Misión Ciencia: ¿Cuál es la diferencia?
28/08/2006
- Opinión
“Pensamos demasiado rápidamente y
sobre la marcha... “
Friedrich Nietzsche: La Gaya Ciencia, p.49 Resulta extraordinariamente aleccionador preguntarse a cada instante ¿Dónde está la diferencia? Pregunta mortal en el seno de Ministerios, Gobernaciones o Alcaldías. Pregunta brutal hecha desde tantas empresas del Estados, Institutos de todo orden y organismos descentralizados. Pregunta inquietante hecha desde el seno de muchas Misiones que han nacido al calor de la esperanza de generar otra institucionalidad de cara al viejo Estado reaccionario. ¿Qué tal si la hacemos hoy desde aparatos como la DISIP o la DIM? ¿Cuál es la diferencia? Esta pregunta es reveladora de las tremendas inconsistencias que se arrastran en todos los niveles. Una cosa es una postulación revolucionaria abstracta y otra muy distinta el contenido de una práctica en cualquier área. Se pueden hacer grandes proclamas sobre el “Socialismo del siglo XXI” y en la vida real estar reproduciendo la misma lógica de la sociedad burguesa, las mismas valoraciones de la dominación, los mismos contenidos que se proclama combatir. En el terreno particular de la actividad tecno-científica hay que hacerse esta pregunta en todas las escalas en las que se despliega la Misión Ciencia. Sabemos que esta Misión no puede ser evaluada con los mismos parámetros de otras Misiones. Está claro que la naturaleza de la labor científica y tecnológica plantea la necesidad de elaborar criterios singulares de pertinencia, indicadores de gestión específicos, índices de impactos particulares. Pero ello no quiere decir que cualquier cosa que se haga da lo mismo. Tampoco que la lógica de los incrementos sea suficiente para saber si esta política pública está bien encaminada. Como se ha planteado insistentemente, habrá aumentos significativos en distintos rubros (dotaciones, equipamientos, etc.) Pero ¿es esa la diferencia de este Programa en relación con los planes ordinarios del MCT? Definitivamente NO. Más allá de que los resultados no puedan “verse” de inmediato en el mismo orden de visibilidad de otras políticas públicas, es menester afincar perfiles y contenidos que hacen la diferencia entre una estrategia y otra, entre una visión política y otra, entre una plataforma de gestión y otra. La Misión Ciencia se propone expresamente generar una nueva relación entre el conocimiento y la gente, entre la producción de conocimientos y la sociedad, entre la investigación y los problemas del país; se trata de un posicionamiento de la gente en relación con los saberes. Al mismo tiempo, la Misión Ciencia se ha planteado la necesidad imperiosa de reformular los modos como se enseña la ciencia en todo el sistema educativo; transformando los métodos de enseñanza y los contenidos mismo de lo que enseña. También está involucrado en el espíritu de esta Misión un cambio de paradigma en lo que a la gestión científica se refiere, es decir, una transformación profunda de las maneras de hacer las cosas, de las formas organizacionales, de la cultura corporativa predominante. Esos cambios no ocurren de un solo golpe ni se van a expresar del mismo modo por todas partes. Los cambios culturales tienen sus mañas, transcurren con ritmos desiguales y no siempre están “a la vista”. La generación de impactos inmediatos en la materialidad de la infraestructura tecno-científica del país es sólo un insumo para transformaciones mayores en la propia base epistemológica de las concepciones sobre la ciencia, en la trama de relaciones entre los aparatos científicos y las organizaciones sociales, en la agenda de prioridades que redefine la pertinencia sobre lo que debemos producir en el campo de las innovaciones, en el terreno de la generación de nuevos conocimientos. Está claro que un buen trayecto de este proceso estará ocupado por la labor de desmontaje de lo viejo, por el trabajo de deconstrucción del discurso establecido, por la intensa actividad crítica sobre las parafernalias que hemos heredado. Desembarazarse del tremendo peso de la vieja cultura es tal vez la tarea más exigente en este tránsito (tanto o más que los desafíos de inventar nuevas formas, nuevos contenidos, nuevas prácticas) Esa labor de desmantelamiento del viejo Estado tiene que ser hecha simultáneamente con el trabajo de reconstrucción de espacios de intervención directa en todos los terrenos (desde los nichos de alta tecnología que están precisados en los Programas de Misión Ciencia, hasta las redes de saberes populares alternativos que se van tejiendo al calor del desarrollo de las nuevas modalidades de producción en todo el país) ¿Cuál es la diferencia? La clave está en el progresivo empoderamiento de las comunidades de cara a los manejos de sus asuntos. No se trata de “llevar” la ciencia al seno del pueblo sino de generar un proceso de apropiación crítica de todos los saberes en donde los conocimientos técnicos se confrontan con otros criterios de pertinencia, donde las experticias son interpeladas desde otros imperativos éticos y valoradas en razón de su capacidad de articulación con las necesidades de la gente (sean éstas de orden local o asociadas a grandes proyectos) Un sofisticado laboratorio de bio-tecnología, un sistema de enriquecimiento de suelos que elimina pesticidas, un torno que nos permite fabricar piezas en una planta de aluminio, e infinidad de ejemplos de este género, tienen que estar todos ellos engranados en una estrategia coherente que conduzca al final a un efectivo control sobre los valores de uso, a una real autonomía de los trabajadores sobre los procesos de producción, a la posibilidad verdadera de preguntarnos sobre el sentido del trabajo, sobre la razón de ser de cada unidad de producción, sobre el papel que juegan las personas de todo ello. La razón técnica tiene que ser puesta al servicio de la razón política. La Misión Ciencia es un poderoso disparador de todo ese proceso.
sobre la marcha... “
Friedrich Nietzsche: La Gaya Ciencia, p.49 Resulta extraordinariamente aleccionador preguntarse a cada instante ¿Dónde está la diferencia? Pregunta mortal en el seno de Ministerios, Gobernaciones o Alcaldías. Pregunta brutal hecha desde tantas empresas del Estados, Institutos de todo orden y organismos descentralizados. Pregunta inquietante hecha desde el seno de muchas Misiones que han nacido al calor de la esperanza de generar otra institucionalidad de cara al viejo Estado reaccionario. ¿Qué tal si la hacemos hoy desde aparatos como la DISIP o la DIM? ¿Cuál es la diferencia? Esta pregunta es reveladora de las tremendas inconsistencias que se arrastran en todos los niveles. Una cosa es una postulación revolucionaria abstracta y otra muy distinta el contenido de una práctica en cualquier área. Se pueden hacer grandes proclamas sobre el “Socialismo del siglo XXI” y en la vida real estar reproduciendo la misma lógica de la sociedad burguesa, las mismas valoraciones de la dominación, los mismos contenidos que se proclama combatir. En el terreno particular de la actividad tecno-científica hay que hacerse esta pregunta en todas las escalas en las que se despliega la Misión Ciencia. Sabemos que esta Misión no puede ser evaluada con los mismos parámetros de otras Misiones. Está claro que la naturaleza de la labor científica y tecnológica plantea la necesidad de elaborar criterios singulares de pertinencia, indicadores de gestión específicos, índices de impactos particulares. Pero ello no quiere decir que cualquier cosa que se haga da lo mismo. Tampoco que la lógica de los incrementos sea suficiente para saber si esta política pública está bien encaminada. Como se ha planteado insistentemente, habrá aumentos significativos en distintos rubros (dotaciones, equipamientos, etc.) Pero ¿es esa la diferencia de este Programa en relación con los planes ordinarios del MCT? Definitivamente NO. Más allá de que los resultados no puedan “verse” de inmediato en el mismo orden de visibilidad de otras políticas públicas, es menester afincar perfiles y contenidos que hacen la diferencia entre una estrategia y otra, entre una visión política y otra, entre una plataforma de gestión y otra. La Misión Ciencia se propone expresamente generar una nueva relación entre el conocimiento y la gente, entre la producción de conocimientos y la sociedad, entre la investigación y los problemas del país; se trata de un posicionamiento de la gente en relación con los saberes. Al mismo tiempo, la Misión Ciencia se ha planteado la necesidad imperiosa de reformular los modos como se enseña la ciencia en todo el sistema educativo; transformando los métodos de enseñanza y los contenidos mismo de lo que enseña. También está involucrado en el espíritu de esta Misión un cambio de paradigma en lo que a la gestión científica se refiere, es decir, una transformación profunda de las maneras de hacer las cosas, de las formas organizacionales, de la cultura corporativa predominante. Esos cambios no ocurren de un solo golpe ni se van a expresar del mismo modo por todas partes. Los cambios culturales tienen sus mañas, transcurren con ritmos desiguales y no siempre están “a la vista”. La generación de impactos inmediatos en la materialidad de la infraestructura tecno-científica del país es sólo un insumo para transformaciones mayores en la propia base epistemológica de las concepciones sobre la ciencia, en la trama de relaciones entre los aparatos científicos y las organizaciones sociales, en la agenda de prioridades que redefine la pertinencia sobre lo que debemos producir en el campo de las innovaciones, en el terreno de la generación de nuevos conocimientos. Está claro que un buen trayecto de este proceso estará ocupado por la labor de desmontaje de lo viejo, por el trabajo de deconstrucción del discurso establecido, por la intensa actividad crítica sobre las parafernalias que hemos heredado. Desembarazarse del tremendo peso de la vieja cultura es tal vez la tarea más exigente en este tránsito (tanto o más que los desafíos de inventar nuevas formas, nuevos contenidos, nuevas prácticas) Esa labor de desmantelamiento del viejo Estado tiene que ser hecha simultáneamente con el trabajo de reconstrucción de espacios de intervención directa en todos los terrenos (desde los nichos de alta tecnología que están precisados en los Programas de Misión Ciencia, hasta las redes de saberes populares alternativos que se van tejiendo al calor del desarrollo de las nuevas modalidades de producción en todo el país) ¿Cuál es la diferencia? La clave está en el progresivo empoderamiento de las comunidades de cara a los manejos de sus asuntos. No se trata de “llevar” la ciencia al seno del pueblo sino de generar un proceso de apropiación crítica de todos los saberes en donde los conocimientos técnicos se confrontan con otros criterios de pertinencia, donde las experticias son interpeladas desde otros imperativos éticos y valoradas en razón de su capacidad de articulación con las necesidades de la gente (sean éstas de orden local o asociadas a grandes proyectos) Un sofisticado laboratorio de bio-tecnología, un sistema de enriquecimiento de suelos que elimina pesticidas, un torno que nos permite fabricar piezas en una planta de aluminio, e infinidad de ejemplos de este género, tienen que estar todos ellos engranados en una estrategia coherente que conduzca al final a un efectivo control sobre los valores de uso, a una real autonomía de los trabajadores sobre los procesos de producción, a la posibilidad verdadera de preguntarnos sobre el sentido del trabajo, sobre la razón de ser de cada unidad de producción, sobre el papel que juegan las personas de todo ello. La razón técnica tiene que ser puesta al servicio de la razón política. La Misión Ciencia es un poderoso disparador de todo ese proceso.
https://www.alainet.org/de/node/116882?language=en
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