Final anunciado:

Un nuevo fracaso, esta vez en Ginebra, de la Ronda de Doha

28/07/2008
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Como era previsible, ayer se cayó en Ginebra, la capital suiza de los organismos internacionales, el nuevo intento de dar feliz término a las negociaciones de la llamada Ronda de Doha, iniciada en 2001 en la capital del emirato de Qatar, en el Golfo Pérsico, y de ahí su nombre.

Por cierto, aún se prevén nuevas negociaciones. Claro está, si su predecesora, la Ronda Uruguay, se inició en el balneario de Punta del Este en septiembre de 1986 y concluyó en Marrakech, la vieja capital de los imperios almorávide y almohade en el centro-sur de Marruecos, en abril de 1994, con reuniones ministeriales intermedias en Montreal (Canadá) y Bruselas (Bélgica), bien puede decirse que a la de Doha aún le quedan dos años para batir ese récord entre idas y venidas.

La Ronda Uruguay había sido convocada por el viejo Acuerdo General de Tarifas y Aranceles, más conocido por GATT, su sigla en inglés, el que, precisamente a partir del encuentro esteño devino en denominarse Organización Mundial de Comercio (OMC) que declaró tener como propósitos lograr “el marco jurídico más fuerte y más claro que han adoptado para el desarrollo del comercio internacional, y que incluye un mecanismo de solución de diferencias más eficaz y fiable”, junto con “la reducción global de los aranceles en un 40 por ciento y los acuerdos más amplios de apertura de los mercados en el sector de las mercancías, así como la mayor previsibilidad y seguridad que representa la importante expansión del alcance de los compromisos arancelarios”, y “el establecimiento de un marco multilateral de disciplinas para el comercio de servicios y para la protección de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio, así como el reforzamiento de las disposiciones multilaterales sobre el comercio de productos agropecuarios y de textiles y prendas de vestir”.

Salvo en el primero de los casos donde la OMC sirvió para adoptar algunas decisiones, aún pendientes de cumplir, como la sanción a los Estados Unidos de América ante los reclamos de otros países productores, en particular el del Brasil, por el caso de los subsidios a los productores algodoneros, en los otros dos nada se ha hecho y, el simple enunciado de cada uno de ellos marca claramente lo que se proponían los países más desarrollados a expensas de los menos, motivo de esta nueva fracasada intentona en Ginebra.

Los EUA. Europa y el Japón piden la apertura de los mercados de los países más pobres, como los africanos y algunos latinoamericanos, y de los llamados emergentes como la India, el Brasil y la milenaria China, fundamentalmente, y otros como Suráfrica, Indonesia y la Argentina, para sus manufacturas y sus servicios. Como contrapartida no quieren hacer concesiones en ceder en su proteccionismo en el área de la producción rural. De eso se tratan las discusiones en la Ronda de Doha y a eso se deben sus sucesivas reuniones fracasadas.

El GATT, ahora OMC, creado en 1947, como otros organismos (entre ellos la Organización de las Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento) surgidos a partir de la inminente derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial (acuerdos de Bretton Woods en 1944) fue el resultado de la decisión de los vencedores de establecer un orden que buscara un cierto equilibrio entre ellos y a lo que luego se sumaron los derrotados Japón, Alemania e Italia. En este caso en el manejo del comercio mundial, sobre todo cuando en cierta periferia se habían desarrollado ideas proteccionistas, como en la Argentina de Juan Domingo Perón o en el Brasil de Getulio Vargas, para citar casos cercanos.

Así que la OMC en su segundo propósito dejó en claro que los más poderosos requerían los mercados de los débiles mientras en la cuestión de los “productos agropecuarios y de productos textiles y de prendas de vestir”, producidos por los más pobres, había que establecerán “marco multilateral”, pero sin rumbo conocido.

Un ex representante argentino ante el Banco Mundial (nombre popularizado del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento), Alieto Guadagni, estudioso del tema de los subsidios agropecuarios en la Unión Europea, el Japón y los Estados Unidos, hace años había advertido que la Ronda de Doha estaba muerta. Esos países no iban a mermar sus aportes a sus campesinos pero iban a insistir en la apertura a sus manufacturas y a sus servicios. Incluso haciendo un eje central en las patentes, como sucediera en la Argentina con los medicamentos durante el gobierno de Carlos Saúl Menem.

Con el gobierno argentino encabezado por el presidente Néstor Carlos Kirchner en 2003 la postura argentina retomó el cauce que marcara desde 1928 cuando en la Conferencia Panamericana de La Habana, ya el gobierno de Marcelo de Alvear, en soledad, expuso por primera vez en la historia, sus reclamos contra los subsidios estadounidenses. Subsidios que se agravaron en la postguerra cuando el Plan Marshall dejó fuera de mercado a productores agropecuarios tradicionales como la Argentina y el Paraguay.

El viaje del canciller argentino Jorge Taiana a la India, dos años atrás, en julio de 2006, fue clave para reforzar la posición de estos países en la Ronda de Doha. Unas pocas semanas después se reunió, también en Ginebra, un grupo de negociadores. Taiana, con el aporte de Fernando Nebbia, por entonces subsecretario de Alimentos, fue vital para ayudar al gobierno indio a tomar una posición similar, con el añadido de sus propios problemas y reclamos.

La propuesta hecha por Pascal Lamy, el comisario europeo que convocara a Ginebra en esta última ocasión, había preparado un memorandum inaceptable para muchos, salvo para los EUA, Brasil y unos pocos más. Los emergentes como la Argentina y Suráfrica, debían abrir sus mercados y ver destruir sus industrias a cambio de nada; la India se encontraba ante la extinción de sus pequeños productores rurales y la consecuente hambruna de los mismos. Como contratara la UE no podía dar marcha atrás con sus subsidios (la reina Isabel del Reino Unido es uno de los principales productores beneficiados), por lo que significa su política demográfica (el presidente francés Nicolás Sarkozy es uno de los principales sostenedores) y porque, además, la incorporación de los países de Europa Oriental, del antiguo “socialismo real”, algunos aún muy ruralizados, le creaba un problema en ese flanco. Otras cuestiones eran más fáciles de solucionar, como la “Guerra del Banano”, pero no alcanzaban para la cuestión de fondo y en la OMC hace falta unanimidad, y eran muchos los que no estaban de acuerdo con la propuesta de Lamy, como para que fuese aceptada.


Fernando Del Corro
Periodista, historiador, docente de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). De la redacción de MERCOSUR Noticias.
https://www.alainet.org/de/node/128923

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