Eduardo III y la República Senatorial

14/07/2007
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No se sabe si Shakespeare es el autor de Eduardo III, obra que figura entre sus textos apócrifos. Los críticos están de acuerdo al menos en que habría colaborado en los dos primeros actos. La obra aborda un tema perenne: los gobernantes gobiernan gobiernos pero casi nunca saben gobernarse a sí mismos.

 Ya sabemos bien lo que les sucede, a pesar de que cambian los tiempos y difieren las costumbres: se enredan entre faldas, nombran jueces y jurados de su propio juicio, compran una ternera para entrar en el juego falso y venden la manada para no salir de él.

 Fue el rey Eduardo III (1312-1377) quien fundó la Orden de la Liga, la más antigua e importante condecoración británica, que se concede a quienes  destacan por su lealtad a la corona.  La liga es una cinta azul para sujetar las medias. El fundador de la Orden de nombre tan curioso se casó a los 14 años con la belga Phillippa, que le dio trece hijos. Pero más adelante se apasionó por Joan, condesa de Salisbury, la cual insistió en mantenerse fiel a su segundo marido, a pesar del asedio real.

Durante un banquete en Calais, conmemorando la toma por los ingleses de la ciudad francesa, el rey sacó a bailar a la condesa, ante los ojos perplejos de la reina Phillippa y de la corte. De repente una de las medias de Joan se desató y le bajó hasta el pie. El rey, sin el menor embarazo, recogió la liga azul y se la ató debajo de su rodilla izquierda. Ante el murmullo provocado por tan atrevido gesto, Eduardo III pronunció la frase que se adoptaría como lema de la Orden de la Liga: Honit sois quit mal y pense. (Maldito sea quien piense mal).

Si hubiera vivido en nuestra época, Shakespeare tendría a su disposición un amplio material, aunque menos noble, es cierto, sin corona, pues no conviene comparar a Eduardo III con la farsa del senatorial Consejo de Ética.

 Hecha de barro y soplo, la naturaleza humana es siempre la misma. Siendo el soplo de naturaleza divina, invisible y volátil, como todos los dones que dependen de nuestra libertad de acogerlos y cultivarlos, queda el barro como el lodazal en el que metemos las manos, los pies y el alma. Ablandado por el dinero de la corrupción, se vuelve aún más maleable. El corrompido no pasa de arcilla blanda en manos del corruptor.

 En la obra, al advertir a su hija sobre la corrupción en el poder, un noble se expresa en un estilo que lleva la marca registrada de Shakespeare: “(…) el veneno es más fuerte en una traza de oro; la noche oscura parece más oscura a la claridad del relámpago; los lirios que se pudren hieden mucho más que las hierbas dañinas”.

 Nosotros, los brasileños, ya no vivimos en una monarquía, a pesar de la actitud mayestática de algunos de nuestros políticos. Y nuestra República huele a republiquita. En materia de corrupción distamos, y mucho, de la taza de oro, de la claridad del relámpago y de los lirios. Nos quedan las hierbas dañinas: bingos, máquinas tragamonedas, terneras y bueyes. ¡Nuestra podredumbre huele a corral!  Nos hundimos en la indignación como espectadores de una tragedia democrática. ¿Cuándo los espectadores subirán al escenario?

 Darcy Ribeiro se ufanaba, en sus conferencias, del derecho de plagiarse a sí mismo. Todos los que hablan en público saben cómo resulta imposible ser original cada vez que se abre la boca. La prueba más contundente de que Shakespeare metió su cuchara en la preparación de Eduardo III reside en el hecho de que repite literalmente en su Soneto 94 la frase “los lirios que se pudren hieden mucho más que las hierbas dañinas”.

 Por otra parte, en materia de plagio nuestro senatorial cambalache no se queda atrás, dejando de lado el talento. De corral a corral, la pecuaria suena a pecuniaria. Dinero vivo a boca de caja, más innoble que una taza de oro, o entregado por el traficante de influencias a la puerta de casa sin un ramo de lirios.

 La vida supera a la ficción. Pero cuando la repulsa paraliza a los espectadores, campea la impunidad. En lo alto del escenario ellos se esconden en la oscuridad, protegidos por el manto de la inmunidad, haciendo de víctimas cuando relampaguean los flashes de los medios de comunicación. Aquí abajo somos envenenados por el tufo de la podredumbre.  (Traducción de J.L.Burguet)

 

- Frei Betto es escritor, autor de “Calendario del poder”, entre otros libros.

https://www.alainet.org/de/node/122245?language=es
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