Ritual mágico

08/06/2006
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El teatro es un recurso privilegiado de formación de lectores. O mejor, de formación humana. Incluso porque, gracias a la representación en escena, permite ser leído por quien no está alfabetizado. Retrata nuestra naturaleza lúdica, esa multiplicidad de seres que nos pueblan. Soy ahora el escritor sesudo, que finge saber más de lo que verdaderamente conoce, pero bajo la ducha esta mañana, al escuchar en la radio “Acuarela del Brasil”, de Ary Barroso, se solazó el cambista que me habita. Reside en mí una multitud: el intelectual y el creyente, el cartesiano y el insensato, el adulto y el niño. En el escenario me revisto de otro que no soy yo y, sin embargo, soy yo quien le da vida, habla, movimiento y emoción. El teatro es un ritual transfigurador de la realidad, espejo que nos devuelve a nosotros mismos. Soy Edipo y Creonte, y también Yocasta, Electra y Medea. Teatro viene del griego Œtheatron, lugar donde se contempla. Y contemplación no es sinónimo de observación. Es una experiencia mistérica, endógena, en que me dejo invadir por el objeto contemplado. El contemplativo es el místico, apasionadamente habitado por la divinidad. En el teatro son los personajes quienes despiertan a sus homónimos escondidos en mi subjetividad. En ellos me contemplo a mí mismo. Mi lado trágico y mi lado cómico. Lo que llevo de divino y de perverso. Nuestros arquetipos están delineados en las grandes obras teatrales. No fue en vano que Freud recurrió a ellas para estructuras su etiología síquica. En el teatro importa el ser, lo cual no resulta tan acentuado en el cine y en la telenovela. Por eso, sólo en el escenario puede haber monólogo, reflejo de ese nuestro continuo monólogo interior. Como ejemplo de diversidad cultural propiciada por la dramaturgia me atengo a la Grecia del siglo 4º, a los fundadores del teatro clásico: Sófocles, Esquilo, Eurípides y Aristófanes. De Esquilo nos quedan “Las suplicantes”, “Prometeo encadenado” y “Los persas”. Fue quien inventó la tragedia. Conservador y religioso, nos proporcionó la primera luz de lo que ahora es la democracia. Escenificada hacia el 468 a.C., “Las suplicantes” muestra a la población de Argos -o sea, el Œdemos- concediendo asilo (Œkratos, el poder de decidir) a las Danaides, que habían asesinado a sus maridos en la noche nupcial. Es ahí donde por vez primera aparecen los dos términos unidos. Ya a fines del siglo 5º a.C. el sustantivo definía al régimen ateniense. Sófocles creía en el poder de los dioses y en la predestinación. Su personaje principal es el destino. Destaca como el mayor trágico de la antigüedad griega por su “Edipo rey”, completado más tarde por ³Edipo en Colona². Vamos a encontrarlo en el sicoanálisis, pero no hay literatura creada de la nada. Los comienzos de Edipo tienen sus raíces en el canto 4º de la “Ilíada” y en el 9º de la “Odisea”, obras de Homero, así como en la obra “Los siete contra Tebas” de Esquilo. En virtud del destino trazado por los dioses, Edipo mata a su padre y se casa con su madre. Pero se trata de mucho más que de un mero triángulo conflictivo, utilizado hoy día en la telenovela para atraer la atención del público. Edipo abarca todos los campos de la experiencia humana: la relación del hombre con lo divino (el oráculo), el poder (la realeza) y la familia. O sea, piedad, autonomía y afectividad. Eurípides es el autor de “Electra” (Esquilo y Sófocles también escribieron sobre la leyenda de Electra, que venga la muerte del padre instigando a su hermano Orestes a matar a la madre y al amante) y también de “Medea” (actualizada en “Gota de agua”, de Chico Buarque), “Sísifo”, “Las troyanas” (libelo contra la guerra) y “Las bacantes”, entre otras obras. Al contrario de Sófocles, éste introduce la duda, nos invita a la crítica a los dioses, a las autoridades, a las supuestas verdades engendradas por la imposición. Feminista precoz, realza a las mujeres como seres fuertes, dotadas de valentía y de ternura, pasión y odio, al contrario de los hombres, débiles y cobardes. Sus obras destacan por el retrato sicológico de los personajes y exaltan el amor y sus variadas manifestaciones: apasionado, conyugal, maternoŠ Ifigenia entrega su propia vida para facilitar la expedición a Troya; Medea vive impetuosamente sus pasiones amorosas. Aristófanes polemiza, introduce la sátira social, hace del arte un arma de crítica política. En “Los caballeros” ridiculiza a los demagogos Cleón e Hipérbolo. En “Las ranas” esboza un concurso entre Esquilo, Sófocles y Eurípides, los tres grandes trágicos. Satiriza a Eurípides y exalta a Esquilo. En “Las nubes” critica a los metafísicos y a los sofistas, sin excluir a su amigo Sócrates. Ridiculiza la justicia ateniense en “Las avispas”, y en “Lisístrata” la huelga sexual de las mujeres obliga a atenienses y espartanos a firmar un acuerdo de paz. Hubo un tiempo en que la libertad de expresión se convertía en arte, un ritual mágico muy por encima del juego rastrero de querer ridiculizar solamente opiniones, costumbres y personas. (Traducción de J.L.Burguet) - Frei Betto es escritor, autor de “La Obra del Artista. Una visión holística del Universo, entre otros libros.
https://www.alainet.org/de/node/115509?language=es
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