El oráculo del FMI

17/10/2010
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No hay salvación fuera de la fe en la globalización dirigida por el libre mercado, dijo con otras palabras el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, al subrayar que las naciones, individualmente, no deben usar el “arma monetaria” para tratar de aumentar sus exportaciones y que la única solución es la cooperación global, sobreentendiendo que esta debe basarse en la imposición de reglas globales definidas por el sector financiero y los “independientes” (¿de quién?) bancos centrales. Lo que el oráculo del FMI no dijo es que al controlar la principal divisa de reserva e intercambio mundial Estados Unidos viene desde hace décadas utilizando todas las “armas monetarias”, desde la impresora de billetes hasta los préstamos con tasas negativas al sistema bancario, lo que le permite inflar burbujas financieras -con ayuda de las recetas del FMI- en beneficio de ramas financieras, y que al implotar crean crisis regionales o globales, como en 1987 o 2008.
 
Los llamados a mantener la fe no vienen solos, lo que explica que el Banco de Suecia haya otorgado el premio Nóbel de economía a tres apóstoles de la autorregulación de los mercados laborales, los economistas Dale Mortensen, Peter Diamond y Christopher Pissarides, por estudios que afirman que la intervención del Estado puede ser perjudicial para equilibrar la oferta y la demanda laboral. Curioso premio en momentos en que la tasa de desempleo en muchos países es la más alta desde la crisis de los años 30 y que en lugar de estimular las economías los gobiernos en la mayoría de países industriales adoptan rigurosas políticas de austeridad. Como dijo el economista argentino Emmanuel Agis a Página/12, el otorgamiento de este premio “en momentos en que se discuten estos temas en Estados Unidos () tiene un fuerte significado político y una errónea lectura del capitalismo”.
 
El anuncio de los Nóbel tuvo lugar casi al mismo tiempo que el conocimiento del deceso –a los 99 años- del economista francés Maurice Allais, Nóbel de 1988 por su tesis sobre la eficiencia absoluta de los mercados concurrenciales. Allais, quien tuvo una formación científica pudo ver con sus propios ojos los estragos, con el desempleo y la miseria, de las crisis económicas y financieras de los años 30 en Estados Unidos y Europa. En su juventud flirteó con las ideas neoclásicas de Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y Milton Friedman, pero por su formación científica, en la cual la fe solo tiene lugar en cuanto al rigor de la investigación, nunca perdió de vista los riesgos de darle la luz verde al sector financiero. Como recuerda Marie-Sophie Ramspacher en el diario francés Les Echos, Allais hizo trabajos teóricos que lo llevaron a concluir que “cuando hay menos riesgo (en las operaciones financieras) los especuladores huyen”. Recordando que cuatro meses antes de la crisis de 1987 alertó a los políticos en Francia sobre “los efectos de una especulación ilimitada (y) los riesgos de una disociación de la economía monetaria y real”. En las últimas décadas se definía como un “liberal socialista”, y en 2009 escribió en la revista Marianne, que “un proteccionismo razonable entre países de niveles de vida muy diferentes es no solamente justificable, sino absolutamente necesario”. Y también advertía que era necesario restablecer los impuestos sobre las ganancias del capital. Esta evolución de Allais quizás explique la animosidad que despertó en su colega y Nóbel Paul Samuelson, el teórico de las ecuaciones matemáticas que justifican el “win-win situation”, que las diferencias económicas y sociales entre los países lleva a que lo que un país pierde de un lado lo gana en el otro, que por ejemplo los empleos perdidos en la manufactura de los países industrializados se ganan en el sector de servicios y que las bajas de salarios se compensa con el abaratamiento de los precios de importación. Esta teoría sirvió de justificación a la embestida para liberalizar el comercio mundial y deslocalizar las industrias a partir de los años 90.
 
De paso cabe recordar que no hace muchos años Samuelson se autocriticó –y ninguno de los defensores del libre mercado lo señala- al reconocer que se había equivocado al no incorporar la posibilidad en sus ecuaciones del “win-win situation” de países que podían tener todas las cartas en su mano (mano de obra barata, numerosa y calificada)y que saldrían ganando netamente, como el caso de China, lo que implica que otros países terminarían perdedores en casi todos los frentes.
 
Retornando a los peligros de “guerras monetarias” y la incapacidad del FMI de llevar a los países a un “terreno de acuerdo”, la economista Yves Smith de nakedcapitalism.com reproduce esta semana el artículo The Dangers of Overselling, and Overdoing, Global Trade de Dani Rodrik (2007), donde éste alerta que por su simplismo –si la globalización es buena, lo mejor es más globalización- los proponentes de la globalización son quizás sus peores enemigos. Según Rodrik, “si hay una lección del colapso de la versión del siglo 19 de la globalización esta es que no se puede dejar a los gobiernos nacionales en situación de impotencia frente a las necesidades de sus ciudadanos”.
 
Para el incisivo Satyadit Das, autor de Traders, Guns & Money: Knowns and Unknowns in the Dazzling World of Derivatives, desde que se puso fin al “patrón oro” y los acuerdos de Bretton Woods –a comienzos de los años 70 y por presión de Estados Unidos que estaba endeudado por la guerra en Vietnam-, las divisas se convirtieron en las armas privilegiadas de las guerras económicas y comerciales, recordando que el elemento clave de los “modelos” de desarrollo  económicos de Alemania y Japón, para asegurar costos competitivos y altos niveles de exportación, ha sido una moneda devaluada. Y ese modelo fue copiado por un creciente número de países emergentes, entre ellos China.
 
Tal modelo funcionó bien en el contexto de una economía mundial fuerte y en crecimiento, pero no puede funcionar en un mundo de bajo crecimiento, desempleo y baja demanda. Para Das una emergente y toxica combinación de inflexibles acuerdos monetarios globales, el destructivo ciclo de devaluaciones monetarias y de restricciones comerciales, así como la necesidad de los gobiernos de reducir el gasto para balancear sus presupuestos, es reminiscente de los años 30 y presagia un amenazante período de “prolongado estancamiento económico global”. Y concluye subrayando que la globalización de las complejas relaciones financieras, tan aplaudidas antes de la crisis del 2008, están ahora probando ser una traba en la resolución de la crisis.
 
- Alberto Rabilotta, Toulon.
https://www.alainet.org/de/node/144858?language=en
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