La protesta: un derecho democrático
- Opinión
Hace unos días Julio Cotler escribía en El Comercio: “La economía va muy bien, pero la política va muy mal” y si la política va mal, que es lo que trata del bien común, la población tendrá derecho a expresarlo de las maneras que pueda, siempre que sea por medios pacíficos, respetando los derechos de los demás ciudadanos.
Pero esta frase de Cotler la podíamos completar con otra de Pedro Francke, en la República “Para unos chorrea para otros diluvia”, así que si la economía de la que habla Cotler va bien, refiriéndose a la macroeconomía y a los de las capas más altas, la economía de la mayoría con las justas gotea, lo que hace que la protesta sea más justificada.
A este descontento popular al que en varias ocasiones se unió el APRA sumándose a los paros nacionales en tiempos de Toledo, se une la desazón que produce el que las instituciones más cercanas a la población, como los Ministerios de Salud y Educación no funcionen bien. En mayo muchas escuelas rurales no habían empezado las clases, nuestra UGEL ha tenido en estos seis meses cuatro directores, que deshacen lo que hizo el anterior y todos conocemos el mal funcionamiento del Seguro y de los hospitales generales. Sin embargo estas instituciones son las que a nivel de los servicios deben hacer llegar la democracia a los sectores mayoritarios y más desprotegidos. Porque son ellas las que tienen que cumplir con los derechos fundamentales a la salud y la educación como derechos que, entre otros, nos constituyen como ciudadanos/as.
Pero esto de protestar pasa en casi todos los gobiernos democráticos, a no ser el de Fujimori que era más autoritario que democrático y que sobre todos pendía el ser tildado de terrorista y juzgado por unos jueces sin rostro y sin las garantías el debido proceso. Lo que no suele pasar en los gobiernos democráticos es que se penalice la protesta, que en vez de escuchar lo que el pueblo quiere decir con su protesta, se diga que no hay motivo para tal protesta y que es promovida por un pequeño grupo de comunistas radicales, y por tanto se penalice y se justifique la represión que provocó la muerte de cuatro campesinos huelguistas en el último paro nacional. Creemos que no hay partido capaz de movilizar, sin motivo, a la cantidad de población que se manifestó en aquel paro agrario y que posteriormente se manifestó en Moquegua y que también lo hizo en Puno y que próximamente lo hará en el paro de 9 de Julio.
Tenemos que ser conscientes de que la población votó por el cambio y que el slogan de Alan García fue: “Por el Cambio Responsable”, y que de cambio no ha habido nada, sino en el sentido contrario al cambio que pedía la población con ese 47% de los votos que le dio a Humala, en la segunda vuelta. No ha habido reforma del Estado, de la lucha contra la corrupción ni se habla, se ha disminuido la pobreza pero en unos índices irrisorios si los comparamos con las inmensas sobreganancias de la mineras, de ahí el dicho de Pedro Francke: “Para unos chorreo para otros diluvio”. Ha aumentado el empleo pero no los sueldos y sin embargo los alimentos de primera necesidad han subido dos y hasta cuatro veces más de precio, aunque la culpa sea del etanol. Pero todo esto hace que haya motivo para la queja y la protesta nacional.
Lo que tiene que buscar la población son métodos pacíficos, que no recorten los derechos a otras personas, como el del desplazamiento por las carreteras, y que puedan controlar a los delincuentes que a veces aprovechan para saquear o hacer violenta la protesta. Estas cosas son las que, por desgracia, hacen ejercer la violencia desproporcionada del Estado y lo que da pie ahora, aunque no lo justifique, a pretender penalizar la protesta. Pero en definitiva lo que no quiere el Gobierno es oposición, cuando la oposición es necesaria para la democracia, no solo porque tiene la obligación de vigilar sobre los fondos públicos y sobre los excesos de poder que pueda cometer, sino porque tiene obligación de presionar para que se tenga en cuenta su propuesta, que debe ser complementaria a la del gobierno que esté en el poder. En este caso que el Presidente y su gobierno se hagan más gestores de las mayorías y menos de las grandes empresas.
Gobernar es consensuar con todos los sectores, es hacer que funcionen eficazmente las instituciones que sirven a los ciudadanos/as, sobre todo las de salud y educación, es hacer que la Mesa de Dialogo Nacional llegue a acuerdos que se sientan en todo el país. Hacer política es, además, escuchar a la oposición y no descalificarla llamando a todos los que no están de acuerdo con palacio de gobierno: perros del hortelano.
Paco Muguiro Ibarra s.j.
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