Los pueblos conquistan su libertad
26/06/2011
- Opinión
“Prohibido prohibir” decían en París, en mayo de 1968. “Si no nos vais a dejar soñar, no os vamos a dejar dormir”, dicen en Madrid, en este mayo-junio de 2011. Parece extraordinario que, más de cuarenta años después, el arrojo de la juventud, su decisión de romper la red que los aprisiona, sea la misma. Pero no lo es, habida cuenta que las estructuras de dominación no han cambiado; al contrario, se han endurecido. Hombres y mujeres de veinte, treinta y cuarenta años, que no estuvieron en el ’68, lo están ahora. Los acompañan aquellos que estuvieron o sólo fueron testigos de esos vientos de fronda que refrescaron la historia en aquel memorable año.
¿Historia cíclica?, n cierta medida. Aunque, por supuesto, ahora tiene una dimensión muchísimo mayor a la de aquellos tiempos en que el Che comenzó a ser una imagen insustituible de la rebelión. Junto con la rebeldía contra el sistema, el asesinato del Guerrillero Heroico mostraba que era digno luchar hasta la muerte por las causas nobles de la humanidad.
La rebelión de este año comenzó en El Cairo, donde también estaba presente el Che. Ya se habían dado algunas clarinadas en Atenas. Pero, de pronto, el mundo árabe estaba abierto a todas las expresiones de protesta contra la estructura del poder. Era el mundo empobrecido que le pedía cuentas al mundo enriquecido. Porque, más allá de las definiciones estrictamente políticas, por encima de los niveles de empobrecimiento, por sobre las orientaciones ideológicas, en esencia, se trataba de una repulsa a la estructura del poder. Egipto, Yemen y Bahrein, lo mismo que Libia y Siria, de alguna manera, estaban en la misma línea de reacción ciudadana. Y, en ninguno de los casos, había un partido, un frente, una fuerza organizada que los dirigiera. Claro que, en esa situación, los países enriquecidos han hecho su parte, apoyando a éste a aquel gobierno de su agrado, atacando con furia a Libia y con descaro a Siria.
Entonces, aquello que parecía circunscrito a los países de fe musulmana saltó el Mediterráneo y se instaló en España con los “Indignados”. Lo cierto es que, la revuelta de los acampados en la Puerta del Sol –que ya levantaron campamento para diseminarse por toda Madrid y toda España- es una continuidad de las protestas que siguen en los países árabes, aunque los medios de comunicación intenten diferenciarlos, tratando más bien de igualarlos al movimiento del ’68 en París y otras ciudades europeas.
Ciertamente, cuarenta años de por medio, ambos movimientos tienen similitudes. Pero éste, es otro movimiento que tiene razones mucho más profundas y proyecciones impredecibles. Por alguna razón, y muy poderosa, los medios masivos ocultan o no dan importancia a lo que ocurre en Islandia. Esta nación, con poco más de 300 mil habitantes, el año pasado enfrentó la crisis ante un endeudamiento que no era posible sostener. Los bancos, todos extranjeros, exigieron el pago, pero un movimiento ciudadano destituyó al gobierno y, en elecciones, designó a otras autoridades que, porque la estructura sigue siendo la misma, volvieron a negociar el pago de la deuda. El pueblo nuevamente dijo NO, así con mayúsculas y, en referendo, votó por la expulsión de la banca trasnacional a la que, además, no le reconoció la deuda. Por el momento, los bancos ingleses, que eran los que controlaban la mayor parte de las finanzas islandesas, han amenazado recurrir a la justicia internacional, pero no se atreven a hacerlo todavía. El pueblo de Islandia tiene un nuevo gobierno y ha ratificado su voluntad de desconocer la deuda.
Eso es tanto o más radical que las manifestaciones en Grecia y en España. Pero no es lo único que se oculta. Los medios de comunicación tampoco dicen mucho sobre los acontecimientos en Bélgica. En junio del año pasado, se realizaron elecciones. Aunque ganaron los demócrata cristianos, hasta ahora no logran formar gobierno, pues no tienen mayoría en el Parlamento. La situación es grave no sólo políticamente, sino también en lo económico. La deuda belga alcanza al 100 por ciento de su producción nacional. Las inversiones están detenidas, por la falta de gobierno. Los líderes de los dos partidos grandes, que hoy están manejando una administración transitoria, llegarán a Londres este lunes 27 de junio, para tratar de convencer a los inversores de que Bélgica es un país seguro al que no le alcanzará la crisis que vive el resto de Europa. Posiblemente, el gobierno que se forme, enfrentará la posibilidad de retirarse de la Unión Europea.
Hay más datos para tomar en cuenta. En Estados Unidos de Norteamérica, los analistas hacen coro para afirmar que la crisis se ha superado. No parece ser así. Uno de estos analistas dijo, hace dos o tres días, que las esperanzas del gobierno Obama-Clinton se cifran en una reducción de la tasa de crecimiento en la China. Si, si, así están las cosas. Si la China frena su desarrollo, en Washington habrá un gran respiro de alivio. La pregunta inmediata es: si la China reduce su ritmo de desarrollo y la India aumenta el suyo, ¿cómo afectará esto la economía estadounidense? Pregunta sin respuesta, porque no hay indicios de que la India vaya a frenar su desarrollo.
Sin embargo, la atención debe fijarse en el comportamiento de los movimientos sociales. Son movimientos espontáneos de las grandes masas del pueblo. No es la organización de partidos o frentes políticos. No hay una clara orientación. De hecho, las largas jornadas de la plaza Tahrir, en El Cairo, echaron por tierra la larga dictadura de Mubarak, pero el sistema no ha cambiado; los generales que custodiaron el régimen desde Anwar El-Sadat, al que le sucedió Mubarak, son los custodios del régimen. La política del gatopardo: cambiar para que nada cambie, parece haber triunfado en Egipto. Y el pueblo no ha vuelto a movilizarse. En Yemen, si el presidente Saleh da su anunciado mensaje por televisión este martes 28, ¿qué hará el pueblo yemení? Eso está demostrando que no hay una dirección organizada de estos movimientos.
Pero, por otra parte, se trata de movimientos masivos que, tarde o temprano, modificarán la estructura de dominación en sus países y, en conjunto, impulsarán un cambio radical en el sistema global de poder.
Nuestra América debe tomar como propias esas movilizaciones. ¿Qué ha movilizado a esos pueblos? La demanda de mejores condiciones de vida. En general, mejores condiciones económicas pero, en algunos casos, mejores condiciones sociales, culturales y políticas. Los pueblos no se satisfacen con pan y circo, como aún se cree en muchas partes. Esa política es, a la larga, fatal. Son muchas las experiencias que tenemos al respecto. Con esa política, Washington no ha podido doblegar la resistencia del pueblo boricua. Con esa política, muchos gobiernos populares han caído en Nuestra América.
Aprendamos las lecciones de la historia. Tenemos, ahora y aquí, la oportunidad de cambiar esa estructura. El pan es un derecho, como lo es el desarrollo cultural y la convivencia social. Es un derecho la salud y la educación, pero también lo es la dignidad de las personas. Lo están diciendo los indignados en España y los manifestantes en Grecia. Pero también lo dicen los mexicanos contra un gobierno que ha dejado el país a merced de los delincuentes. Y los dicen los mapuches en el sur de Nuestra América y en Centroamérica con la protesta cotidiana de los hondureños. Los pueblos no están respondiendo a ningún plan organizado, pero no pueden soportar el peso de una estructura que ya es abrumador y no tiene utilidad. Romper esas estructuras es el clamor de los pueblos en el mundo árabe, en Europa y también en Nuestra América.
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