Brasil: Un movimiento que quiere cambiar el mundo
27/06/2006
- Opinión
El I Encuentro Nacional de la Marcha Mundial de las Mujeres, en Brasil (del 25 al 28 de mayo) acogió a 460 delegadas de 22 estados y movimientos nacionales, en Belo Horizonte (Minas Gerais). Este Encuentro reafirmó lo que en la práctica estamos construyendo: un movimiento que opta por la acción colectiva, por la movilización y por la radicalización de las luchas. Un movimiento que construye un feminismo que cabe en la vida de todas quienes defienden un mundo justo e igual.
Más allá de haber sido un momento importante para conocer las acciones locales y lo que piensan las militantes de todo Brasil, el I Encuentro se constituyó en un espacio de construcción política. En sus acciones cotidianas, la Marcha emprende un análisis de la sociedad y afirma que los cambios necesitan ser simultáneos: en la estructura general de la sociedad y en la vida de las mujeres.
El capitalismo y el machismo se refuerzan mutuamente, y en este momento de la historia toman la forma de una expansión de las relaciones de mercado para toda la sociedad, para la relación entre las personas y de ellas con la naturaleza.
Si defendemos que hay que transformar toda una estructura milenaria de opresión y discriminación para de esta manera cambiar la vida de las mujeres, es necesario también analizar la coyuntura y las demandas que surgen a partir de ella. Son varios los temas, hay luchas que parecen distantes, como nuestra interpelación al orden neoliberal mundial, que acaban por traducirse en la acción local.
Por lo tanto, es cotidiano el esfuerzo por conseguir unificar lo que aglutina sus activistas, construyendo una visión global e integral de la lucha. El feminismo sirve como reflexión sobre la base material de las desigualdades y demuestra que cada vez más el capitalismo se fortalece, así como el machismo. Al construir una crítica a lo global, recolocamos en agenda la explotación del mercado a las mujeres, o su control sobre nuestros cuerpos.
Cuando hablamos de semillas transgénicas y denunciamos a transnacionales como la Monsanto, en la acción local esto se materializa en la defensa de nuestras costumbres alimenticias, en la utilización de productos como el cuscús y la harina de maíz y en la crítica al monocultivo de la soya. Cuando construimos una batucada con jóvenes mujeres, estamos diciendo que queremos otras prácticas y que no aceptamos la cultura musical machista y estereotipada. Las batucadas terminan transformándose en espacios donde las jóvenes pueden producir, además de la canción y de la irreverencia, debates sobre su día a día y fortalecer sus acciones. Discutir lo global es un instrumento de reconstrucción de nuestra cotidianidad.
Los resultados de la Campaña por la Revalorización del Salario Mínimo, por ejemplo, conciernen a todas las mujeres de la Marcha. Nuestra meta no es solamente alcanzar una política capaz de distribuir ingresos, sino a la vez construir políticas de distribución de ingresos que combatan el racismo, pues son las negras las que están en la base, que ganan menos. Es también una estrategia para cuestionar el modelo de desarrollo en Brasil. Planteamos un nuevo modelo con el cual sea posible cuestionar la “institución” del empleo doméstico, donde el trabajo doméstico sea compartido entre las personas que conviven y se cuente con políticas públicas de apoyo a la reproducción, como guarderías y atención a los ancianos. Y donde las mujeres que hoy sólo encuentran trabajo como empleadas domésticas, puedan estudiar y encontrar otras ocupaciones y carreras. (Traducción ALAI)
Coordinación Ejecutiva, MMM-Brasil.
Más allá de haber sido un momento importante para conocer las acciones locales y lo que piensan las militantes de todo Brasil, el I Encuentro se constituyó en un espacio de construcción política. En sus acciones cotidianas, la Marcha emprende un análisis de la sociedad y afirma que los cambios necesitan ser simultáneos: en la estructura general de la sociedad y en la vida de las mujeres.
El capitalismo y el machismo se refuerzan mutuamente, y en este momento de la historia toman la forma de una expansión de las relaciones de mercado para toda la sociedad, para la relación entre las personas y de ellas con la naturaleza.
Si defendemos que hay que transformar toda una estructura milenaria de opresión y discriminación para de esta manera cambiar la vida de las mujeres, es necesario también analizar la coyuntura y las demandas que surgen a partir de ella. Son varios los temas, hay luchas que parecen distantes, como nuestra interpelación al orden neoliberal mundial, que acaban por traducirse en la acción local.
Por lo tanto, es cotidiano el esfuerzo por conseguir unificar lo que aglutina sus activistas, construyendo una visión global e integral de la lucha. El feminismo sirve como reflexión sobre la base material de las desigualdades y demuestra que cada vez más el capitalismo se fortalece, así como el machismo. Al construir una crítica a lo global, recolocamos en agenda la explotación del mercado a las mujeres, o su control sobre nuestros cuerpos.
Cuando hablamos de semillas transgénicas y denunciamos a transnacionales como la Monsanto, en la acción local esto se materializa en la defensa de nuestras costumbres alimenticias, en la utilización de productos como el cuscús y la harina de maíz y en la crítica al monocultivo de la soya. Cuando construimos una batucada con jóvenes mujeres, estamos diciendo que queremos otras prácticas y que no aceptamos la cultura musical machista y estereotipada. Las batucadas terminan transformándose en espacios donde las jóvenes pueden producir, además de la canción y de la irreverencia, debates sobre su día a día y fortalecer sus acciones. Discutir lo global es un instrumento de reconstrucción de nuestra cotidianidad.
Los resultados de la Campaña por la Revalorización del Salario Mínimo, por ejemplo, conciernen a todas las mujeres de la Marcha. Nuestra meta no es solamente alcanzar una política capaz de distribuir ingresos, sino a la vez construir políticas de distribución de ingresos que combatan el racismo, pues son las negras las que están en la base, que ganan menos. Es también una estrategia para cuestionar el modelo de desarrollo en Brasil. Planteamos un nuevo modelo con el cual sea posible cuestionar la “institución” del empleo doméstico, donde el trabajo doméstico sea compartido entre las personas que conviven y se cuente con políticas públicas de apoyo a la reproducción, como guarderías y atención a los ancianos. Y donde las mujeres que hoy sólo encuentran trabajo como empleadas domésticas, puedan estudiar y encontrar otras ocupaciones y carreras. (Traducción ALAI)
Coordinación Ejecutiva, MMM-Brasil.
https://www.alainet.org/de/node/120913?language=en
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