Algunos retos de Morena

12/11/2012
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Andrés Manuel López Obrador concluyó la ruta que él y sus compañeros trazaron para distritos, municipios, estados y la república con el objetivo de consolidar al Movimiento Regeneración Nacional como organización social, pero con más definida estructura organizativa y dirigencias en los cuatro niveles, o transformarlo en partido político.
 
En Puebla, Distrito Federal, Chiapas y Tabasco tuvieron lugar los últimos congresos de un total de 32 y de las 300 asambleas distritales sólo una, efectuada en un distrito del estado de México, se pronunció porque Morena permanezca en la condición actual. Además, 87 por ciento de los delegados a las asambleas distritales definieron que su pujante organización se transforme en partido político y trabaje por su registro.
 
Naturalmente que la última palabra la tiene el Congreso Nacional a celebrarse el 19 y 20 de noviembre, aniversario 202 de la Revolución mexicana que millones de ciudadanos festejarán –a iniciativa de Felipe Calderón y el panismo hecho ¿docena trágica?– con un largo puente y el Buen fin del 16 al 19 del presente, para dar rienda suelta al consumismo y actualizar la visión del entonces gobernador “Vicente Fox y Quesada (nombre oficial)” para que los guanajuatenses fueran tratados sobre todo “como clientes” (Fox & Co. Biografía no autorizada. Miguel Ángel Granados Chapa).
 
Acaso debido a los porcentajes ya mencionados, el principal adversario político de Calderón Hinojosa y de Enrique Peña Nieto, da por hecho que Morena será partido y desde temprano advierte contra algunas de las más conocidas y desacreditadas prácticas partidistas, entre las que enumera el “influyentismo, el amiguismo, el sectarismo y otras lacras de la política”. De la misma manera que “los llamados amarres”, “grupos y corrientes”, “Nada de que ‘ésta es la línea y por aquí vamos’”.
 
En rigor son prácticas políticas de naturaleza disímbola, su reproducción o no tiene que ver, por ejemplo en el caso del sectarismo, con la sustancia que contenga la Declaración de Principios y el Programa de Acción de Morena, y que militantes y dirigentes los hagan propios, más allá de los requisitos de ley para el registro electoral.
 
La existencia de corrientes o no, su pertinencia, es un debate tan antiguo como las izquierdas mismas y no basta con la voluntad de un dirigente, por carismático y sólido que sea, para que no se den en la vida partidaria de manera real, aunque sin formalidad organizativa, estatutaria.
 
Por supuesto que no aludo a las que actualmente existen en el Partido de la Revolución Democrática y que en buena medida, pero no sólo, obedecen a la disputa por cargos de elección popular, espacios en la estructura partidista y recursos materiales.
 
En cualquier caso resulta muy oportuno subrayar que las corrientes, indebidamente denominadas tribus, surgieron en el PRD como mecanismo para que otros dirigentes no fueran avasallados por el peso y la autoridad de Cuauhtémoc Cárdenas, por otros líderes que provenían de la Corriente Democrática y hasta por los hijos del ingeniero.
 
Aparte de la voluntad política de AMLO –autor de No decir adiós a la esperanza, libro número 14 de su autoría y que presentará mañana–, para evitar algunas de las prácticas enlistadas será preciso un clima de participación de abajo hacia arriba y a la inversa en la toma de decisiones sobre los rumbos de corto y mediano plazos, y un trabajo colegiado de las dirigencias a todos los niveles que el tiempo ilustrará sobre su viabilidad. Pero es aquí donde podría residir uno de los mayores atractivos de Morena, aparte de auspiciar la unidad en la acción de las izquierdas, de su naturaleza sólidamente opositora y alternativa al gobierno en turno y al rumbo antinacional, inaugurado el 1 de diciembre de hace 30 años.
 
 
 
https://www.alainet.org/de/node/162514?language=en
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