Emerge la intriga política

06/12/2011
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Dominique Strauss-Kahn

El 14 de mayo pasado Dominique Strauss-Kahn, director gerente del Fondo Monetario Internacional fue detenido en el aeropuerto de Nueva York y estuvo preso en esa ciudad, acusado de violar a una camarera del hotel Sofitel, perteneciente a un grupo francés.

Los tribunales le concedieron después arresto domiciliario y finalmente fue absuelto y liberado ante las contradicciones e inexactitudes de su supuesta víctima, cuyas declaraciones despertaron dudas en los tribunales estadunidenses.

Desde un comienzo se planteó que el caso podía tener una motivación política porque Strauss-Kahn sería el candidato presidencial del Partido Socialista y las encuestas le daban una mayoría aplastante, que sepultaba los afanes reeleccionistas del actual presidente Nicolás Sarkozy.

Obviamente eso fue rechazado tanto por el mandatario como por su partido, la Unión por un Movimiento Popular. La postulación de Strauss-Kahn abortó y la prensa francesa lanzó una feroz campaña en su contra intentando vincularlo con el negocio de la prostitución.

Pero a pesar de todo, resurge ahora con más fuerza la tesis del complot político y hay mucha información que relaciona al gobierno francés en los manejos que se ha­brían hecho para presentar como violación una relación sexual consentida. Y aunque ella no está involucrada, los efectos políticos alcanzan a la canciller alemana Angela Merkel, que propicia una serie de políticas que Sarkozy respalda, que Strauss Kahn no habría apoyado y a las que también se opone Francois Hollande, ahora candidato presidencial del Partido Socialista francés.

La alianza París-Berlín

Parte de los problemas económico-financieros que afectan al mundo hoy tienen un punto álgido en la crisis que atraviesan los países de la eurozona. Las recetas para sacarlos de esa situación son resistidas porque implican que los que terminan pagando son los pueblos.

Alemania aparece como el tío rico, que en su condición de tal sugiere políticas y medidas a tomar, que afiancen su liderazgo. La canciller Angela Merkel lo que quiere es modificar la Unión Europea, introduciendo cambios a todos sus tratados. Obviamente, Alemania emergería como potencia, lo que es mirado con recelo por países europeos y con preocupación por Estados Unidos que ve una amenaza a su afán hegemónico e insta a la Unión Europa a resolver sus problemas que conllevan una amenaza para la economía global.

En Wall Street se estima que los europeos no actúan y que en consecuencia la crisis de algunos se estaría contagiando a toda la zona euro y aunque eso ha beneficiado en algunos aspectos al dólar, la situación sigue siendo volátil. En este contexto surge con claridad la alianza franco-germana, que según la canciller alemana tiene por objeto estabilizar la eurozona. El gobierno francés apoya los pactos sugeridos por Merkel para no perder la calificación triple A y porque la aprobación de la reforma a los pactos vigentes evitaría que los países pudieran ser sancionados por los tribunales.

Pero el candidato presidencial del socialismo francés viajó a Bruselas el miércoles pasado para plantear su rechazo a un nuevo tratado o a la revisión de los ya existentes porque lo que se necesita, dijo, es “aplicar los instrumentos para que Europa sea más fuerte que hoy”.

Rechazó también la intervención de la Corte de Justicia Europea en los asuntos presupuestarios y preguntó si era  admisible que los parlamentos quedaran privados de toda libertad de acción y que los pueblos también quedaran impedidos de intervenir en el debate público. “Conozco la respuesta, será no”, sostuvo.

Esto permite ver un aspecto del debate y de lo que en la práctica implicarían las modificaciones de los tratados vigentes en la eurozona, pero para nadie es un misterio que también hay un punto de desconfianza.

Alemania aparece hoy como el país más poderoso de Europa, también podría llegar a serlo en el plano mundial y, obviamente, no sólo hay competencia de parte de países tan importantes como Estados Unidos, sino también un alto grado de desconfianza.

Para los europeos, en especial, el surgimiento de Alemania como superpotencia trae aparejados recuerdos poco gratos de un pasado no tan distante y en ese sentido las declaraciones de Hollande marcan un punto de reflexión.

Pero lo que Dominique Strauss-Kahn implicaba para ese proyecto era un rechazo con mayor resonancia por su trayectoria nacional e internacional y para Sarkozy su triunfo significaba el retorno a la vida de un ciudadano como cualquier otro.

Origen común

Las diferencias entre Nicolás Sarkozy y Dominique Strauss-Kahn en lo político no borran las coincidencias en su historia de vida, porque ésta recoge interesantes  circunstancias que determinan que  tengan un origen común.

Sarkozy nació en París  el año 1955, su padre era húngaro y su familia tenía  un título nobiliario concedido en 1628 por el emperador Fernando II, rey de Bohemia y Hungría. En 1944 los soviéticos llegaron a Hungría, sus propiedades fueron expropiadas y se fueron a Austria y luego a Alemania, donde su padre se enroló en la Legión Extranjera Francesa y fue desmovilizado en 1948 en Marsella.

Allí cambia su nombre, Nagybócsai Sarközy Pál, por el de Paul Sarkozy de Nagy-Bocsa y se casa en 1949 con Andrée Mallah, estudiante de  Derecho, hija de un cirujano parisiense y judía sefardita convertida al catolicismo. Tuvieron tres hijos, el segundo fue Nicolás, y se divorciaron en 1959.

Aunque el padre nunca dio ayuda financiera, la familia materna tenía buena situación. Su abuelo era un judío sefardita que se convirtió al catolicismo al casarse y los nietos fueron bautizados. El abuelo tuvo la mayor influencia sobre Nicolás.

Este ha dicho que el abandono paterno lo hacía sentirse inferior a sus vecinos ricos y que sufría inseguridades por la baja estatura y falta de dinero, y que acumuló gran resentimiento contra  su padre. Dijo también: “Lo que me hizo lo que soy ahora fue la suma de todas las humillaciones sufridas en mi infancia”.

Dominique Strauss-Kahn nació en abril de 1949 en una familia judía. Su padre era fiscal jurídico y miembro del Gran Oriente de Francia y su madre era periodista, judía también, originaria de Rusia y Túnez. La familia se fue a vivir a Marruecos en 1951, en 1960 se trasladaron a Mónaco.

Y hay más coincidencias. En 1967, a los 18 años, Dominique Strauss-Kahn se casó con Helene Dumas y tuvieron 3 hijos, se divorciaron y en 1986 él se casó con Brigitte Guillaume con la que tuvo a su hija Camille. Se divorciaron en 1989 y en noviembre de 1991 se casó con Anne Sinclair, su actual esposa, destacada y reconocida periodista en Francia y Europa.

Sarkozy se casó con Marie-Dominique Culioli en 1982 y se divorciaron en 1996. Ese mismo año se casó con Cecilia Ciganer, de la que se divorció en 2007 y al año siguiente se casó con su actual esposa Carla Bruni.

Sarkozy y Strauss-Kahn descienden de familias judías, aunque unos hayan optado por el catolicismo. En sus vidas privadas acumulan igual número de matrimonios. Difieren absolutamente en lo político y, por lo visto, también en la manera de hacer política.

- Frida Modak, periodista,  fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.

URL del articulo: http://www.siempre.com.mx/2011/12/emerge-la-intriga-politica/

https://www.alainet.org/de/node/154500?language=es
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