El hambre en el mundo

La fábula de las langostas

30/05/2004
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CUANDO HAYA plagas de langostas, quieren capturarlas y transportarlas a lugares donde hay hambre. Hay que reconocer que buscando soluciones para el hambre en el mundo los organismos multinacionales son incansables. Bien asesorados por algunas de las mayores empresas del sector agrario han depositado su confianza en las semillas transgénicas. Gracias a unos retoques genéticos, los pobres campesinos de Centroamérica que cosechan en sequerales o en laderas podrán disponer de un maíz más productivo que les sacará de su crisis económica. O las familias productoras de arroz del Sudeste Asiático, que sufren la ceguera que provoca la falta de vitamina A, gracias al llamado "arroz dorado" superrico en este nutriente, podrán combatir esta enfermedad. Y ante el aumento de la población en el mundo una idea estupenda es potenciar el cultivo en granjas marinas de salmón, con un salmón transgénico cinco veces más rechoncho. Ahora –atentos como están– me cuentan que, sabiendo que en la cultura africana existe la tradición de consumir insectos, están analizando la posibilidad de aprovechar las periódicas plagas de langostas que asolan campos y cosechas, para capturarlas y transportarlas hacia lugares donde las gentes más necesitadas esperan alimentos. Qué avispados.. Y así llevamos años, que con el pretexto de la lucha contra el hambre se justifican ideas cortas de miras, validas quizás para otras cuestiones, pero que se alejan de lo que verdaderamente urge: atacar las causas de la pobreza en el mundo rural. Quizás en lo único que se coincide desde diversos sectores es en el alto rendimiento económico que las semillas transgénicas generan a las corporaciones propietarias de las patentes.. Digo yo que es fácil entender que los campesinos de El Salvador o Guatemala sabrían perfectamente sacar provecho de las diversas variedades naturales de maíz si pudieran tener acceso al 80 por ciento de las tierras fértiles del país que están en manos de cuatro hacendados, la mayoría dedicadas a producir café para la exportación y otras para producir rábanos y espárragos también con el mismo destino. De la misma manera que si se modificaran las reglas del comercio internacional, los camboyanos podrían vender su arroz en el mercado local –ahora inundado con arroz subvencionado del Primer Mundo– y con esos ingresos complementar su dieta en los mercados locales, para combatir la avitaminosis A pero también la malnutrición general que provoca una dieta exclusiva de arroz. Aunque sea un superarroz. El ejemplo es claro: ¿qué es más razonable fomentar la diversificación (o reintroducción) de cultivos orientados a la alimentación local o mandarles píldoras de vitamina A, que es lo que viene a ser este arroz dorado?. Tremenda es la idea del "frankensalmon". El salmón es como los lobos en el monte, el animal que está en la cúspide de la cadena alimentaria, un carnívoro depredador. Para engordar un kilo de salmón de granja se necesitan no menos de cuatro kilos de pescado comestible. Si ya sufrimos la devastación de nuestros recursos marinos, multipliquen por cinco lo que se zamparían estos pezqueñines. Dándole vueltas al asunto de las langostas estoy pensando que no es mala idea. De hecho, mira si es buena la idea, que con esta moda de comer insectos en Europa, estoy pensando en hacerme con la patente de la langosta africana y hablar con algunas de estas empresas listísimas que han inventado los transgénicos para poner en marcha un negocio de exportación de langostas para nuestros consumidores más "fashion": carpaccio de langostas ecológicas, langostas fritas sabor barbacoa o langostas al estilo Ferran Adrià. Lástima que entonces los pueblos africanos no podrán comer ni langostas. * Gustavo Duch es Director de Veterinarios sin Fronteras La Vanguardia
https://www.alainet.org/de/node/110151

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