Crisis del capitalimperialismo

02/11/2010
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*Guerra de divisas o guerra de declaraciones
 
*La salida de la crisis depende de los ricos
 
Se sabe comúnmente que en tiempos de zozobra o de fragilidad, el riesgo es tal que basta un rumor para que todo se venga abajo, y se manifieste en forma de crisis. Pero la verdad es la inversa: en tiempos de crisis cualquier rumor es suficiente para que el ambiente sea de fragilidad permanente. El caso es que hasta por un chisme todo se puede caer.
 
También se sabe de común acuerdo, que los tiempos de crisis son de oportunidades y de alternativas para salir airosos y fortalecidos a nivel individual, lo cual es verdad siempre y cuando las variables estén bajo el control de dicho individuo, porque de lo contrario los problemas pueden hasta crecer y complicarse. Ni se diga cuando se habla de la economía y su influencia en la vida de las personas, donde las circunstancias resultan más lejanas.
 
Ambas condicionantes, digamos, son válidas a nivel individual como social. Porque, visto desde arriba o in abstracto, las leyes del capitalimperialismo que rigen a la economía mundial devienen inevitablemente en crisis periódicas. Y si bien el impacto difiere de unos países a otros dependiendo de su grado de desarrollo económico, golpea hasta las sociedades y los individuos. Y la fragilidad de las economías actuales se rige, en última instancia, por el mayor o menor comportamiento casino de los sectores financieros que bañan al resto de las economías arrinconándolas al grado del desastre.
 
Como sabemos, el fondo de la actual crisis del capitalimperialismo es financiera. Y, salvo algunos intentos tibios de regular a las bolsas del mundo en Estados Unidos y en Gran Bretaña [las famosas inversiones de riesgo, o sus valores a futuro], así como de quitarles recursos vía impositiva por las ganancias derivadas de actividades especulativas como en el caso alemán, el resto es especulación pura desde los corrillos de las bolsas mundiales.
 
Es más, como en la cúspide del poder de ese capitalimperialismo están los magnates mundiales, los dueños de la riqueza acumulada en pocas manos, los señores que controlan la inversión depositando o retirando a su antojo los fondos de cualquier país que no les ofrece garantías, pues entonces el control no sale de sus manos y tienen al mundo en una canica.
 
Principalmente por la falta de reglas del juego. Ya se sabe que el capitalismo imperial funciona de acuerdo con la doctrina del libre mercado, el laissez faire. Pero también que es libre lo que les conviene a los inversionistas. A los países que apoyan a dichos inversores. Nada más. Con todo y los acuerdos comerciales, de derrocamiento de barreras o apertura de fronteras sin restricciones aduanales, lo que sea que se pregone por el mundo.
 
Con todo y eso, en el fondo [y no tanto], así como no se regulan las actividades del capital financiero tampoco hay tal libre mercado. Porque lo primero es, desde el punto de vista de la economía real [la de carne y hueso que produce en cualesquiera de los sectores básicos de un país], el proteccionismo de los mercados propios. Es claro que los países ricos pregonan puertas abiertas a la competencia externa, pero son los primeros que se reservan o controlan la apertura.
 
De igual modo cuidan todo lo demás. Defienden sus intercambios comerciales, protegen sus inversiones, cuidan sus monedas y todos quieren ganar más, porque su política internacional es la de ganar-ganar. No importa que otros pierdan. Y en eso cada país desarrollado vela por sus intereses sin importar los ajenos. ¡Y que nadie se rebele porque para eso están las maquinarias militares industriales para salir a la guerra contra los enemigos de la “libertad”, la “democracia” o el “comercio libre”!
Claro está que la prioridad es preservar las riquezas y sus mecanismos especulativos. Luego vienen las economías que los respaldan o les dan sustento. Atrás, o al último, está lo que piense, quiera o digan las personas. La sociedad no interesa. Y los Estados son meros instrumentos. Serviles del propio sistema.
 
Bajo esta perspectiva, entonces, queda claro que cualquier medida que se tome no impactará a los verdaderos culpables de la crisis del capitalismo en los países desarrollados que amenazan a los “en vías de desarrollo” y a los más pobres. Por eso se han tomado medidas restrictivas al interior.
 
Se dice que los problemas [causas, consecuencia o medio para salir de la crisis] son los elevados déficits presupuestales, que los gastos de los Estados son muy altos [y así se golpea a las políticas sociales en varios países], etcétera. Pero lo peor de todo, que la crisis la pagan los más débiles de la cadena, aquellos que contribuyen para la creación de riqueza vía la plusvalía, y son los menos responsables de la debacle del capitalimperialismo; los trabajadores con sus raquíticos salarios.
 
Restarle poder adquisitivo o eliminar beneficios históricos de la clase trabajadora en siglos de lucha, han sido las acciones de los países europeos en Grecia, España, Portugal, Francia, Alemania, Irlanda, etcétera, so pretexto de bajar déficit fiscal al Estado. Pero se les olvida que las monedas andan sueltas. Y que países como China los tiene en un puño, por la gran cantidad de billetes de tipos y denominaciones en sus bodegas.
 
Por eso ahora se habla de la “guerra de divisas”. Como preguntó recién The Economist, ¿cómo detenerla? A nivel de retórica, al menos, desde que el ministro brasileño de finanzas, Guido Mantega, lo declaró el 27 de septiembre se desató la rebatiña. La guerra de rumores, que pega según el tamaño de la fragilidad. Y la inestabilidad es grande. Porque, salvo Alemania, ninguna economía desarrollada muestra signos alentadores comenzando por Estados Unidos. Al contrario.
 
Por eso levanta polvo el tema de las divisas. Porque, además, es la guerra de todos contra todos. Claro que China es atacado para que revalúe el yuan, pero Estados Unidos ni Europa ceden a los reclamos de no imprimir billetes para enfrentar gastos. Eso es inflacionario. Lo peor es que el mayor riesgo es para los países en desarrollo, que no quieren ser arrastrados por la avalancha monetaria al alza porque daña las exportaciones, ni víctimas de los flujos especulativos desde afuera. Por eso Brasil toma medidas, Tailandia igual anunció que retendrá el 15% de dichos flujos.
 
Si no se regula al capital especulativo, que tampoco se castigue a las clases trabajadoras. La salida de la crisis depende de los ricos, no de los pobres. Pero que aflojen.
 
https://www.alainet.org/de/node/145219

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