Vivir la Pascua hoy

01/04/2012
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Hélio Pellegrino, sicoanalista y escritor, decía que no hay nada más radical que creer en la resurrección de la carne, según lo profesa el dogma cristiano. Y así lo escribió en su texto “Apuesta pascual”.
 
¿Qué significa creer hoy en la resurrección de la carne? Carne significa, para la doctrina cristiana, la consistencia material del Universo. Según el apóstol Pablo no sólo resucitarán con Jesús los seres humanos sino toda la Creación (Romanos 8).
 
Por más fantasiosa que esta creencia resuene en los oídos de quien no tiene fe, el hecho es que ella es la única posibilidad de derrotar a nuestro enemigo ineluctable: la muerte. Esa dama de la guadaña que, a la luz de la razón, dice la última palabra, aunque la ciencia se empeñe en prolongar nuestra existencia -en base a cirugías y ejercicios-, es vencida por la esperanza de que hay luz al final del túnel.
 
La Pascua, en su origen hebreo, es un hecho político: bajo el reinado del faraón Ramsés II, en el 1250 a.C., conducidos por Moisés los hebreos se liberaron de la esclavitud en Egipto. Basta eso para que hoy sea conmemorada como incentivo para combatir toda forma de opresión, prejuicio y discriminación.
 
Nacemos de la misma manera, al morir tendremos todos el mismo destino y, mientras tanto, las desigualdades imperan en nuestro modo de vivir. Diferencias de condiciones sociales y culturales influyen en nuestras ópticas desfiguradas y, en general, criminales, en relación al otro. Es el caso del hombre que se cree superior a la mujer, del blanco que discrimina al negro, del heterosexual con prejuicio hacia el homo, del rico indiferente ante el pobre.
 
Ejemplos actuales son la criminalización de los inmigrantes por parte de los países ricos, la sospecha de que todo musulmán es un terrorista en potencia, y los discursos electorales de los precandidatos republicanos a las elecciones presidenciales en los EE.UU.
 
La Pascua, para los cristianos, además del hecho político encabezado por Moisés, es sobre todo la proclamación de que Jesús, asesinado en Jerusalén hacia el año 30 de nuestra era, condenado por dos poderes políticos, venció a la muerte y manifestó su naturaleza también divina.
 
Una fe que comporta la creencia en la divinidad de un predicador tenido por subversivo por las autoridades de su tiempo, debe al menos preguntarse: ¿por qué lo asesinaron? ¿no era un hombre bueno? ¿no hizo sólo el bien?
 
La fe vacía el sentido de la resurrección de Jesús cuando no se pregunta por las razones de su muerte. Él no quería morir. Le suplicó a Dios, al que trataba con la intimidad relacional de un hombre a su padre, que alejase de él aquel cáliz de sangre. Tuvo miedo. Se refugió en una plantación de olivos. Apresado, no negó lo que había hecho y predicado, y pagó con la vida su coherencia.
 
Asesinaron a Jesús porque él quería lo obvio. Esto obvio es tan obvio que, todavía hoy, muchos fingen no verlo: vida en plenitud para todos (Juan 10,10). Y no es preciso saber economía, basta con usar la aritmética para darse cuenta de que hay suficiente riqueza en el mundo para asegurar una vida digna a sus siete mil millones de habitantes.
 
La renta mundial per capita es hoy de US$ 9.390. Sin embargo basta mirar alrededor para ver a nuestros semejantes tirados por las aceras, rebuscando en la basura para alimentarse, viviendo en champas, sometidos a trabajo esclavo. Basta con mirar un canal de TV para encontrarse con el rostro cadavérico de los africanos hambrientos. Basta con ojear el periódico de cada día para leer que dos tercios de la humanidad todavía viven por debajo de la línea de la pobreza. Y que el 20 % de la población concentra en sus manos el 84 % de la riqueza global.
 
Pascua significa paso, travesía. El domingo nosotros, los cristianos, iremos a la iglesia a celebrar esta que es la más importante fiesta litúrgica. ¿Y qué cambiará en nuestras vidas? ¿Saldremos de nuestro conformismo para ayudar a romper las ataduras de la opresión? ¿Vamos a cambiar nuestra óptica del lugar del opresor para encarar la realidad a través de los ojos del oprimido, como sugería Paulo Freire?
 
Es fácil tener religión y profesar la fe en Jesús. Lo difícil es tener la espiritualidad y la fe de Jesús.
 
¡Feliz Pascua, queridos(as) lectores(as)! (Traducción de J.L.Burguet)
 
- Frei Betto es escritor, autor de la novela “Un hombre llamado Jesús”, entre otros libros.
http://www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.
 
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