La libertad de resistir y vencer
03/05/2004
- Opinión
Se puede engañar a todo el pueblo parte del tiempo, se puede
engañar a parte del pueblo todo el tiempo; pero no se puede
engañar a todo el pueblo todo el tiempo. A. Lincoln
La moderna religión de la libertad impuesta por las armas alcanza
en nuestros días su máxima expresión y tiene de cómplice
imprescindible al sistema dominante mundial del engaño,
representado por las transnacionales de la información y sus ecos
locales. Al aumento creciente de los presupuestos militares -sobre
todo después de la guerra fría- le ha acompañado el proceso de
megafusiones de los medios de prensa, hasta llegar a enormes
grados de concentración monopólica en el último decenio. Nunca se
había arribado a tanta capacidad para matar y mentir.
Al libre flujo informativo, proclamado por Estados Unidos después
de la Segunda Guerra Mundial se ha agregado la libre decisión de
hacer guerras contra todos, en cualquier momento, sin importar
para ello mentir impunemente.
Si el empantanamiento de las tropas estadounidenses en Iraq ha
seguido a su incierto destino en Afganistán, de igual modo algunos
escándalos en las redacciones de varios de los más importantes
medios norteamericanos reflejan la complicidad histórica y actual
de ellos con las acciones criminales de sus gobiernos, llevadas al
extremo, tanto en el orden material como en el moral, por mister
W. Bush. Y no solo se trata de la mentira orientada a tratar de
justificar las guerras, sino de un amplio grado de deterioro de la
información que, según un estudio de la Universidad de Columbia,
se ha reducido la circulación de la prensa en 11% desde 1990 y la
sintonía de los noticiarios de televisión en 34% durante los
últimos diez años. También existe estancamiento en las cadenas de
TV por cable, sean Fox News, CNN y otras principales. Esa falta de
credibilidad ha crecido con los escándalos de Jayson Blair en el
New York Times y Jack Kelly en el USA Today -redactores de varias
decenas de historias inventadas-, así como en el Boston Globe, New
Republic y Chicago Tribune. El estudio comprobó la reducción en
más del 20% del reconocimiento a la profesionalidad de los medios
de comunicación por parte del pueblo de Estados Unidos. Las veinte
mentiras comprobadas para invadir a Iraq y la invención del
Pentágono para convertir en heroína a Jessica Lynch, divulgadas
como verdades por los grandes medios, han contribuido a aumentar
la conciencia crítica del pueblo norteamericano que ya venía,
desde la llamada guerra del golfo, manifestando rechazo creciente
a tanta manipulación.
En nuestros días han comenzado las crisis de las libertades
ilegítimas de matar y mentir. Tanto el enorme poder militar como
la capacidad desinformativa con que cuentan el Gobierno y los
medios estadounidenses, empiezan a sentir los efectos del uso
racional de la inteligencia y combatividad de gran parte del
pueblo norteamericano.
De forma general ha empezado a manifestarse el hecho de que los
poderosos medios no son realmente de comunicación porque sus
líneas editoriales contradicen la realidad y el sentir de los
pueblos y por tanto no puede existir identificación entre emisores
y receptores, lo que imposibilita crear convicciones profundas,
aunque confundan y engañen superficial y transitoriamente. Ninguna
moderna tecnología, recursos financieros y técnicas
desinformativas serán capaces de cambiar la inteligencia, el
espíritu de justicia y la dignidad de los hombres y mujeres que
habitan y luchan en cada colectividad.
Aunque a la sociedad interesa el curso de los medios, no serán
estos los que sean factores determinantes en el desarrollo
histórico de los pueblos, sino cómo del combate surge la unidad
que también es capaz de vencer a los que se creen todopoderosos.
En Venezuela está ocurriendo. ¡Alo, Presidente!, el mejor programa
alternativo frente a los medios convencionales, lo demuestra en
nuestros días.
Si en las guerras están los ejemplos del pueblo español que fue
capaz de expulsar a las tropas napoleónicas y el de los
combatientes de Viet Nam que pusieron en huida precipitada a los
militares norteamericanos, hoy el pueblo de Iraq demuestra que el
factor determinante en la guerra no son las armas, sino la
capacidad de resistencia del pueblo, porque detrás de ella son
muchos los valores que motivan cada combate.
La creencia que tiene el sistema de comunicación dominante de ser
capaz de moldear las mentes a favor de sus intereses, o sea, a
favor de la "minoría opulenta contra la mayoría", línea central
diseñada en Estados Unidos des de los primeros años del siglo XIX
-planteamiento de James Madison en 1809-, comienza a dejar de
tener los éxitos disfrutados durante doscientos años. Y lo mismo
ocurre de forma específica en otros países. Un ejemplo fueron las
presiones de Aznar para culpar a ETA de las acciones terroristas
en Madrid, con la respuesta conocida por todos. También es
evidente el descrédito creciente de los medios golpistas en
Venezuela, que se manifiesta mediante la reducción de la
circulación de los diarios, así como de sus páginas, y la
audiencia de la televisión, debido al desarrollo de la conciencia
crítica del pueblo bolivariano.
Pero no hay que ir lejos para comprobar cómo los medios poderosos
llegan a perder toda credibilidad. En nuestro país se ganó con las
ideas la batalla de la prensa en los dos primeros años del triunfo
revolucionario y después, durante más 43 años, han fracasado las
miles de horas semanales de las radios contrarrevolucionarias,
sean del Gobierno de Estados Unidos o de los grupúsculos mafiosos.
Campaña tras campaña han fracasado y fracasarán, aunque ese
engendro de la CIA conocido como Sociedad Interamericana de Prensa
tenga hoy de socio al señor Matsuura.
El periodismo libre en patrias libres, sueño de los periodistas
dignos de América Latina al fundar la Federación Latinoamericana
de Periodistas, tenemos el honor de encabezarlo en su realización
práctica los profesionales de la prensa cubanos. Nunca una prensa
ha sido más fiel a los intereses de un verdadero poder absoluto
del pueblo. De él se deriva -y no puede ser de otro modo- el que
tiene como base el derecho de la sociedad a la información veraz,
primero de los diez principios del código de ética de la UNESCO,
ignorado por su actual Director General. Este y los otros nueve se
cumplen por el periodismo cubano y se han ejercido también por
centenares de mártires del periodismo ético en los países de la
gran patria latinoamericana, así como por la prensa alternativa en
ascenso.
Sí, en defensa de los verdaderos intereses populares de nuestro
pueblo, pero más todavía: al servicio de toda causa justa en
cualquier parte del mundo, sin la menor restricción para ese
ejercicio digno que se realiza como un modo de ser, como algo que
se hace sin consultarlo con nadie, con toda la libertad de ser
también y a mucha honra periodistas del mundo.
https://www.alainet.org/de/node/109856?language=en
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