Día de la Raza, 518 años y nada

12/10/2010
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La conquista del imperio, a sangre y fuego

España y Portugal ignoraron las culturas

 

La conquista, lo mismo que el poder de imposición, ha de aportar, cosa esencial en toda sociedad humana, algún beneficio consigo, o bien los hombres con toda su fuerza la rechazarán”: Thomas Carlyle (1795-1881).

 

El 12 de octubre de 1492 ocurrió lo que se conoce como el Descubrimiento de América, con el arribo de la flota de marineros-aventureros encabezada por Cristóbal Colón. No sería sino a partir de 1913 cuando el acontecimiento comenzaría a recordarse como el Día de la Raza, a iniciativa de Faustino Rodríguez San Pedro, entonces dirigente de la Unión Iberoamericana y también exministro español, y adoptada después por los países de Latinoamérica.

Un pueblo conquistador divide al país entre los conquistadores, e impone así una determinada repartición y forma de propiedad territorial… O bien reduce a la esclavitud a los conquistados y convierte así el trabajo esclavo en la base de la producción...”. Lo practicaron los ingleses en Irlanda, el imperio romano en sus dominios, los germanos, etcétera. Ambos procedimientos se dieron en América. Se trata de una reflexión de Marx de mediados del siglo XIX, pero que ayuda a entender lo ocurrido en este continente. El conquistador llegó a trastocar las formas de propiedad y de usufructo a favor de la corona española con métodos por lo menos esclavistas. Todo con el uso de la fuerza; es decir, a sangre y fuego.

Pero no fue todo. Los conquistadores llegaron, además, con la anuencia papal romana [las bulas de Alejandro VI de 1493, y el subsiguiente envío de misioneros católicos] a España y Portugal, para someter a los nativos a cuenta de la evangelización. Es decir, que a los mal llamados indígenas [los viajeros, entre ellos Colón, creyeron llegar a la India porque iban en busca de la ruta de las especias de Asia] se les arrebató su propiedad, se les sometió y de paso se les impuso una creencia completamente ajena a su idiosincrasia.

Ya en 1992 se discutió abiertamente en el continente, sobre el significado de los 500 años de la conquista española y portuguesa -porque a veces se nos olvida que también Portugal era una potencia marítima, por eso llegó a territorio brasileño- de América. “¿Encuentro o choque de dos culturas?” “¿Qué celebramos, qué festejamos?” Fueron algunas de las interrogantes, con respuestas a medias como para no quedar mal con la “madre patria”. Mucha algarabía para tratar de camuflar los acontecimientos posteriores al arribo de aquellos aventureros encabezados por Colón.

Descubrimiento” civilizatorio, como si antes de eso haya existido la nada; un vacío cultural como respuesta. Pero esa ha sido la interpretación historiográfica, desde el punto de vista de los conquistadores. Son los que detentan el poder los que escriben la historia a su manera. Es el fenómeno cultural conocido desde el siglo XVIII como eurocentrismo que prevalece en el viejo continente y es aplicable a otras culturas. “Se habla -dice Wikipedia- de una específica racionalidad o perspectiva de conocimiento que se hace hegemónica colonizando y sobreponiéndose a todas las demás, previa o diferentes, y a sus respectivos saberes concretos, tanto en Europa como en el resto del mundo”.

Pasando por alto la existencia de civilizaciones portentosas como la maya, peruana, mexica, etcétera. Con conocimientos a la altura de otras culturas como la de Egipto, hindú, china o japonesa. También concepciones del mundo tan complejas como la de los cristianos. Pero sin las aberraciones de la Iglesia católica de sometimiento obligado, psicológico y de muerte —contra una serie de prácticas consideradas demoníacas— con los métodos de la “santa inquisición”.

Pero los españoles, sobre todo, durante los 300 años que estuvieron dominando a las poblaciones de América, nunca cultivaron un encuentro civilizatorio, o de dos culturas. Brincos dieran por entender siquiera la lengua, no digamos practicar los rituales, las formas de vida; como la sanidad del cuerpo [los “indios” sí se bañaban en temazcal], de respeto por la naturaleza y a los semejantes: a las mujeres y los niños como los antiguos pueblos.

Fue una presencia bajo el sometimiento total para explotar las riquezas. Extracción de oro y plata de riquísimas minas, primero, el usufructo del cultivo de las tierras después. Eso fue lo único que les interesó a los colonizadores que llegaron después de aquel fatídico 1492.

Desde entonces nunca ha habido auténtica independencia, ni material ni mental completa, pese a las luchas independentistas de principios del siglo XIX en México y Latinoamérica en general. Todavía prevalecen los traumas y las debilidades del; también el individualismo, el machismo, el egoísmo, el maltrato a la mujer como reducto de un español que llegó castrando tierras y personas a las que trató como animales [“seres sin alma”, dirían los evangelizadores]. El invasor hizo la guerra a pacíficos indígenas que les dieron la bienvenida como “dioses barbados”.

Si a los 500 años no hubo nada que celebrar, tampoco ahora a los 518. En absoluto. Ni a mexicanos, tampoco a latinoamericanos. Todo lo contrario. Se castró a los indios con la imposición de una lengua ajena, costumbres y creencia en dioses extraños, abusando de la experiencia no menos cruel de la invasión de los moros a la península ibérica por 700 años. Con la evangelización llegaron creencias falsas a México como la Virgen de Guadalupe. Más para sobreponerla a la Tonantzin, porque no encontraron otro modo. Los templos cristianos, las iglesias fueron edificadas piedra sobre piedra por encima de las pirámides y de otros templos mexicas [mal llamados aztecas].

Durante 300 años la corona de España tuvo para pagar sus deudas en Europa, la corte darse vida de lujos e inundar el incipiente mercado comercial europeo de oro y principalmente de plata. El auge que tuvo aquel continente en la segunda mitad del siglo XVI fue debido a las riquezas de América. Hoy no han cambiado mucho las cosas. El auge que tiene la banca española es debido a sus “inversiones” en América. América sigue siendo fuente inagotable de riquezas, de materias primas y recursos varios.

A estas alturas, lo menos que debería ocurrir es el apoyo para que América salga del atraso en que lo metieron tanto España como Portugal extirpándole sus riquezas. El reconocimiento de los atropellos, su ignorancia por no valorar lo que encontraron en América. Pero los imperios son así: llegan para apoderarse de todo, y si pueden más. En esas anda España con Latinoamérica ahora, tratando de llevarse más de lo que ya se llevó durante 518 años. ¿Qué celebrar? Absolutamente nada.

Correo: maniobrasdelpoder@gmail.com

 

https://www.alainet.org/de/node/144798
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