Los dos 11 de Septiembre
03/09/2003
- Opinión
En esta fecha se ha cambiado el curso de la historia
internacional en las últimas 3 décadas. Hace un año un
grupo de aeropiratas se estrellaron contra las Torres
Gemelas y el Pentágono. Posiblemente los fundamentalistas
islámicos que perpetuaron esa matanza no se percataron
que exactamente 28 años antes la principal sede de otro
país americano había sido atacada desde el aire. En 1973
fue destruido el palacio de gobierno de Santiago. Dicha
acción no fue hecha por pilotos extranjeros sino por unas
FFAA que habían estado apuntaladas por la CIA, la agencia
de inteligencia de la misma superpotencia que sufriría el
macro-atentado del 2001. El 11 de septiembre de 1973, así
como el del 2001, se alteró el orden mundial.
En 1973 se puso punto final al primer experimento de
gobierno constitucional de partidos pro-soviéticos en
Occidente. Pese a que la Unidad Popular chilena
manifestaba someterse al sistema de las democracias
capitalistas representativas patrocinadas por Washington,
la administración estadounidense le consideró
intolerable.
Antes del golpe de Augusto Pinochet la izquierda había
crecido electoralmente y había un clima de tensión
social. El canciller norteamericano Henry Kissinger
sostenía que no se podía aceptar que un pueblo por
ignorancia se tornase comunista.
El cuartelazo santiagueño sirvió para demostrar que el
principal poder occidental no podría tolerar gobiernos
contestatarios aunque fuesen elegidos bajo sufragio
universal. Además alentó la consolidación o extensión de
las dictaduras anti-comunistas en todo el Cono Sur.
El nuevo régimen instaurado el 11 de septiembre de 1973
sería el mismo que iniciaría el actual modelo económico
que acabaría por implantarse como moda durante la
globalización. La receta pinochetista consistía en
renunciar al viejo sistema de economía keynesiana, que
protegía la industria y el mercado internos, que promovía
el desarrollo buscando sustituir las importancias y
elevando el consumo mediante el incremento del nivel de
ingresos de la población. Para la escuela de Chicago se
imponía dar paso a una economía abierta a las
importaciones y al libre flujo de capital extranjero.
Pese a que ello implicaría una inicial destrucción de
muchas industrias que producían para el mercado interno,
el aumento del desempleo y la reducción de salarios
reales y condiciones laborales, a la larga - se sostenía-
se permitiría una nueva acumulación de capital.
Orientándose hacia la exportación y estabilizando la
moneda, Chile empezó a mostrar una pujanza económica que
quiso ser imitada por otras naciones del hemisferio sur.
Para los críticos del neo-liberalismo se trataba de
hambrear al pueblo para exportar. Para el monetarismo en
boga ésta era la única posibilidad de poder competir en
el mercado internacional y desarrollar a los países en
ese camino.
El pinochetazo fue uno de los momentos de mayor conflicto
entre las dos superpotencias cuando ambas parecían haber
llegado a la década de los setentas a un nivel de empate.
A fines de esa década la nueva administración de Carter
fue dando un viraje hacia patrocinar los derechos humanos
como vía para minar al bloque soviético y para dar base
social a los nuevos gobiernos que aplicasen reajustes
económicos en Latino América.
El modelo militar impuesto en Chile el 11 de septiembre
de 1973 fue siendo dejado de lado para patrocinarse el
sistema neo-liberal que éste había empezado a alentar. La
mayor victoria de dicho evento fue que a larga los
propios países del Pacto de Varsovia acabarían por
renunciar al sistema de economías planificadas y de
régimen de partidos únicos comunistas, para abrazar el
mercado capitalista. El monetarismo pinochetista se
convertiría en una panacea para varios círculos en Moscú.
En el 11 de septiembre del 2001 le tocó a los EEUU el
recibir un ataque desde el aire. Los símbolos de su
poderío militar y económico fueron atacados. La CIA esta
vez no fue acusada de organizar el golpe, sino de no
haberse dado cuenta de ella o, en el peor de los casos,
haberlo dejado pasar para justificar una carrera
militarista.
En ambas fechas de 1973 y 2001 las administraciones
norteamericanas estaban en manos de republicanos duros.
Bush hijo y Kissinger son quienes hoy encabezan la
tendencia halcona dentro del partido gobernante
planteando una inmediata guerra contra Irak, aunque
muchos líderes republicanos se muestran dudosos sobre si
es conveniente lanzarse a una intervención bélica sin
suficiente apoyo internacional o justificativos.
Tras el 11 de septiembre del 2001 los EEUU lanzaron un
proyecto de incremento militar fuerte. El presupuesto
armamentístico de la única super-potencia subió hasta
significar más que la suma de los demás siete siguientes
poderes. Se vertebró la mayor coalición de países nunca
antes vista para poder atacar Afganistán.
Uno de los países más pobres del planeta empezó a recibir
cada mes un promedio de mil millones de dólares en
bombardeos. Esta cifra equivalía al promedio de las
exportaciones afganas en más de doce años.
La incursión en Afganistán condujo a la caída del
gobierno y a que éste fuese remplazado por una coalición
de caudillos militares, muchos de ellos con peores
historiales de matanzas contra indefensos y crímenes de
guerra que los propios talibanes.
Ni Bin Laden ni Mullah Omar han sido capturados. Pinochet
fue apresado y luego liberado. Los responsables de las
dos matanzas de los 11 de septiembre han recibido
distinto juzgamiento por parte de Occidente. Ambos han
sido colaboradores de la CIA pero uno siempre se mantuvo
amigo de los EEUU pero el otro le agredió. Al general
chilena se le permitió regresar a su país bajo presión de
los conservadores. Al fundamentalista saudita se le
persigue al extremo de haberse producido unas 3,000
muertes civiles con los bombardeos occidentales en
Afganistán.
Pese a que no se ha dado con el objetivo de capturar a
los organizadores del macro-atentado contra Manhattan y
Washington, la lección que ha dado Bush es que su país es
el policía global y que tiene la capacidad de poner orden
donde allí lo considere necesario.
La nueva doctrina que se ha impuesto es la de tratar con
dureza a todos aquellos a quienes se sindican como
terroristas. Siguiendo esas pautas Sharon se lanzó a
arrasar a la Autoridad Nacional Palestina. El gobierno
fundamentalista hindú ha incrementado su accionar contra
los separatistas de Cachemira y se ha planteado la
posibilidad que se pudiese desatar la primera guerra
nuclear, la cual sería entre la India y Pakistán. En
Colombia subió a la presidencia Alvaro Uribe pregonando
una ofensiva generalizada contra la guerrilla. En el país
vasco acaba de decretarse la ilegalización del Batasuna,
un partido que aglutina a más de un décimo del electorado
pero que es acusado de ser el brazo legal del ETA.
Muchos críticos de la nueva línea dura sostienen que las
cruzadas anti-terroristas no buscan dar solución al real
problema que ocasiona la violencia social. El crecimiento
de las desigualdades entre naciones y clases, el
incremento de la pobreza y el deterioro del medio
ambiente son cuestiones que a los EEUU se les acusa de
menospreciar, y son éstas las que ocasionarían diversos
movimientos sociales o el accionar de grupos
violentistas. Para los partidarios de la línea anti-
terrorista se necesita poner orden a nivel global para
poder garantizar las inversiones y la economía.
Los dos XI-IX fortalecieron inicialmente a la derecha
republicana y a su agenda de mayor dureza militar contra
sus enemigos, mayor intervencionismo norteamericano y
mayores concesiones para las multinacionales
estadounidenses. En el primer caso la línea halcona de
Nixon-Kissinger conllevó a un eventual debilitamiento de
Washington y a levantamientos anti-norteamericanos
exitosos en Indochina, Nicaragua e Irán. En el segundo
caso está llevando a Bush a una política de intervención
bélica en Irak que podría aislar a los EEUU en relación a
diversos aliados europeos y musulmanes, y que podría
terminar produciendo nuevas reacciones contra dicha
potencia.
* Isaac Bigio Analista Internacional. London School of
Economics.
https://www.alainet.org/de/node/108289?language=en
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