Economía solidaria
11/11/2008
- Opinión
Las asociaciones de consumo, las cooperativas, los sistemas de producción agroecológica, las empresas gestionadas por los trabajadores, la construcción de viviendas por ayuda mutua y diversas organizaciones económicas de ese tipo, muchas veces no se reconocen como tales sino como instancias sociales de solidaridad. Entonces no se asume que podrían dejar de estar aisladas si son parte de un modelo de desarrollo basado en la economía solidaria, en el cual el Estado juegue un papel de cohesión.
Un modelo de desarrollo que no esté basado en una economía solidaria no logra una mejor redistribución de la riqueza, por lo tanto no elimina la vieja brecha entre ricos y pobres, y mantiene intactas las estructuras económicas que provocaron la realidad que supuestamente queremos cambiar. La economía solidaria no significa incorporar nociones de solidaridad en las prácticas económicas, significa transformar la economía.
Los sectores neoliberales lograron instalar en el imaginario colectivo que la solidaridad es necesaria para resolver ciertos problemas sociales que la economía no puede superar. Así, la solidaridad no es parte de la economía, es solo una acción que aparece luego que la economía ha producido sus efectos. Entonces la “solidaridad” es un elemento utilizado para que todo siga igual.
Un ejemplo es la explotación minera a gran escala. Un par de empresas transnacionales usufructúan de los recursos naturales, contaminan el agua, dañan la naturaleza, venden el producto dentro de la economía globalizada y dejan sus ganancias invertidas en el exterior. Para paliar los efectos sobre las comunidades y el ambiente se ofrece “solidariamente” invertir parte de las mínimas regalías cobradas por el Estado en las zonas afectadas. Ahí primero está la economía, luego, la supuesta solidaridad llega como una dádiva.
La economía solidaria es otra cosa, implica que la solidaridad se introduzca en la economía misma, y que opere y actúe en las diversas fases del ciclo económico, o sea, en la producción, circulación, consumo y, aunque suene contradictorio, en la acumulación. Propone transformar desde dentro y estructuralmente a la economía, generando una nueva racionalidad económica. Implica un Modelo de Desarrollo Solidario.
Pero no es lo mismo que la solidaridad sea parte de todas las instancias de la economía, de las empresas, del mercado, del Estado, del consumo, del gasto colectivo e individual, que existan ciertos comportamientos solidarios dentro de las actividades económicas.
Hoy, más que nunca, mientras seguimos colocando nuestro granito de arena para, algún día, enterrar el capitalismo, debemos consolidar la economía solidaria como alternativa, desde afuera y desde adentro del Estado.
El otro día en radio La Luna, la Ministra de Inclusión Social, Janeth Sánchez, comentaba la aplicación de la economía solidaria desde su Ministerio con la certeza de quien está convencida en un proyecto social y económico basado en el ser humano. Lamentablemente, la mirada y la práctica transformadoras de Sánchez, no son muy comunes en el gabinete del presidente Rafael Correa, pero tal vez se puedan contagiar...
Publicado en el diario El Telégrafo del 08 de noviembre del 2008
Un modelo de desarrollo que no esté basado en una economía solidaria no logra una mejor redistribución de la riqueza, por lo tanto no elimina la vieja brecha entre ricos y pobres, y mantiene intactas las estructuras económicas que provocaron la realidad que supuestamente queremos cambiar. La economía solidaria no significa incorporar nociones de solidaridad en las prácticas económicas, significa transformar la economía.
Los sectores neoliberales lograron instalar en el imaginario colectivo que la solidaridad es necesaria para resolver ciertos problemas sociales que la economía no puede superar. Así, la solidaridad no es parte de la economía, es solo una acción que aparece luego que la economía ha producido sus efectos. Entonces la “solidaridad” es un elemento utilizado para que todo siga igual.
Un ejemplo es la explotación minera a gran escala. Un par de empresas transnacionales usufructúan de los recursos naturales, contaminan el agua, dañan la naturaleza, venden el producto dentro de la economía globalizada y dejan sus ganancias invertidas en el exterior. Para paliar los efectos sobre las comunidades y el ambiente se ofrece “solidariamente” invertir parte de las mínimas regalías cobradas por el Estado en las zonas afectadas. Ahí primero está la economía, luego, la supuesta solidaridad llega como una dádiva.
La economía solidaria es otra cosa, implica que la solidaridad se introduzca en la economía misma, y que opere y actúe en las diversas fases del ciclo económico, o sea, en la producción, circulación, consumo y, aunque suene contradictorio, en la acumulación. Propone transformar desde dentro y estructuralmente a la economía, generando una nueva racionalidad económica. Implica un Modelo de Desarrollo Solidario.
Pero no es lo mismo que la solidaridad sea parte de todas las instancias de la economía, de las empresas, del mercado, del Estado, del consumo, del gasto colectivo e individual, que existan ciertos comportamientos solidarios dentro de las actividades económicas.
Hoy, más que nunca, mientras seguimos colocando nuestro granito de arena para, algún día, enterrar el capitalismo, debemos consolidar la economía solidaria como alternativa, desde afuera y desde adentro del Estado.
El otro día en radio La Luna, la Ministra de Inclusión Social, Janeth Sánchez, comentaba la aplicación de la economía solidaria desde su Ministerio con la certeza de quien está convencida en un proyecto social y económico basado en el ser humano. Lamentablemente, la mirada y la práctica transformadoras de Sánchez, no son muy comunes en el gabinete del presidente Rafael Correa, pero tal vez se puedan contagiar...
Publicado en el diario El Telégrafo del 08 de noviembre del 2008
https://www.alainet.org/de/node/130775?language=es
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