Ingrid
05/07/2008
- Opinión
Quito
Nombre legendario, porque la señora Betancourt se convirtió en símbolo por 7 años de la lucha contra el secuestro, un absurdo de violencia torpe, desviada y brutal de una guerra interna en Colombia que asola a ese hermano país, desde hace 60 años, iniciada como una confrontación entre campesinos pobres frente a omnipotentes terratenientes y gamonales, continuada con grandes ingredientes ideológicos y políticos, más tarde manchada por el narcotráfico y el terrorismo de lado y lado.
Del lado insurrecto izquierdista campesino, surgieron grupos de verdaderos guerrilleros que lucharon y murieron en la mística de los revolucionarios, como el sacerdote Camilo Torres que nunca pensaron siquiera usar el secuestro o el terrorismo como arma de lucha.
Del lado gamonal derechista surgieron los paramilitares, generalmente mercenarios, cuyo lenguaje asesino era la acción terrorista.
El Presidente Pastrana asumió la decisión de buscar la paz, como solución política de diálogo civilizado, pero fracasó por perversas interferencias internas y externas, vinculadas al narcotráfico, el negocio de la violencia y hasta los intereses geopolíticos imperiales de implantar el “Plan Colombia”, que es un proyecto de guerra y no de paz.
Se consagraron el asesinato masivo de campesinos a mano de los paras y el absurdo, inútil y criminal secuestro de civiles, acción torpe en que Ingrid Betancourt, por ser mujer, candidata presidencial, persona inteligente, culta y sensible se convirtió en el símbolo de esa absurda arma de lucha que sólo desprestigia a sus autores.
No hay quien, desde el máximo ideólogo de la revolución, Fidel, hasta todos los adherentes a la causa del socialismo y el cambio, que no haya demandado a las FARC, cada vez con más energía, que liberen a todos los secuestrados, incluyendo los prisioneros de guerra, sin condiciones.
De modo que la libertad de Ingrid Betancourt sólo puede despertar emotiva satisfacción, sincera alegría y felicidad. Si alguna reacción puede agregarse a quienes no simpatizamos con la política guerrerista de Uribe y Bush es de indignación frente a la tozudez y torpeza de los dirigentes de las FARC que no quisieron oír el clamor universal para que liberen a los secuestrados sin condiciones.
Una actitud así hubiera tapado la vociferante reacción de los “apátridas sin frontera”, que son tan ignorantes y mediocres que no valoran esa liberación como hecho de paz y no de guerra, pues no se disparó un solo tiro ni se derramó una sola gota de sangre.
Ojalá ese camino hubieran seguido Uribe y sus guerreristas en Angostura, suelo ecuatoriano, que se llenó de bombas, balas, sangre, asesinatos y secuestro de cadáveres, tan perverso como el secuestro de seres vivos.
Algún “analista” cretino dijo en una radio quiteña, hablando de Angostura, que el fin justifica los medios y que, como todos los “apátridas sin fronteras”, se complacen con la violación del territorio ecuatoriano.
La invalorable liberación de Ingrid nada tiene que ver con la condenable violación del territorio ecuatoriano.
Como esto, es la abortada intención de los pelucones de utilizar con toda inmoralidad el asesinato por sicariato del periodista radial Rodríguez para impulsar el NO contra el gobierno.
Ingrid, como la familia de Rodríguez, deben tener mucho juicio para no dejarse utilizar por los “pelucones sin fronteras”.
- Alfredo Vera, escritor, periodista ecuatoriano, ex ministro de Educación
http://alfredovera-ecuador.blogspot.com
Nombre legendario, porque la señora Betancourt se convirtió en símbolo por 7 años de la lucha contra el secuestro, un absurdo de violencia torpe, desviada y brutal de una guerra interna en Colombia que asola a ese hermano país, desde hace 60 años, iniciada como una confrontación entre campesinos pobres frente a omnipotentes terratenientes y gamonales, continuada con grandes ingredientes ideológicos y políticos, más tarde manchada por el narcotráfico y el terrorismo de lado y lado.
Del lado insurrecto izquierdista campesino, surgieron grupos de verdaderos guerrilleros que lucharon y murieron en la mística de los revolucionarios, como el sacerdote Camilo Torres que nunca pensaron siquiera usar el secuestro o el terrorismo como arma de lucha.
Del lado gamonal derechista surgieron los paramilitares, generalmente mercenarios, cuyo lenguaje asesino era la acción terrorista.
El Presidente Pastrana asumió la decisión de buscar la paz, como solución política de diálogo civilizado, pero fracasó por perversas interferencias internas y externas, vinculadas al narcotráfico, el negocio de la violencia y hasta los intereses geopolíticos imperiales de implantar el “Plan Colombia”, que es un proyecto de guerra y no de paz.
Se consagraron el asesinato masivo de campesinos a mano de los paras y el absurdo, inútil y criminal secuestro de civiles, acción torpe en que Ingrid Betancourt, por ser mujer, candidata presidencial, persona inteligente, culta y sensible se convirtió en el símbolo de esa absurda arma de lucha que sólo desprestigia a sus autores.
No hay quien, desde el máximo ideólogo de la revolución, Fidel, hasta todos los adherentes a la causa del socialismo y el cambio, que no haya demandado a las FARC, cada vez con más energía, que liberen a todos los secuestrados, incluyendo los prisioneros de guerra, sin condiciones.
De modo que la libertad de Ingrid Betancourt sólo puede despertar emotiva satisfacción, sincera alegría y felicidad. Si alguna reacción puede agregarse a quienes no simpatizamos con la política guerrerista de Uribe y Bush es de indignación frente a la tozudez y torpeza de los dirigentes de las FARC que no quisieron oír el clamor universal para que liberen a los secuestrados sin condiciones.
Una actitud así hubiera tapado la vociferante reacción de los “apátridas sin frontera”, que son tan ignorantes y mediocres que no valoran esa liberación como hecho de paz y no de guerra, pues no se disparó un solo tiro ni se derramó una sola gota de sangre.
Ojalá ese camino hubieran seguido Uribe y sus guerreristas en Angostura, suelo ecuatoriano, que se llenó de bombas, balas, sangre, asesinatos y secuestro de cadáveres, tan perverso como el secuestro de seres vivos.
Algún “analista” cretino dijo en una radio quiteña, hablando de Angostura, que el fin justifica los medios y que, como todos los “apátridas sin fronteras”, se complacen con la violación del territorio ecuatoriano.
La invalorable liberación de Ingrid nada tiene que ver con la condenable violación del territorio ecuatoriano.
Como esto, es la abortada intención de los pelucones de utilizar con toda inmoralidad el asesinato por sicariato del periodista radial Rodríguez para impulsar el NO contra el gobierno.
Ingrid, como la familia de Rodríguez, deben tener mucho juicio para no dejarse utilizar por los “pelucones sin fronteras”.
- Alfredo Vera, escritor, periodista ecuatoriano, ex ministro de Educación
http://alfredovera-ecuador.blogspot.com
https://www.alainet.org/de/node/128555
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