Paz con la guerrilla: ¿salió de la agenda Santos?
29/07/2012
- Opinión
Uno de los aspectos más significativos del discurso del presidente Santos en la instalación del Congreso fue la omisión del tema de la paz y la famosa ‘llave de la paz’ que ha sido la metáfora con la cual se ha referido a la posibilidad de la salida de tipo negociado al conflicto armado no fue mencionada, y por el contrario hubo muchas referencias al tema de la guerra y de las Fuerzas Armadas. Probablemente porque los entusiasmos iniciales del Gobierno de lograr un escenario de diálogo rápido con las FARC en el exterior se han diluido, y porque los pronunciamientos de las FARC igualmente indican que su posición no se ha modificado sustancialmente en relación con sus propuestas de conversaciones del pasado.
En el último pronunciamiento del Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP del 22 de Julio del presente año, por primera vez las FARC parecieran reconocer, sin decirlo expresamente, algún tipo de contacto o acercamiento con el Gobierno Santos cuando señalan: “Queríamos y soñábamos con un cambio por vías pacíficas y democráticas, pero nos han sido cerradas violentamente una y otra vez desde el Gobierno de Guillermo León Valencia. Hoy podemos asegurar que un diálogo lejano y a espaldas del país, como lo pretende Santos, sólo terminará por intensificar más la confrontación. Nuestros sentidos permanecen atentos al avance de la rebeldía y la organización de los de abajo. Con ellos sí estaremos en todos los escenarios a los que los conduzca su accionar por la paz y los cambios. Sean cuales sean los rumbos que el destino depare al esfuerzo por democratizar a Colombia, tan inmensamente renovado y latente hoy, las FARC-EP estaremos siempre al lado de nuestro pueblo” (Resaltado nuestro)
Efectivamente, el Gobierno Santos está ad portas de iniciar la segunda parte de su mandato y como le sucede a la mayoría de los gobiernos muestra ya un cierto nivel de desgaste político. Pero, no significa que haya entrado en barrena, tiene sí dificultades y pueden volverse graves, pero igualmente tiene la posibilidad de hacer las rectificaciones que considere necesarias, hacer cambios en su equipo de Gobierno, modificar o reorientar su estrategia y de esa manera podría eventualmente terminar el período de Gobierno con buenos resultados.
Una de las prioridades del Gobierno parece orientarse a intentar restablecer las buenas relaciones con el Congreso, un poco deterioradas por la crisis asociada a la fallida reforma de la justicia, hay que aceptarlo, eso explicaría porque el discurso de instalación de las sesiones fue muy elogioso con los congresistas y con el Congreso, -excesivamente quizá-. Igualmente, pareciera que una preocupación del Gobierno es tratar de responder a las críticas que se trata de uno de muchos anuncios y pocas realizaciones con una andanada de cifras en el discurso mencionado y con lo que se ha llamado la ‘vuelta a Colombia’ del Presidente con algunos de sus ministros para mostrar los logros en distintos campos a nivel regional. Y efectivamente, parte de la pérdida de confianza en el Gobierno en sectores regionales, es una inadecuada o ineficaz comunicación, pero no se puede esperar que la carencia de respuesta a los problemas se supla solamente con estrategias de información. Sería también saludable para el Gobierno hacer cambios en su equipo de Gobierno –criticado por lo altamente bogotanizado y por ser ajeno a las realidades regionales-, hay ministros que han mostrado que a pesar de tener fama de expertos en sus temas, no han resultado ni buenos ejecutores ni capaces de conectarse con los problemas de las regiones.
El Gobierno Santos ha puesto todo su empeño en contar con una aplanadora en el Congreso a su favor, la llamada ‘Mesa de Unidad Nacional’, con la idea de que eso es tener gobernabilidad y la verdad esto sólo es cierto parcialmente y por supuesto eso es importante para apoyar las iniciativas de gobierno, pero esas amplísimas mayorías se pueden volver contraproducentes, como empieza a verse, por cuanto al ser arrinconada la oposición en el Congreso, ésta tiende a desplazarse a los escenarios extraparlamentarios -manifestaciones, protestas, redes sociales, expresiones de inconformismo ciudadano.
El Gobierno Santos debería entender que si no tiene cada vez más en cuenta la opinión y el ojo vigilante de una ciudadanía activa y cree que lo fundamental son exclusivamente los acuerdos con los partidos políticos, puede enfrentarse más adelante a sorpresas desagradables y a verdaderos problemas de ingobernabilidad. Lo que sucedió con la fracasada reforma a la justicia o la pretensión del Secretario del Senado de perpetuarse son ejemplos, de esas expresiones que cada vez se pueden volver más determinantes en nuestra política, ante la baja credibilidad que tienen los partidos políticos.
Adicionalmente el presidente Santos fue ampliamente elogioso con la Fuerza Pública –el otro bastión de la gobernabilidad en su lógica- y especialmente por la confrontación con los indígenas del Cauca. Y claro, en general es de reconocer el comportamiento civilista de la mayoría de los miembros de la Fuerza Pública en el manejo de las tensiones con las comunidades indígenas así como se deben condenar los excesos y eventuales violaciones de la ley. Cómo evolucione el tratamiento del caso del Cauca puede ser un síntoma del tino que va a tener el Gobierno para enfrentar el tema de los conflictos sociales y el conflicto armado; porque es evidente que donde hay conflictos sociales que responden a demandas insatisfechas por supuesto que las guerrillas intentan instrumentalizarlos para ganar influencia social, es decir buscan entrecruzar conflictos sociales y el conflicto armado y la estrategia estatal debe ser lo suficientemente lúcida y fina para entender que unas son las demandas sociales a las cuales debe el Estado dar respuestas a través de la inversión pública y la presencia de las instituciones; otra debe ser la estrategia militar de contrainsurgencia que debe ser quirúrgica, bien localizada y donde juega un papel fundamental la inteligencia –no una inteligencia ideologizada que ve en cada protesta social a ‘terroristas’- y grupos especiales de la Fuerza Pública.
Por ello el Cauca es un buen test acerca de cómo el Gobierno Santos va a enfrentar estos complejos conflictos sociales y en qué medida va a ser capaz de articular capacidad de diálogo, presencia seria del Estado en las regiones y una estrategia de seguridad más eficaz. Por ahora debe saludarse el que se mantenga una mesa de diálogo y concertación con las autoridades indígenas y la esperanza es que se avance en acuerdos.
Pero, el gran interrogante es porqué el tema de la paz con la guerrilla al parecer salió de la agenda de prioridades del Gobierno en el corto plazo. Y la respuesta, además de los pronunciamientos de las propias FARC que sin duda no dejan mucho espacio al optimismo, parecen transitar por el camino del agudizamiento de las tensiones con el uribismo de derecha –que se denomina ‘puro centro democrático’- que ha abierto ya su campaña de deslinde y decididamente apuntando a impedir una reelección del Presidente Santos. En ese progresivo distanciamiento y confrontación pareciera que Santos no está interesado en darles otro argumento para que lo ataquen y lo muestren –aún lo caricaturicen- como débil y complaciente con las guerrillas. Por lo tanto pareciera que el eventual esfuerzo de búsqueda de la paz negociada queda aplazado para un hipotético segundo Gobierno Santos con toda la carga de incertidumbre que esto conlleva, y mientras tanto la idea sería intensificar el esfuerzo militar para tratar de producir algunos resultados relevantes en la lucha contrainsurgente.
El aparente abandono del tema de la paz, por lo menos transitoriamente, sumado a los nubarrones que parecen acercarse con la crisis económica internacional y que comienzan a afectar el comportamiento de la economía crean un escenario relativamente gris para el desarrollo del Gobierno. Adicionalmente, si Santos no abandona su tesis, que ha mostrado ser contraproducente, de que no se va a enfrentar con Uribe esto va a conllevarle costos políticos que pueden ser altos. Es probable que lo recomendable sea que el presidente Santos tome distancia política clara de Uribe, adelante su propia agenda reformulada y deje justamente de hablar de eso que es sinónimo del pasado que acertadamente mencionó en su momento como algo que quedó atrás con sus éxitos y sus fracasos. Si no, puede resultar el Gobierno Santos una muestra política de cómo no es posible quedar bien con todos al mismo tiempo.
Y mientras tanto la sociedad civil amiga de la paz negociada deberá seguir colocando el tema en la agenda pública nacional como parte de su obligación ética con la sociedad.
Alejo Vargas Velásquez
Profesor titular Universidad Nacional, Coordinador Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 313
Semana del 27 de Julio al 2 de Agosto de 2012
Corporación Viva la Ciudadanía.
https://www.alainet.org/de/node/159889
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