Organizaciones gremiales rurales o partido político?

Basta de reclamos impropios…

13/11/2008
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  • Opinión
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El conflicto desatado en marzo de 2008 tiene sus crías. Como todo acontecer en el tiempo, inesperadas: intervenciones cada vez más directas o descaradas de “líderes” o dirigentes rurales en los aconteceres de la política diaria.

El gran contamidor De Ángelis (o descontaminador, según sus seguidores en Gualeguaychú) plegándose a quienes reclaman por los derechos de las AFJP, y en las mismas, un gran patroncito, Llambías, otro contaminador y de los grandes, que uno ni imaginaba iba a jubilarse alguna vez (la jubilación para el obrero, y al menos en teoría para el peón rural, jamás la imaginaba uno para el estanciero…); Buzzi formulando en voz alta lo que suele ejecutarse en voz baja; un plan de desgaste del gobierno desde el que se lo pueda ir vulnerando… que lo parió, salimos del conflicto campo-gobierno o mejor dicho, retenciones sí o no, y seguimos en estos bretes…

Quede para otro oportunidad dilucidar si la defensa de las AFJP Afanando Fabulosamente Jodemos a los Pobres (una de las tantas acepciones que pudimos encontrarle en su momento, allá por los ’90 en Humor, a las runflas que se apoderaban de los aportes “jubilatorios”) se refiere a que cada jubilado reciba una mijaga de lo que aporta o a que sus gerentes embolsen millones de pesos anuales; millones, leyó bien, a costa de la “servidumbre voluntaria” de sus reclutados. Quede asimismo para otra oportunidad ver cómo conjugar la defensa de tanta izquierda retro-, progre- o neo- de las demandas de los asamblearios de Gualeguaychú, contra una pastera del otro lado de la frontera y la defensa ¿asamblearia?, con absoluta mala conciencia, de la sojización de este lado de la frontera, como ya pudimos verlo hasta televisivamente (programa de La Liga).

La reacción periodística de quienes no son lacayos de “las cuatro organizaciones rurales” ni aliados del tipo CCC o MST, es decir de periodistas que procuran ser independientes o que en todo caso registran al gobierno K como menos monstruoso que el concierto de la Argentina blanca, genocida y gorila que ha vuelto por sus fueros, o del periodismo francamente K, es preguntarse, y lo hacen en voz alta, por qué los dirigentes campestres no forman su partido político.

Razonan así: esta gente ya se pasó de las demandas gremiales, específicas (como fuera el conflicto en su primera fase en marzo 2008), ahora “van a por todo”. Para eso, para hacer y disputar en política, están los partidos políticos; seguir haciéndolo desde sus “representaciones” gremiales arrastra indebidamente a otros en planteos que pueden ser compartidos o no. Introducen un estado de mala salud… política.

Sin embargo, estos analistas pasan por alto que no necesariamente reclamos políticos requieren de partidos políticos para su expresión e incluso su consecución. Los reclamos de los movimientos de trabajadores desocupados que tuvieron que hacerse desde afuera de las organizaciones sindicales porque éstas, munidas de un celoso egoísmo profesional, se cuidaron muy bien de atender los reclamos de los trabajadores desde el día en que eran despedidos allá por los ’90, rápidamente rebautizados mediáticamente como piqueteros, adquirieron tono y tonicidad política, con lo cual presenciamos una vez más planteos políticos desde organizaciones en este caso sociales, territoriales. Es cierto, empero, que estos emetedés, o agrupaciones piqueteras fueron progresivamente deglutidas o incorporadas a diversos partidos políticos o jugarretas políticas, al punto que, hasta partidos que carecían de masa crítica propia en situación de constituir una corriente piquetera, lo lograron igual mediante otros recursos como ser económicos, monetarios y organizativos.

Pero no sólo los piqueteros, siquiera transitiva y fugazmente plantearon demandas políticas, al estado, desde fuera del espectro político; también lo han hecho los mismos sindicatos, operando a veces como pantalla de partidos políticos que así refractados tenían mayor alcance.

Pero más allá de la experiencia de coyuntura, de sindicatos realmente entrelazados en sus cúspides con organizaciones políticas, tenemos el caso, ya no actuante en la realidad argentina, pero histórico, de las organizaciones gremiales anarcosindicalistas. Que se basan en la lucha económica y social y rechazan el plano político, y por lo tanto hasta la misma existencia de los partidos políticos, y del mismo estado. Los anarcosindicalistas plantean pública y conflictivamente sus demandas sin pretender “elevarlas” por medio del parlamento u otras instancias políticas; en todo caso triunfar para tal metodología, sería vaciar las instancias políticas de sentido y “devolver” a la sociedad directamente la gestión de sus propios asuntos. Los anarcosindicalistas no van a negar con ello órganos generales, territoriales, coordinadores, que el lenguaje habitual califica de políticos; pero aspiran a que una sociedad que se autogobierne evitará que tales instancias “generales” tengan atribuciones de poder propio; ejerzan coacción o coerción sobre los otros sujetos sociales.

Y si pensamos en reclamos políticos desde organizaciones gremiales, no podemos dejar de pensar que los fascistas tampoco tienen simpatía alguna por los partidos políticos y han reclamado insistentemente en sus abordajes teóricos por constituir una dimensión política del estado, que lo abarque todo lo opuesto de los anarcosindicalistas con una representación política y legislativa desde los diversos gremios, mejor dicho desde las diversas ramas de actividad, industriales o de otra índole, que “enviarán” sus representaciones a los órganos del estado corporativo. Representación que confunde, deliberadamente, en una unidad orgánica, a patrones y asalariados, o patrones y peones. Ya podemos imaginar nosotros, en tal caso, quienes representarán a quiénes, al estilo de los “sindicatos verticales” del franquismo o de alguna ruta argentina. Otra diferencia radical con el anarcosindicalismo, que excluye y suprime teórica y operativamente al universo empresario.

Con lo expuesto, esperemos, alcance para dimensionar en qué esquema ideológico se sitúan nuestros ágiles agitadores rurales que han salido al ruedo “y se apuntan en todas” y que les ha permitido a ideólogos como Grondona, hablar reiteradamente del derrocamiento del gobierno K. La palabreja “derrocamiento” tiene una connotación fuerte, es mucho más que un mero cambio de banda presidencial a fin de período. Algún trasnochado lo puede creer revolucionario. Como pasó más de una vez con las acciones callejeras del fascismo.

Pero “derrocamiento” no tiene porqué aludir a ningún fin de la infamia, sino más bien a otro “buen comienzo” de la misma.

No es justo, entonces, seguir reclamándoles a “nuestros” dirigentes rurales, o mejor dicho, gestores del Agribusiness en la periferia que recibe el nombre de Argentina, una coherencia que de pronto, aunque no la hayan manifestado ya la tienen. De pronto son, nomás, piqueteros, anarcos o fascistas… Juzgue el lector donde mejor se sitúan…


Luis E. Sabini Fernández
Docente de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofìa y Letras de la UBA, a cargo del área de ecología, periodista y editor de Futuros del planeta, la sociedad y cada uno.
https://www.alainet.org/de/node/130818?language=es
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