Grecia, la crisis europea

10/05/2010
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Cuando el argelino Jacques Attali publicó en 1994 su libro Europa(s), luego de renunciar en junio de 1993 a la presidencia del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) creado en 1990 para favorecer la transición hacia la economía de mercado de los países excomunistas de la Europa Oriental, comenzó su reflexión con las siguientes palabras…
 
“Europa, si bien se mira, no existe. No es un continente, ni una cultura, ni un pueblo, ni tampoco una historia. No está definida por una única frontera, ni por un único destino o sueño común. Existen en cambio, Europas, que se difuminan cuando se intenta captar sus contornos con demasiada precisión… (pero eso sí) Europa es el único continente que ha sembrado, a los cuatro vientos, sus lenguas, sus idas y sus hombres”.
 
Cuna de imperios que, cada uno en su momento, diseminaron sus ideas bajo el yugo de la fuerza bruta conquistando territorios en el mundo, aparte de bien armados con los libros del catolicismo en la punta de la espada. Fincaron, eso sí, el eurocentrismo como eje de dominación donde todo lo que ellos proponían era lo “razonable” y “natural”. Tanto como justificar la guerra, legalizar la esclavitud, o la explotación después. Las ciencias occidentales para justificarlo todo.
 
Siempre lo suyo era lo mejor. El idioma, la razón, el arte, pero también el sometimiento, el sufrimiento y la desaparición después. No obstante, ocurrió que cada país, cada imperio, cada nación-Estado, salió a perseguir lo propio; ya fuera en África, ya en Asia, ya en América. Ya Inglaterra, ya Portugal, ya España, tantos más. Pero cada cual bajo intereses muy definidos. Primero salieron en son de conquista, luego lucharon entre sí por el reparto del botín. Como se dice, cada quien para su santo. Eso fue antes. Lo ha sido siempre.
 
Cuando se discutía el Tratado de Maastricht, muchos auguraban que la fiesta no duraría tanto. Que operaría como mecanismo para la solución de controversias, en el nivel de la política. Por eso en el ámbito del desarrollo económico, “del mercado común” europeo, permanecía la desconfianza. Y con razón, porque bien visto el asunto, cada país vela por sus propios intereses. Por eso la Gran Bretaña no le entró a la unión monetaria y defendió su independencia.
 
En el capitalismo cada país cuida de sus empresas, no se diga en la etapa de la globalización neoliberal. Y brinca más el tema en esta etapa donde la globalización de las finanzas entró en crisis y los países no encuentran la salida. Y las Europas están siendo sacudidas también por esta situación porque igualmente les está pegando la crisis financiera. Por eso, como dijimos ayer en este espacio, la cadena se rompe por el eslabón más débil. Y ese eslabón es Grecia.
 
Por eso se entiende la mano dura deAlemania para con sus deudores. Por lo mismo, la reticencia de la presidenta Angela Merkel a negociar en buenos términos con el gobierno de Papandreu, hasta que interviene el presidente de Estados Unidos Barak Obama. Porque la crisis griega se propagará no sólo por Europas sino por el resto del mundo. Como afectaron las otras crisis citadas ayer que comenzaron con el Efecto Tequila de México en 1995.
 
Porque el temor de Obama está fundado, desde el momento que nadie sabe cómo salir de la crisis financiera. Lo que sí sabe, es que apoyar aquellas empresas que especularon para inflar la burbuja derivada del mercado de vivienda, entre ellas Goldman Sachs (algo que luego arremetió en contra de todo el sistema financiero y de ahí a la economía real) le pega en los hechos a empresas como General Motors y Chrysler, otrora boyantes y bandera del crecimiento mundial de los EU.
 
Sólo la intervención de EU suavizó la postura de Alemania frente a Grecia. Pero por eso mismo, el presidente Papandreu dio a conocer las medias de contención a la población el mismo día 2 de abril (un día después de la celebración del Día Internacional del Trabajo), cuando se supo que el préstamo para el rescate sería de 110 mil millones de euros.
 
La factura implica: recortes salariales para los funcionarios, reducción de los montos de las pensiones, aumento a los impuestos a las empresas, el IVA y otros especiales a productos como el combustible, el alcohol y el tabaco. Son, dijo el presidente heleno, “los sacrificios de hoy duros pero necesarios. Es la decisión correcta”.
 
Ciertamente que la población es la que pagará los platos rotos. Lo saben y por eso protestan en las calles de las más importantes ciudades. Por eso dije ayer que la razón les asiste en protestar. Porque las gentes de a pie no son las responsables de la malas decisiones de sus gobernantes. Porque las personas trabajadoras no son las responsables de que los especuladores se lleven el dinero para otros mercados; sobre todo en estos tiempos de sequía en los bancos.
 
Por lo mismo, sé que la Unión Europea está a prueba. Y de cómo ayude a Grecia a salir de la debacle actual (o no lo haga), dependerá cómo lidie con la crisis. Pero está claro que las Europas no lo harán en solidaridad. Pero luego que no se quejen de las consecuencias, porque el efecto dominó es muy posible. Al menos en las actuales condiciones. Y, por cierto, como lo dijo el economista Nouriel Roubini —el que predijo al detalle la crisis financiera mundial—, es verdad que la crisis se expande amenazadoramente y con rapidez a todo el mundo. Y que Grecia es la punta del iceberg.
 
Pero lo que no creo es que el asunto dependa de un plan B. Ni Alemania ni las Europas tendrían propuestas para un plan alternativo. Ni lo buscarán siquiera. Por eso digo que la crisis griega pone a prueba a la zona euro. Renacen las polémicas, también, sobre el futuro del capitalismo globalizador no solo europeo sino mundial. Porque todavía no hay rutas trazadas. Y, en tanto no haya propuestas para salir de la crisis financiera global, tampoco habrá opciones para Grecia, más allá del plan de austeridad impuesto por Papandreu a exigencias del FMI. El reto es mundial; las amenazas también.
https://www.alainet.org/de/node/141327
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