Igualdad de género e infancia
15/12/2006
- Opinión
“Si las mujeres no reciben educación, no gozan de buen estado de salud y no gozan de autonomía, quienes sufren son los niños”, denuncia Unicef en el informe sobre el Estado Mundial de la Infancia 2007. Este año, este organismo ha querido analizar la situación de las mujeres en todo el mundo. El informe llega a la conclusión de que si se pusiera fin a la discriminación basada en el género se obtendría un “doble dividendo”: mejorar las condiciones de vida de las mujeres y de la infancia. Esto, a su vez, tendría efectos positivos en la situación y el desarrollo de las sociedades de todo el mundo.
Estudios realizados por Naciones Unidas revelan que si a las mujeres se les ofrece el mismo apoyo que a los hombres en la agricultura, éstas incrementan un 20% el rendimiento de la tierra de cultivo. Así, las desigualdades de género llevan consigo un alto coste no sólo social sino también económico. Estudios realizados en Latinoamérica ponen de manifiesto que si se eliminasen las desigualdades en el mercado laboral, el Producto Interior Bruto (PIB) de esta región aumentaría en más de un 5%. Unicef denuncia que las mujeres siguen estando por detrás de los hombres en lo que se refiere a obtener ingresos, propiedades y bienes. Naciones Unidas avala esta denuncia con cifras: la mujer trabaja más, pero sólo posee un 1% de la riqueza de la tierra. Además, el trabajo femenino es remunerado entre un 30 y un 50% por debajo que el trabajo de un hombre.
La falta de autonomía de la mujer, según revela el estudio de Unicef, provoca graves problemas para la infancia. Si las mujeres tuviesen la misma influencia que los hombres en la toma de decisiones, habría 13 millones menos de niños desnutridos en Asia y cerca de dos millones de niños estarían mejor alimentados en África subsahariana. También mejorarían la salud familiar, disminuirían las tasas de mortalidad infantil y aumentaría el número de niños escolarizados, sobre todo de niñas. En la actualidad, 65 millones de niñas y 56 millones de niños no van a la escuela.
La educación es uno de los aspectos fundamentales para reducir la desigualdad de género. Una mujer formada, conoce sus derechos, y puede exigirlos. Una niña que consigue acabar sus estudios primarios, tendrá una vida mejor, pero también su familia y su comunidad se beneficiará de ello: tendrá menos hijos, mejorará la alimentación y la higiene familiar, controlará mejor las enfermedades y buscará la forma de que sus hijos tengan una vida mejor. Así, la familia y la comunidad entran en un “círculo virtuoso”: reducen los índices de mortalidad y aumentan los índices de desarrollo humano.
Sin embargo, la igualdad de género no puede quedarse en el mero ámbito familiar y laboral, tiene que haber una repercusión social y de participación de la mujer en la cosa pública. Las mujeres ocupan sólo el 17% de los escaños parlamentarios en el mundo y el 6% de las Jefaturas de Estado. No se trata de realizar políticas de paridad o discriminación positiva, sino de reflejar la realidad y ejercer el derecho de todos los seres humanos a participar en la vida pública.
En el informe se sugieren siete medidas de importancia decisiva para reducir las desigualdades de género: eliminar las cuotas escolares e invertir en la educación de las niñas; invertir fondos públicos en favor de la igualdad entre los géneros; aprobar leyes que concedan una igualdad de oportunidades a las mujeres y que prevengan o den
respuesta a la violencia doméstica, así como a la violencia de género en los conflictos armados; favorecer la participación de las mujeres en la política; incluir a las organizaciones y asociaciones de mujeres desde las fases iniciales de los procesos de desarrollo de políticas; incluir a los hombres y los niños en todos los aspectos relacionados con la igualdad entre los géneros; y mejorar las investigaciones y los datos referidos a las cuestiones de género, que resultan imprescindibles para conquistar avances en esa dirección.
La sociedad civil no puede esperar a actuar y transformar las actitudes, costumbres y prácticas para acabar con la discriminación femenina. Mejorar las condiciones de vida de las mujeres y promover la igualdad de género salvaría la vida de millones de niños.
- Ana Muñoz es periodista.
Estudios realizados por Naciones Unidas revelan que si a las mujeres se les ofrece el mismo apoyo que a los hombres en la agricultura, éstas incrementan un 20% el rendimiento de la tierra de cultivo. Así, las desigualdades de género llevan consigo un alto coste no sólo social sino también económico. Estudios realizados en Latinoamérica ponen de manifiesto que si se eliminasen las desigualdades en el mercado laboral, el Producto Interior Bruto (PIB) de esta región aumentaría en más de un 5%. Unicef denuncia que las mujeres siguen estando por detrás de los hombres en lo que se refiere a obtener ingresos, propiedades y bienes. Naciones Unidas avala esta denuncia con cifras: la mujer trabaja más, pero sólo posee un 1% de la riqueza de la tierra. Además, el trabajo femenino es remunerado entre un 30 y un 50% por debajo que el trabajo de un hombre.
La falta de autonomía de la mujer, según revela el estudio de Unicef, provoca graves problemas para la infancia. Si las mujeres tuviesen la misma influencia que los hombres en la toma de decisiones, habría 13 millones menos de niños desnutridos en Asia y cerca de dos millones de niños estarían mejor alimentados en África subsahariana. También mejorarían la salud familiar, disminuirían las tasas de mortalidad infantil y aumentaría el número de niños escolarizados, sobre todo de niñas. En la actualidad, 65 millones de niñas y 56 millones de niños no van a la escuela.
La educación es uno de los aspectos fundamentales para reducir la desigualdad de género. Una mujer formada, conoce sus derechos, y puede exigirlos. Una niña que consigue acabar sus estudios primarios, tendrá una vida mejor, pero también su familia y su comunidad se beneficiará de ello: tendrá menos hijos, mejorará la alimentación y la higiene familiar, controlará mejor las enfermedades y buscará la forma de que sus hijos tengan una vida mejor. Así, la familia y la comunidad entran en un “círculo virtuoso”: reducen los índices de mortalidad y aumentan los índices de desarrollo humano.
Sin embargo, la igualdad de género no puede quedarse en el mero ámbito familiar y laboral, tiene que haber una repercusión social y de participación de la mujer en la cosa pública. Las mujeres ocupan sólo el 17% de los escaños parlamentarios en el mundo y el 6% de las Jefaturas de Estado. No se trata de realizar políticas de paridad o discriminación positiva, sino de reflejar la realidad y ejercer el derecho de todos los seres humanos a participar en la vida pública.
En el informe se sugieren siete medidas de importancia decisiva para reducir las desigualdades de género: eliminar las cuotas escolares e invertir en la educación de las niñas; invertir fondos públicos en favor de la igualdad entre los géneros; aprobar leyes que concedan una igualdad de oportunidades a las mujeres y que prevengan o den
respuesta a la violencia doméstica, así como a la violencia de género en los conflictos armados; favorecer la participación de las mujeres en la política; incluir a las organizaciones y asociaciones de mujeres desde las fases iniciales de los procesos de desarrollo de políticas; incluir a los hombres y los niños en todos los aspectos relacionados con la igualdad entre los géneros; y mejorar las investigaciones y los datos referidos a las cuestiones de género, que resultan imprescindibles para conquistar avances en esa dirección.
La sociedad civil no puede esperar a actuar y transformar las actitudes, costumbres y prácticas para acabar con la discriminación femenina. Mejorar las condiciones de vida de las mujeres y promover la igualdad de género salvaría la vida de millones de niños.
- Ana Muñoz es periodista.
https://www.alainet.org/de/node/118710
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