Recuerdo que pocos meses después del golpe de Estado en Venezuela en 2002, los compañeros de la Coordinadora Simón Bolívar del barrio 23 de enero de Caracas me decían que con Chávez o sin Chávez al pasado ya no iban a regresar jamás. Se referían a como los sectores populares, las clases subalternas venezolanas, habían recuperado su dignidad desde la victoria del comandante Hugo Chávez y su Movimiento V Republica el 6 de diciembre de 1998.
Sin embargo, creo que nadie de los que vivimos esos intensos meses en la Venezuela post golpe de Estado éramos conscientes del legado histórico que iba a construir Chávez en los 10 años posteriores.
Capriles y el MUD como proyecto de negocio de las elites económicas
Consciente de ello, la oposición, un innumerable conjunto de partidos entre el centro ideológico y la extrema derecha, se ha reunido en torno a la Mesa de la Unidad “Democrática” (MUD), escogiendo como candidato único a Henrique Capriles, que ya durante el golpe de 2002 y con 29 años comandó un ataque a la embajada cubana en Caracas.
Capriles por lo tanto representa al pasado, ese pasado al que no quiere volver el pueblo venezolano. Capriles representa los intereses de la burguesía venezolana, del imperialismo estadounidense y del lado más salvaje del capitalismo, el neoliberalismo. Todo lo anterior expresiones de un pasado que la izquierda latinoamericana y una buena parte de sus gobiernos ya han desterrado.
Obviamente Capriles no puede ganar solo con el voto de las elites económicas, y tampoco con el de una parte de la clase media que quiere ser parte de esa elite, y por eso necesita ganarse el voto de los sectores populares, moderando su discurso y prometiendo que no va a recortar los numerosos programas sociales puestos en marcha por la revolución bolivariana.
Chávez como expresión del pueblo venezolano
Sin embargo, esas clases populares que se funden con Chávez en un solo pueblo, el pueblo venezolano, son las que tienen muy claro que la victoria de Capriles significaría la vuelta al pasado.
No hay que olvidar el contexto en el que Hugo Chávez es nombrado presidente en febrero de 1999, en una América Latina dominada por la doctrina neoliberal del Consenso de Washington y convertida en patio trasero de los Estados Unidos donde presidentes como Lula en Brasil no consiguieron ganar hasta 2003 (después de perder previamente 3 elecciones presidenciales).
En los 13 años que lleva gobernando, se han producido innumerables avances en las condiciones reales de vida del pueblo venezolano. Según datos de Naciones Unidas la pobreza ha disminuido del 70% en 1996 al 25% hoy en día y la extrema pobreza del 24 al 7%. Esto significa según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), que desde 2001 3 millones de venezolanos y venezolanas han salido de la situación de pobreza y 2 millones más de la de extrema pobreza. El salario mínimo (185 dólares en 1998) se ha triplicado (462 dólares en 2010) y el desempleo que era del 24% en 1998 hoy en día se encuentra rondando el 7%. A todo esto se le suma que el analfabetismo ha sido completamente erradicado y la tasa de mortalidad infantil se ha reducido a la mitad. ¿Cómo se ha logrado todo esto? Con un aumento de la inversión social que en la década de 1988-1998 era del 8% del PIB y ha pasado a ser en la siguiente década del 20% del PIB (330.000 millones de dólares). Esto ha permitido también que mientras que en 1998 menos de 400.000 personas se beneficiaban de un sistema de pensiones, hoy en día son 2 millones las que se benefician de las mismas, estando homologadas con un salario mínimo que ni siquiera existía en 1998.
Chávez como símbolo de la integración latinoamericana
Pero no solo ha sido el pueblo venezolano el beneficiado con las políticas de Chávez, sino que se ha convertido en una de las grandes figuras de Latinoamérica como ya lo fueron Tupak Katari, Simón Bolívar o Fidel Castro.
Chávez logró convertirse en ese significante vacío sobre el que se sustentaron una serie de demandas insatisfechas de todo un pueblo que durante 40 años fue conducido a la miseria por los gobiernos adecos y copeyanos, en el que unas pocas familias se enriquecieron a costa de las riquezas de todo el país.
Pero además Chávez se ha convertido con su claridad y visión política, en el gran artífice de la unidad e integración latinoamericana. No se pueden entender los procesos en Ecuador y Bolivia sin la victoria en 1998 en Venezuela. Tampoco hubiera sido posible la creación del ALBA en 2004 (año en el que Venezuela se proclama antimperialista para 2 años después en 2006 proclamarse socialista) o el impulso que ha tenido UNASUR y la propia creación de la CELAC como contraposición a una OEA subyugada a los intereses de Estados Unidos, además de un fomento de las relaciones Sur-Sur con lo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que ha permitido una reconfiguración del tablero geopolítico mundial.
En ese sentido, y en un momento en que de las 17 bases militares que en 2007 Estados Unidos tenia en América Latina y el Caribe se han pasado a 39, es fundamental el papel de Venezuela como punta de lanza frente al imperio, como primer bastión defensivo ante la amenaza imperialista. Venezuela al fin y al cabo es la pieza clave en el equilibrio geopolítico del continente. El enemigo sabe que desestabilizando y ganando en Venezuela podría aumentar la inestabilidad de otras luchas y de los procesos de cambio en América Latina y por eso el domingo no solo el pueblo venezolano se juega su futuro y no volver al pasado, sino que todo el continente necesita de la victoria del pueblo venezolano frente a las elites económicas y el Imperio.
Mirando al futuro
Una vez que el pueblo venezolano evite el regreso al pasado, será necesario dar pasos para consolidar el proceso bolivariano más allá de Chávez. Se necesita garantizar la soberanía sobre los recursos energéticos, las políticas sociales redistributivas de la riqueza, garantizando el acceso universal y gratuito a salud y educación, además de avanzar en el acceso a la vivienda y la reforma agraria. Todo ello poniendo especial énfasis en consolidar un horizonte socialista como forma de profundización de la democracia. Solo mediante la verdadera transformación del modelo económico mediante nacionalizaciones y el control de los medios de producción, Venezuela consolidará un modelo alternativo para el mundo multipolar en que ya vivimos.
Asimismo tras la victoria será necesario dar una vuelta de tuerca y hacer frente a la burocracia, corrupción en algunos niveles estatales además del enquistamiento de viejas elites políticas en la estructura de gobierno, y la inseguridad que azota Venezuela y de la que Capriles ha hecho bandera y ariete contra el gobierno venezolano.
En cualquier caso, los militantes de izquierda del continente latinoamericano y europeo esperamos que el domingo 7 se dé un paso hacia adelante y se ratifique al comandante Hugo Rafael Chávez Frías al frente del gobierno venezolano, que es también el gobierno de todos y todas nosotras, de todos los pueblos en lucha y resistencia frente al capitalismo, el imperialismo y el colonialismo. Porque al pasado no regresaremos jamás, el 7 de octubre todos seremos Chávez.