Guadalajara y las ciudades digitales en el mundo real

15/03/2012
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Gran difusión ha recibido la designación de Guadalajara como ciudad creativa digital, nombramiento “oficializado” el 30 de enero del año en curso, en lo que se considera uno de los mayores logros para el país en términos de su incursión a la llamada economía creativa. Las ciudades digitales son resultado del acelerado proceso de urbanización que vive el mundo en general y son una realidad, desde, al menos, 1993, cuando fue acuñado el término. Dicho concepto fue precedido por las freenets y las redes comunitarias que se desarrollaron en Estados Unidos y Canadá en los años setenta.
 
Las ciudades digitales incluyen metrópolis tan importantes como Toronto, San Francisco, París, Praga, Dublín, Skopie, Singapur y Wellington, a las que se suma Guadalajara. En el caso de Wellington, la capital de Nueva Zelanda, por ejemplo, el pasado mes de noviembre sus autoridades dieron a conocer una estrategia digital y un plan de acción centrado en tres áreas: primero, hacer de la capital neozelandesa un lugar en el que las personas más talentosas quieran residir; segundo, inspirar el desarrollo de ideas y de la creatividad; y, tercero, hacer de ese un lugar para la actividad digital. Es muy loable que los neozelandeses tengan claro lo que esperan de la ciudad digital que están desarrollando en Wellington. Sin embargo, a juzgar por los objetivos referidos, se trata de un proyecto excluyente que entraña riesgos, como se verá a continuación.
 
¿Qué es una ciudad digital?
 
De entrada, es importante caracterizar a una ciudad digital. ¿Se trata acaso de una ciudad ad hoc y/o virtual creada por ciertos grupos que concurren en el ciberespacio? ¿O acaso es una ciudad en el mundo real que dispone de abundantes tecnologías de vanguardia? ¿O es una combinación de ambas? La respuesta a las tres preguntas es afirmativa, aunque hay otros rasgos a ponderar.
 
Las ciudades digitales cuentan con ciudadanos digitales que tienen empleos digitales en un ambiente que emplea infraestructura digital. Sin embargo, la ciudad digital es real, es decir, se encuentra en un territorio, posee múltiples vecindarios, mercados, áreas culturales, calles y barrios residenciales, distritos empresariales, corredores industriales e infraestructura de todo tipo. Así, el concepto de ciudad digital se desarrolla en condiciones urbanas y aplica tecnología e infraestructura en línea a los empleos, los eventos locales, el entretenimiento, los cuidados médicos, el medio ambiente y todo lo que requieren las personas.
 
En este sentido, para que surja y prospere una ciudad digital debe contar con la concurrencia de diversos puntos de vista, opiniones y esfuerzos. Por lo tanto, las ciudades digitales deben erigirse en función de principios como la apertura, la habilitación de sus habitantes, y la presencia de diversos actores, tanto públicos como privados. En general, se reconoce que los principios de las ciudades digitales incluyen:
 
Conectar al mundo real con el mundo en línea;
Enfatizar el uso, por parte de las comunidades locales, de las tecnologías en línea;
Crear oficinas digitales;
Efectuar y difundir eventos locales de interés para la comunidad;
Crear empleos por sí mismas; y
Desarrollar productos multimedia en gran escala.
 
Como se sugería líneas arriba, el concepto de ciudad digital fue usado por primera vez en 1993, en Ámsterdam, Países Bajos y se le denomina igualmente De Digitale Stad o DDS en neerlandés.1 Siguiendo el modelo de las freenets y redes comunitarias que se desarrollaron desde los años setenta en Estados Unidos y Canadá, la DDS holandesa fue lanzada como un experimento en 1994, que duraría 10 semanas. El éxito que tuvo llevó a sus promotores a hacer a la ciudad digital permanente. Al paso del tiempo, recibió mucha atención en los medios de comunicación, si bien hacia finales de 2001 dejó de ser un patrimonio público. Esta situación coincidió con la evolución mostrada por Internet, que pasó de ser un dominio público –recuérdese que originalmente fue creada por las autoridades estadounidenses, para mantener la comunicación entre diversas agencias gubernamentales, ante la eventualidad de una guerra nuclear que destruiría las comunicaciones tradicionales– a otro esencialmente comercial.
 
La DDS holandesa pasó, entonces, por cuatro etapas, a saber:
 
De ser una idea a convertirse en un experimento exitoso (de mediados de 1993 a principios de 1994); La fase de institucionalización (de finales de 1994 a 1996);
 
La etapa de estabilización y creciente competencia y declive (de 1997 a 1999); y
 
La privatización, la lucha por su apropiación, el surgimiento de opciones y la desaparición del proyecto original (2000-2001).2
 
Aunque podría pensarse que la experiencia de Ámsterdam es un caso fortuito, el hecho de haber sido la primera ciudad digital la convierte en un referente obligado para extraer enseñanzas sobre su evolución, logros y fracasos. De hecho, el camino que siguió es muy ilustrativo: se originó como un proyecto que requirió de fondos gubernamentales para prosperar y una vez que lo logró se transformó en una organización no lucrativa para finalmente, convertirse en una empresa comercial. Así, los objetivos de la DDS holandesa se fueron modificando, de manera que pasó de ser un experimento encaminado a crear un dominio público en Internet para transformarse en una organización abocada a obtener beneficios de proyectos que pudieran mantener viva a la ciudad digital. En sus últimos años, su objetivo central fue el lucro, lo que llevó a cerrar la ciudad digital dado que significa que su utilidad sólo fue vista a través del prisma de los costos que entrañaba. Así, la imagen de la DDS se convirtió, a lo sumo, en una marca muy lejos de lo que originalmente se pretendía lograr con la ciudad digital.3
 
Al respecto, es importante recordar que la idea de la DDS o ciudad digital se originó en el marco de diversos movimientos sociales y culturales que se desarrollaron en Ámsterdam en las décadas de los ochenta y los noventa. Un hecho a destacar es que desde los chenta, las autoridades de Ámsterdam habían creado una red por cable de radio y televisión a la que prácticamente cada hogar de la ciudad estaba conectado. Fue gracias a la existencia de esta red que comenzaron diversos experimentos con la radio y la televisión de libre acceso, resultando esto en el uso creciente de los medios públicos de comunicación. Así, la red sirvió para involucrar a los ciudadanos en debates sobre la política local, de manera que era frecuente, en la televisión por cable, que concurrieran figuras políticas y ciudadanos locales para analizar diversos temas de interés. Estos debates estaban acompañados igualmente de participantes externos, vía telefónica. Este tipo de actividades proliferaron por todo el país. Numerosos centros culturales incluyeron programas en torno a los medios de comunicación y su impacto en la sociedad y la cultura. Asimismo, surgieron numerosas organizaciones para promover el uso de las tecnologías de la información.4
 
Besselaar y Beckers explican que “el nombre ‘ciudad digital’ fue elegido para enfatizar la idea de un espacio digital público donde la gente se reuniría y comunicaría. La metáfora de la ciudad se esperaba que promoviera un acceso sencillo a las personas sin ningún conocimiento sobre los medios modernos ni Internet. El nombre DDS fue usado sin Ámsterdam a fin de enfatizar la naturaleza global y no-geográficamente restrictiva y no se pretendía que se limitara a ser la representación virtual del Ámsterdam real”.5
 
Las ciudades y las nuevas tecnologías
 
En la acepción de ciudad digital, tan importantes son las nuevas tecnologías como los espacios físicos. En líneas precedentes se afirmaba que las ciudades digitales son un fenómeno que se ha desarrollado en zonas urbanas, o para decirlo con mayor precisión, en grandes zonas urbanas. Naturalmente, hay una interrelación entre las urbes y las nuevas tecnologías al igual que impactos mutuos. Al respecto, Van den Besselaar identifica cinco dimensiones de esta interacción, a saber:
 
La geografía del cambio económico estructural;
El significado de la distancia;
La globalización y la competencia entre ciudades;
Las políticas tecnológicas locales; y
La integración social y la desigualdad urbana.
 
Para comenzar, la crisis de la década de los setenta y principios de los ochenta, marcó el paso de la sociedad industrial a la sociedad de la información. La crisis no sólo llevó a plantear una reconversión industrial en momentos en que industrias tradicionales como la automotriz habían perdido gran parte de su capacidad de innovación, sino que creó el escenario para que irrumpieran nuevas y frescas tecnologías. Lo interesante de la revolución de las nuevas tecnologías es que muchas de ellas aparecieron en regiones distintas de aquellas en que se desarrollaron las grandes industrias que les precedieron.
 
En lo referente al significado de la distancia, es evidente que las nuevas tecnologías superaron a la geografía, posibilitando que las sociedades se comunicaran a pesar de residir en latitudes remotas, o bien que se pudiera trabajar en cualquier localidad.6 Las relaciones cara-a-cara cedieron ante las telecomunicaciones y las organizaciones virtuales. También es cierto que la geografía de Internet no ha modificado las desigualdades imperantes ni a nivel internacional, ni nacional, ni entre ciudades. Las nuevas industrias que producen tecnologías de la información –y este tema es de singular relevancia para Guadalajara–, se encuentran fuertemente concentradas en áreas metropolitanas específicas, y estas áreas poseen por mucho la mayor densidad de redes avanzadas. Y eso no es todo: los usuarios de tecnologías de la información, por ejemplo el sector financiero, efectúan grandes inversiones en redes en esas localidades, lo que a su vez atrae a las empresas que demandan ese tipo de infraestructura. Por lo tanto, las ciudades digitales exacerban las disparidades imperantes en un país –si no es que en la misma ciudad–, al ensanchar la llamada brecha digital (digital divide).7
 
Por cuanto hace a la globalización y la competencia entre ciudades, si la tendencia dominante es la concentración en oposición a la dispersión, entonces la concreción de avances notables en la infraestructura urbana de telecomunicaciones es fundamental. Como lo refiere Van den Besselaar, las empresas de las tecnologías de la información no mataron a la geografía en sí, pero contribuyeron a la globalización. Las tecnologías de la información posibilitan que las empresas se movilicen entre países, ciudades y regiones cada vez con mayor facilidad. Así, la decisión de dónde establecer su base de operaciones se basa en las diferencias existentes en las localidades. Por lo tanto, en función de las localidades que podrían reportar más utilidades es que se decide qué partes del mundo estarán conectadas o desconectadas. De ahí que las ciudades deban competir cada vez más por ganarse un lugar en la red global.8
 
A continuación, en el rubro de las políticas tecnológicas locales, como es sabido, se requiere una infraestructura en tecnologías de la información a fin de estar conectado. En otros tiempos se hablaba del telepuerto y la teleciudad, conceptos que además fueron muy populares. 9 Sin embargo, la noción de contar con una red centralizada de telecomunicaciones con la introducción de Internet ha evolucionado a favor de contar con conexiones de banda ancha en cada oficina, escuela, universidad, casa y departamento de la ciudad. Al respecto, cabe destacar que las empresas que invirtieron en las redes existentes no han obtenido las utilidades que esperaban, por lo que las municipalidades y otras autoridades gubernamentales han debido incursionar en redes de nuevas generaciones. Así, la idea del gobierno digital o e-government es muy relevante, dado que puede contribuir a integrar las tecnologías de la información en la vida urbana, contribuyendo a nuevas formas de gobernabilidad y a facilitar el acceso a los servicios a ciudadanos, empresas, organismos no gubernamentales, etcétera.
 
Por último, en el tema de la integración social y la desigualdad urbana es sabido que la competencia global exacerba las desigualdades existentes entre países y regiones, al igual que en el interior de las ciudades. Es cierto que las innovaciones tecnológicas contribuyen al crecimiento económico, pero también son extremadamente excluyentes. Van den Besselaar explica que ahora los grupos de bajos ingresos que residen en las ciudades no sólo se enfrentan a costos de vida más altos, sino a una suerte de analfabetismo digital.10 Este problema, de suyo grave, se une a otra tendencia muy preocupante: el declive de los mecanismos tradicionales de integración social, ya que ahora las personas ya no son miembros de una comunidad sino de redes sociales. Algunos estudiosos afirman que no hay por qué preocuparse, ya que la interacción y la integración sociales están cambiando y asumiendo nuevas formas. Sin embargo, otros advierten sobre los peligros del individualismo en red, en atención a que las personas parecen cada vez más vinculadas a las redes sociales, pero no así con su entorno inmediato en el mundo real.11
 
Guadalajara y los retos de la ciudad creativa digital
 
Considerando la complejidad que circunda a las ciudades digitales, cabe preguntar entonces, sobre las perspectivas de Guadalajara. De entrada, las autoridades nacionales señalan que Jalisco ocupa el primer lugar en la industria de alta tecnología en México. Según las cifras de la Cámara Nacional de la Industria Electrónica, de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (CANIETI), más del 60% de sus exportaciones son productos y servicios de alta tecnología. La entidad tiene más de 700 empresas de alta tecnología que emplean a 90 mil profesionales. Así, la capital jalisciense tiene el potencial para convertirse en el lugar para el desarrollo de medios digitales más importante de América Latina.
 
Se dice igualmente por parte de las autoridades estatales y federales que Guadalajara se suma, con esta iniciativa, a ciudades que cuentan con importantes innovaciones tecnológicas impulsadas por la llamada economía del conocimiento como Singapur, que tiene desarrollos urbano-digitales como One North Singapo-re y Mediapolis; o bien Media City UK Manchester, que ahora es la nueva sede de la British Broadcasting Corporation (BBC), que presenta una alta integración urbana tecnológica para el desarrollo de medios de comunicación y el entretenimiento; y también la Seoul Digital Media City, en Corea del Sur, que constituye el primer desarrollo prototipo del futuro, con un área de 56 hectáreas cuadradas de infraestructura de punta, academia e instalaciones públicas de industrias creativas, y planes de incentivos dedicados a inversionistas.
 
Tomando en cuenta las experiencias referidas, se considera que la ciudad creativa digital que se desarrollará en Guadalajara estará en condiciones de atraer inversiones de alto nivel en el sector de tecnologías de la información y comunicaciones. Contará con una superficie de 180 hectáreas certificadas como desarrollo urbano integral sustentable (DUIS) y estará ubicada en la zona centro de la capital jalisciense. Se trata del proyecto multimedia más importante de Latinoamérica, que será desarrollado con la asesoría del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), e inversiones gubernamentales federales, estatales y municipales, lo que, se dice, permitirá generar unos 25 mil empleos directos en las firmas globales más importantes de sectores como el desarrollo de software, videojuegos, cine y dispositivos móviles. Es importante señalar que Guadalajara fue la ciudad elegida entre 11 que compitieron hasta que el MIT se decidió por la capital jalisciense. El aspecto positivo de esta competencia es que hay otras urbes mexicanas con el potencial para ser certificadas como ciudades creativas digitales.
 
Una de las características más cacareadas por las autoridades es que la ciudad creativa digital es un proyecto urbanístico sustentable, dado que el territorio ubicado en la zona del Parque Morelos –superficie que se localiza en el primer cuadro de la ciudad– contará, además del clúster de empresas multimedia, con un desarrollo habitacional para el personal que laborará en dicho complejo.12
 
Así, Guadalajara se suma a la red de ciudades creativas digitales, cuyos objetivos han sido identificados en los siguientes términos;
 
Facilitar las relaciones internacionales entre organizaciones educativas, empresariales y comunitarias que se especializan en medios digitales;
 
Crear nuevas actividades empresariales entre las jurisdicciones:
 
Apoyar el crecimiento y la innovación de los negocios de medios digitales ya existentes;
 
Desarrollar actividades de medios digitales de vanguardia en cada localidad;
 
Estimular la inversión pública y privada en tecnologías digitales avanzadas y los vínculos entre las jurisdicciones;
 
Ampliar el desarrollo de la fuerza de trabajo y las oportunidades educativas en los medios digitales; Proporcionar apoyo técnico para los creadores de medios digitales;
 
Desarrollar estrategias para responder a los rápidos cambios en las tecnologías digitales;
 
Informar a los accionistas acerca de temas emergentes en torno a los medios digitales, las innovaciones y las mejores prácticas.
 
El proyecto en sí es muy interesante, pero su concreción está en duda considerando que se avecina el cambio de gobierno en el país y suele suceder que muchas buenas ideas quedan truncas con el arribo de nuevas administraciones. Además de estos problemas, el tema de la exclusión no es menos importante, dado que se corre el riesgo de que Guadalajara se aísle con su proyectada ciudad digital de las realidades y necesidades nacionales, estatales y locales.
 
El problema de fondo, sin embargo, es el papel que desempeñarán las instituciones en un entorno cambiante, dinámico e impredecible. Como se vio en el caso de Ámsterdam, la ciudad digital fue un proyecto liderado por las autoridades en beneficio de la sociedad y para lograr su participación activa en los temas que más importaban en sus vidas cotidianas. Es verdad que más tarde la DDS colapsó ante la irrupción de los intereses comerciales y las grandes empresas. Con todo, la experiencia de Ámsterdam remite al papel de las autoridades en la creación de una ciudad digital. Asimismo, en el caso más reciente de Wellington, las autoridades se esmeraron por diseñar una estrategia y un plan de acción, con lineamientos claramente establecidos en beneficio de la sociedad que habita en la capital neozelandesa.
 
En contraste, en el caso de Guadalajara no hay claridad respecto a los objetivos de las autoridades gubernamentales, ni estatales, ni locales, toda vez que éstas se han limitado a reiterar el discurso de los beneficios económicos y tecnológicos que es casi idéntico al que cualquier transnacional especializada en nuevas tecnologías podría pronunciar. No queda claro tampoco, cómo es que la ciudad creativa digital contribuirá a mejorar, por ejemplo, la gobernabilidad en Guadalajara, ni la forma en que se fortalecerá la participación social, algo que en estos tiempos electorales es, a todas luces, imperdonable.
 
Finalmente, las ciudades digitales, al igual que las ciudades en el mundo real, requieren de proyectos a largo plazo y de un papel activo de parte de las autoridades, a fin de anticiparse, en la medida de lo posible, a los acontecimientos. Esto no significa contar con un gran Estado interventor. Empero, las ciudades digitales requieren el apoyo, la supervisión y la planeación que sólo las autoridades gubernamentales pueden o deberían proveer con imparcialidad y un deseo genuino de contribuir al bienestar social.
 
Notas
 
1 El dominio de DDS sigue existiendo y es http://www.dds.nl, si bien ya no es un dominio público.
 
2 Peter van den Besselaar y Dennis Beckers (2005), The Life and Death of the Great Amsterdam Digital City, en Peter van den Besselaar y Satoshi Koizumi (Editors), Digital Cities III. Information Technologies for Social Capital: Cross-Cultural Perspectives, Berlin, Heidelberg, p. 67.
 
3 Ibid.
 
4 Peter van den Besselaar y Dennis Beckers, Op. cit., p. 68.
 
5 Ibid.
 
6 Al respecto y para profundizar en torno a la “muerte de la distancia”, el trabajo de Cairncross es muy recomendable. Véase Francis Cairncross (2001), The Death of Distance: How the Communications Revolution is Changing Our Lives, Massachusetts, Harvard Business Review Press.
 
7 Véase Mark Bauerlin (2011), The Digital Divide: Arguments for and against Facebook, Google, Texting and the age of social networking, New York, Tarcher.
 
8 Este es uno de los aspectos que analiza Gugler. Véase Josef Gugler (2004), World Cities Beyond the West: Globalization, Development and Inequality, Cambridge, Cambridge University Press.
 
9 Tarik A. Fathy (1991), Telecity: Information Technology and its Impacts on City Form, London, Praeger Publishers.
 
10 Peter van den Besselaar y Satoshi Koizumi, Op. cit., p. 4.
 
11 Francesca Comunello (2011), Networked Sociability and Individualism: Technology for Personal and Professional Relationships, New York, IGI Global.
 
12 CNN México (30 de enero de 2012), “Calderón presenta el proyecto Guadalajara Ciudad Creativa Digital”, disponible en http://blogs.cnnmexico.com/ultimas-noticias/2012/01/30/calderon-presenta-el-proyecto-guadalajara-ciudad-creativa-digital/
 
- María Cristina Rosas es profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.
 
etcétera, 15 de marzo, 2012
https://www.alainet.org/de/node/156527?language=es
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