El peligro transgénico

Expansión sojera en el MERCOSUR

08/02/2007
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Un informe del semanario Brecha, de Montevideo, advierte sobre el avance del cultivo transgénico en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, en el marco de un modelo agroexportador que conlleva grandes riesgos ambientales y sociales.

En su último número, el semanario Brecha afirma que “la fiebre argentina de la soja genéticamente modificada (GM) no tiene límites”. Argentina produce actualmente más de 40 millones de toneladas de soja transgénica exportable como forrajes, aceites y harinas. Pero el país deberá alcanzar en los próximos años, de acuerdo a la expansión estratégica diseñada por el Banco Mundial (BM) y las transnacionales que operan en el sector del agro, una meta “sustentable” de 100 millones de toneladas de granos y oleaginosas GM.

La publicación uruguaya explica que la fiebre comenzó a mediados de la década de 1990, cuando el ex presidente Carlos Menem autorizó el ingreso de la soja Roundup Ready (RR) de Monsanto, compañía norteamericana que está ligada al 60 por ciento de los cultivos transgénicos del mundo. La superficie sembrada pasó, entonces, de 5 millones de hectáreas a 16 millones en apenas diez años, con lo cual el país alcanzó el segundo puesto mundial en la producción de granos transgénicos, sólo superado por Estados Unidos.

Sin embargo, el lugar en este podio no fue gratuito. “Para lograrlo (Argentina) tuvo que hipotecar su territorio como campo de prueba de la biotecnología desarrollada por Monsanto y otras transnacionales como Syngenta, Nidera, Cargill, Bayer y Basf”, dice el artículo principal del informe.

El semanario también hace hincapié en las aspersiones intensivas con agrotóxicos, elaborados por las mismas transnacionales que producen y comercializan las semillas GM. Los 160 millones de litros de herbicidas que se fumigan anualmente sobre la superficie argentina de transgénicos, están causando, según la opinión del Grupo de Reflexión Rural (GRR) que recoge Brecha, “una catástrofe sanitaria de envergadura tal, que nos motiva a imagina un genocidio impulsado por las grandes corporaciones y que sólo los enormes intereses en juego y la ignorancia cómplice de la clase política logran mantener invisibilizado e impune”.

De todos modos, la problemática sanitaria es apenas uno de los efectos negativos del modelo sojero. El semanario menciona, además, la deforestación, la degradación de suelos y la destrucción de la biodiversidad, así como los desplazamientos territoriales y el desempleo.

“Lo barones de la soja ejercen la fuerza indiscriminada para ampliar sus propias fronteras, expulsando a pequeños productores, campesinos y pueblos originarios, mediante la creación de grupos paramilitares. Se trata de un método que nació con el boom de la soja transgénica, primero en Santiago del Estero, y en los últimos años en las provincias de Salta, Jujuy, Chaco, Tucumán, Formosa, Catamarca, Córdoba y Mendoza. Aquellos que logran sobrevivir a la represión privada pasan directamente a la desocupación urbana”, destaca Brecha, para luego mencionar un estudio del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) que revela que “ocho de cada diez desempleados del Gran Buenos provienen de la agricultura”.

Los cultivos en otros países del Mercado Común del Sur (Mercosur) se presentan en menor escala, pero con la misma rapidez de expansión y capacidad de destrucción.

En Brasil, donde la superficie sembrada de soja RR alcanza las 8 millones de hectáreas, el modelo de los granos transgénicos es “el principal vector de la deforestación del Amazonia”, así como “de conflictos por la tierra y de asesinatos de trabajadores rurales”.

Los sojicultores de los estados sureños de Brasil no se contentaron con sus propias fronteras. Lograron expandirse incluso hacia Paraguay, arrasando con campesinos, montes y campos ganaderos.

Brecha se basa en el análisis del sociólogo paraguayo Tomás Palau para describir la triple pérdida de soberanía que sufrió el país: “Depende de las exportaciones de un solo producto (soja) cuyas semillas será proveídas por una sola empresa (Monsanto); pierde soberanía territorial, ya que grandes extensiones de tierra son adquiridas por extranjeros, en particular brasileños, los llamados ‘brasiguayos’; y también una pérdida de soberanía alimentaria, porque el monocultivo sustituye la diversidad de cultivos de subsistencia de las familias campesinas”.

En esta gran “república sojera” conformada por los países del Mercosur, ni siquiera Uruguay queda al margen del modelo. Según recuerda el semanario, el ingreso de la soja RR fue decretada en 1999 por el gobierno de Julio María Sanguinetti. Hoy es el principal cultivo agrícola del país, con más de 300 mil hectáreas sembradas.

“Las estimaciones sobre las tierras dedicadas a la soja que están en manos de extranjeros, mayormente argentinos, oscilan entre el 50 y 70 por ciento. Las apreciaciones coinciden a su vez en que esta oleaginosa le ha ido ganando espacio a campos ganaderos del centro del país y a otros cultivos tradicionales”, agrega la publicación.

Para el especialista argentino del GRR, Jorge Rulli, quien fue entrevistado por Brecha, la solución al modelo de la soja debe articular tres aspectos en una misma propuesta: desarrollo local, soberanía alimentaria y planificación del territorio.

“Esto implicaría trabajar a pequeña escala, producir alimentos, impulsar el desarrollo local, desarmar las grandes ciudades y cambiar el paridgma. Se tendrían que trasladar millones de personas al Interior, ofreciéndoles comodidades mínimas. Se tendría que hacer todo un rediseño territorial. ¿Quién planifica hoy el territorio? Las empresas. Entonces el Estado tendría que reasumir el rediseño territorial: dónde se quieren las ciudades, cuál es su límite y una planificación en todos los sentidos”, explicó Rulli.
https://www.alainet.org/de/node/119169?language=es
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