El Frente Amplio como partido

12/06/2005
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En estos días llama la atención la bifurcación de caminos: por un lado el fervor opositor de blancos y colorados ante algunos pasos del nuevo gobierno. Aunque no faltan los políticos del decir zorruno, la mayoría de la oposición ataca con un fervor y un énfasis en los que no resulta difícil percibir el odio. Les cuesta acostumbrarse a no mandar. Por otro, contrastando con esta agresividad exagerada, en muchos ámbitos frentistas, cunden ciertos niveles de desconcierto y contrariedad. Intentamos realizar estas reflexiones con el único enfoque que debe hacerlo un militante responsable, es decir desde el ángulo de la acción política. Con relación a la oposición, no podemos actuar ni sobre su manera de pensar ni de sentir sus derechos al poder, a la propiedad, al dominio. Sí se puede incidir desde la acción política desde el FA como fuerza política para ilustrar a la población acerca del porqué de las conductas de los defensores del país conservador. Dicho de otra manera, de la actual situación nosotros sólo podemos cambiar nuestras formas de intervenir. Y es en eso donde el Frente da muestras de carencias para las que, se suponía, ya estaba preparado para sobrellevar. Por ejemplo, resulta incomprensible que, apenas unas horas después de realizada una reunión del Consejo de Ministros se entable una polémica pública sobre cuestiones de fondo, como el tratado de protección de inversiones con los EEUU. Por momentos parece que se perdiera de vista que el gobierno está en manos de un partido que tiene un programa común, una estructura de debates común y una historia de luchas y persecuciones también compartida. Y que lo que nos une contra los enemigos de los cambios es menos que lo que nos separa de ellos. En lugar de cinco años de gobierno pareciera que lo que tenemos por delante fuera una nueva elección dentro de unos meses para la cual, cada uno de los líderes sectoriales, se tuviera que esmerar en dejar claro su perfil. Hay una suerte de rechazo implícito a toda idea de diferenciación con los partidos del sistema, los partidos defensores del país conservador. Mientras la oposición trata al gobierno como a un enemigo altamente peligroso (“avasallador”, “totalitario”), el lenguaje del gobierno hacia la oposición sigue siendo extremadamente cuidadoso y a menudo inocuo. Este desempeño “caballeroso” no parece compatible con el hostigamiento crítico que desata la oposición. Ni con la verdadera identidad y trayectoria de esos revitalizados fiscales de la moral pública, hasta ayer hundidos en un siglo y medio de clientelismo, corrupción, nepotismo, tráfico de influencias y demás. Como algunos viejos maestros de izquierda advirtieron, muchas veces los gobiernos populares están expuestos a caer en el riesgo del “angelismo”, es decir no aquilatar en su real dimensión la índole radical de las confrontaciones de clase cuando ellas se dirimen en el plano del gobierno. En su magistral introducción a “Imperialismo y liberación en América Latina”, don Pablo González Casanova pasa una revista minuciosa a todas las situaciones en las que la izquierda subestimó la densidad y fuerza de la malevolencia de sus enemigos, aliados a los intereses extranjeros. Por lo demás parecen predominar las preocupaciones económicas y los enfoques economicistas. Por ejemplo en el proyecto de tratado con los EEUU las que están en juego no son sólo cuestiones económicas. Están también aspectos simbólicos y políticos que remiten no sólo a la exclusión de Cuba sino a las relaciones con todo nuestro entorno geopolítico. No preciso remontarme al pensamiento nacionalista de hace 50 años, cuando no solo la izquierda sino hasta el herrerismo se oponían tenazmente a toda política de identificación con aquel país en materia de política exterior. Y eso que, al lado de George W. Bush, Harry Truman era un buen samaritano. Sobre este punto, en su edición de ayer, Página 12 publica un artículo de Juan Gelman sobre la estrecha relación que para el gobierno actual de los EEUU tiene la expansión militar entrelazada con los intereses políticos y económicos imperialistas que defiende. El trabajo de Gelman parece redactado para incorporarse a los antecedentes que el Parlamento tendrá en cuenta a la hora de discutir sobre el tratado. Ahora bien, hay aspectos de la labor el gobierno que avanzan en el sentido de su programa y de lo que han sido siempre las aspiraciones de la izquierda. En Salud Pública, por ejemplo, desde la instalación del nuevo gobierno se ha venido impulsando un proceso llamado a tener hondas repercusiones en el campo de la salud sobre la base de promover desde el Estado la organización de los usuarios de los servicios de salud, tanto pública como privada. La iniciativa, lanzada desde el Concejo Vecinal 17, en el Cerro, se ha venido desarrollando con un número creciente de participantes, vecinos preocupados por la gravedad del déficit asistencial que padecen más de 92.000 personas que viven en la zona. Dos terceras partes de las cuales viven en una situación de emergencia. La experiencia innovadora del Cerro incluye algunos elementos que deben ser jerarquizados. Por ejemplo la conducción de la organización pertenece a los usuarios, es decir a los vecinos, que dejan, a partir de su organización, de ser objeto de la labor sanitaria para ser también protagonistas, junto a los funcionarios, los médicos, los paramédicos y demás. Otro aspecto significativo es que este proceso de descentralización y auto organización popular se apoya en lo que en el Cerro ya se ha avanzado en la afirmación de su Concejo Vecinal, en el marco de la descentralización que, con luces y sombras, ha venido impulsando la Intendencia Municipal de Montevideo desde hace más de quince años. Lo del Concejo Vecinal 17 jerarquiza ese proceso de descentralización y le da un sentido estrechamente ligado a los problemas cotidianos que afectan a la población. En ese aspecto, la experiencia de la organización de los usuarios de los servicios de salud, fortalece una de las líneas esenciales de la ideología política frenteamplista: el crecimiento de la ciudadanía y el impulso a la participación. La experiencia tiene aún otra arista valiosa. Como han descubierto en el Vecinal 17, los problemas de la salud no pueden ser encarados con prescindencia de los problemas de vivienda y de educación. De ahí la importancia de que ese embrión de democracia directa para la salud se incorpore a otras construcciones de la sociedad uruguaya como son las cooperativas de vivienda, las organizaciones gremiales, los centros y clubes barriales, etc. No deja de ser esta una forma distinta y eficaz de luchar contra los feudos médicos y la mercantilización de la medicina. Asimismo las autoridades de la educación pública tendrán que procurar insertar a la escuela y el liceo, dos poderosos factores de realización social, en todo el proceso de educación para la salud, a través de su participación en la acción preventiva. Ahora bien justamente en el impulso de estas formas de democratización y participación popular es que están llamadas a cumplir un papel fundamental las fuerzas políticas del Frente Amplio. Mientras la estructura organizativa del Frente se mantenga en la pasividad con relación a la sociedad a la que se aspira transformar, el gobierno correrá siempre el riesgo de quedar aislado, sus ideas siempre correrán el riesgo de quedar flotando en el vacío y las buenas intenciones oscurecidas por el tratamiento malicioso que le dan los enemigos del cambio. Más que en el gobierno, una de las claves para tonificar la situación política y mejorar las condiciones para el cambio está en el desempeño de la fuerza política Frente Amplio que debiera salir de su atonía y de su silencio. - Hugo Cores es dirigente del PVP-567´- Frente Amplio. La República, Montevideo, 13 de junio de 2005
https://www.alainet.org/de/node/112232
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