Morir para dar vida

02/06/2010
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  • Opinión
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No era la lluvia de arena y el diluvio lo que se esperaba, era para la posibilidad de un terremoto que se estaban preparando las autoridades. El Pacaya y Ágatha nos sorprendieron sin condiciones para afrontar su furia.

Las casas mal construidas, en lugares inapropiados, el mal estado de las carreteras, las autoridades locales improvisadas y sin liderazgo para superar el caos y otros problemas estructurales que hoy se agravan, han dejado más de cien víctimas mortales, miles de viviendas inundadas, pérdidas materiales a miles de personas, caminos obstruidos, poblados aislados y un serio daño para la economía nacional.

Conmemoraciones como el Día Internacional de la Salud de las Mujeres y el Día Mundial sin Tabaco, que son oportunidades para reflexionar sobre cuestiones fundamentales para preservar la vida, han pasado a otro plano ante lo dramático que estamos viviendo. Es imposible no ponerse en el lugar de los de siempre, aquellos que tienen inundadas sus viviendas, los que están en refugios sin esperanza de futuro, los que perdieron a sus amados(as) seres y los que acarrean sus miserias en bolsas plásticas.

Nuestro país está clasificado como de altísimo riesgo ante los fenómenos naturales que ocasionan desastres sociales debido a la desigualdad, la pobreza y demás condiciones de sobra conocidas.

En Lima, el Grupo de Trabajo Regional para la Reducción de la Mortalidad Materna organizó una conferencia de mujeres líderes para romper el silencio y sumar voces a la prevención de la muerte materna, un drama que muchos asumen como una causa natural de muerte para las dadoras de vida. De todos los objetivos de Desarrollo del Milenio, el cinco, referido a este aspecto, es el que menos ha progresado, es el menos financiado y, por lo tanto, es parte de esa agenda inconclusa. La gran deuda social es evidente.

Las 70 asistentes, provenientes de distintas experiencias de vida, profesiones y posturas, originarias de los países con mayores índices de muertes maternas, entre ellos Guatemala, coincidimos con las expertas en la necesidad de colocar este tema en la agenda pública, con un enfoque interculural y en exigir ser tomadas en cuenta en la planificación de las políticas públicas de salud.

La mortalidad materna evidencia la desigualdad, las inequidades, la exclusión y la subordinación de las mujeres. La pobreza, las condiciones de vida, la ruralidad y la pertenencia étnica incrementan las posibilidades de muerte; este es un problema de salud publica en los países más pobres, sus causas son evitables y es la máxima expresión de injusticia social.

Datos revelan que en Guatemala el 40 por ciento de los partos son atendidos por personal capacitado, mientras que el 60 por ciento restante son asistidos por comadronas o por las familias; muchas veces no hay asistencia. Las comadronas son reconocidas y respetadas en sus comunidades, han dedicado su vida al servicio de la población, la mayoría son ancianas indígenas. La directora de Fondo de Población ha señalado que, al realizar inversiones en las parteras, los gobiernos pueden lograr el acceso universal a la salud reproductiva y contribuir a mejorar la salud materna.

El embarazo adolescente o de niñas causa cinco veces más riesgo que el de mujeres de 20 años, debido a su vulnerabilidad social y a la fragilidad de su cuerpo, a la falta de acceso a los servicio de salud y a la ausencia de información.

Inscríbanse en esta cruzada de prevención.


-          Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, es directora de la Agencia CERIGUA. http://cerigua.info/portal/

https://www.alainet.org/de/node/141921
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