos a su servicio, precisamente para encarnar la utopía
de una Guatemala distinta, es decir, la Guatemala cuyas raíces
se encuentran en el pasado autoritario. Sólo en este sentido
es posible entender la idea anacrónistica de que el ex-general
ha estado predestinado, desde su nacimiento, para gobernar al
país. Solo así es posible entender también el oxímoro de que
el Sr. Ríos Montt representa el "cambio."
¿Significa esto que los/as seguidores/as del político
eferregista no entienden lo que significa la encarnación anti-
democrática del ex-caudillo y ex-dictador? Desde luego que no.
La trayectoria del ex-dictador durante los años ochentas,
desde la fundación de su partido en 1988, así como su
trayectoria como Presidente del Congreso desde el año 2000 es
ampliamente conocida. A nadie escapa, por ejemplo, la forma
como el Presidente del Congreso emitió leyes en el año 2001
sin que las mismas hayan sido aprobadas por dicha cámara de
diputados. Aparte de demostrar cinismo en relación a los
procedimientos parlamentarios, lo cual casi le costó la
presidencia del Congreso, el Sr. Ríos Montt también demostró
que para él la fuente última de la legitimidad política se
encuentra, no en la sociedad organizada ni en sus procesos
democráticos, sino en su persona misma y su voluntad suprema.
Y es precisamente esta fusión de legitimidad con voluntad
suprema, del derecho con el hecho de la fuerza,
independientemente de los procedimientos y actores
democráticos, lo que hace del ex-general una opción atractiva
para mucha gente en Guatemala. Lo cierto del caso es que la
"política de mano dura" de la cual se nutre la cultura
eferregista tiene claro eco en sectores todavía amplios de la
sociedad. La impunidad con la que el ex-dictador conduce sus
asuntos políticos en la cámara de diputados y en la vida
nacional también es una expresión de la debilidad y de las
contradicciones de la transición democrática en Guatemala. Es
esto, precisamente, lo más peligroso de todo el proceso
electoral ahora en marcha.
Es ya peligroso cuando movimientos sociales, partidos
políticos y hasta intelectuales relativamente marginales se
plantean llegar al poder por medio de la fuerza, en nombre de
la patria, la nación y hasta la dignidad del pueblo. Los
medios de comunicación en Guatemala están llenos de voces y
plumas de gente que repetidamente le hacen una llamado al
"pueblo" para que se rebele, para que no tenga miedo, para que
finalmente tome la riendas de la nación. Estas voces y plumas
parecen olvidarse no sólo del pasado violento y autoritario
que dichas soluciones de fuerza populistas y demagogas
desataron en muchas ocasiones sino que, también, parecen
ignorar que, bajo las condiciones de la transición
democrática, la única medida de hecho admisible es la
desobediencia civil y la resistencia pacífica.
Pero es aún más peligroso que el partido en el poder intente
hacer lo mismo, es decir, secuestrar la presidencia de la
república con base a una formula anti-constitucional y, al
mismo tiempo que lo intenta, encuentre todo un movimiento
social que lo respalda y una oposición que enmarca la crítica
de dichas pretensiones en los términos más tradicionales y
tristes de la cultura política guatemalteca. Así, por
ejemplo, el Sr. Alvaro Colom, actual líder de la Unión
Nacional de la Esperanza (UNE) y ex-candidato presidencial
(nombrado para ello, a puertas cerradas, por la antigua
dirigencia de la ex-guerrilla) en las elecciones de 1999 por
la Alianza Nueva Nación (ANN), recientemente declaró a la
prensa: "Que participe porque de todos modos va a perder." Con
este tipo de declaraciones tanto el Sr. Colom como otra gente
de oposición le están haciendo el juego retórico y electoral a
las expresiones políticas que apuestan su destino en el altar
dónde intentan sacrificar los logros democráticos de los
últimos quince años.
En última instancia, la participación del Sr. Ríos Montt en
las elecciones generales programadas tentativamente para
noviembre del 2003 no debe ser entendida como parte de una
contienda electoral entre hombres bien machos, con buen
control de sus respectivas maquinarias políticas y sin temor
alguno a sus contrincantes. Esa es la retórica machista,
caudillista y mesiánica en la que muchos seguidores del Sr.
Ríos Montt quieren enmarcar las críticas que se le hacen al
antiguo general. Esa es la retórica que los medios de
comunicación mismos - de manera poco sorprendente - también
están empleando para abordar estas cuestiones. Pero la
oposición política a la candidatura del ex-dictador tiene que
alejarse decididamente de dicha retórica y afianzarse
fuertemente de las instituciones y los lenguajes de la
transición democrática. Al mismo tiempo, la oposición
política democrática también tiene que alejarse de aquellas
figuras políticas que le hagan el juego retórico y electoral a
las fuerzas y provocaciones del actual partido oficial. La
oposición civil y democrática tiene que emplear y ampliar el
lenguaje democrático de la transición y, si el mismo resulta
insuficiente, entonces tienen que inventarlo o reconstruirlo.
El retorno a los lenguajes políticos del pasado, marcados
esencialmente por el machismo, el caudillismo, el mesianismo y
las posiciones extremas de intolerancia, tanto de izquierda
como de derecha, tanto a puertas cerradas como en la esfera
pública, tienen que ser reemplazados por los nuevos lenguajes
abiertos, inclusivos y democráticos de la transición. La
retórica esencialmente ontológica y mesiánica del Sr. Ríos
Montt tiene que ser desplazada en la esfera pública, sobre la
base de mejores argumentos, por los lenguajes de una sociedad
civil que está aprendiendo a vivir en libertad y en
democracia.
Tanto la oposición como la incipiente sociedad civil saben
que, después de todo, el Sr. Ríos Montt no es Guatemala y la
transición democrática, por su propia naturaleza, no está
predestinada al suicidio aunque muchas veces se encuentre al
borde del mismo.
* Dr. Marco Fonseca. Profesor Adjunto Departamento de
Ciencia Política Universidad de Toronto .
https://www.alainet.org/de/node/107628?language=en
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