Los países desarrollados cumplen Kioto pero no

21/11/2012
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Los países ricos cumplirán con el Protocolo de Kioto de acuerdo a los datos que reveló esta semana Naciones Unidas. Pero esto no quiere decir que hayan reducido sus emisiones, sino que el Protocolo tiene suficientes puertas de fuga como para que puedan cumplir con lo escrito, sin cumplir con la meta.
 
La Secretaría de la  Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático ha publicado el pasado 16 de noviembre los datos sobre los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero de los países “desarrollados” (listados en el Anexo 1 de la Convención) para el período 1990 – 2010[1]. La recopilación de estos inventarios es el instrumento clave de Naciones Unidas para medir los avances y ulterior verificación del cumplimiento de las  metas fijadas para estos países en el Protocolo de Kioto.
 
De acuerdo a los datos correspondientes al año 2010, los países del Anexo 1 han reducido un 14% sus emisiones de gases de efecto invernadero respecto de  las que habían tenido en 1990. Si esta tendencia se mantiene, estos países habrán cumplido largamente con los compromisos de Kioto (que establece para estos países una reducción conjunta de 5,2%). Vale la pena resaltar que esto incluye a todos los países que firmaron el Protocolo de Kioto, incluido Estados Unidos aunque finalmente no haya sido ratificado por su Congreso.
 
Parecería que el Protocolo de Kioto ha sido un éxito y los países industrializados se han tomado en serio sus compromisos de reducción de emisiones. Pero este no es el resultado de los esfuerzos de los países, sino que es la consecuencia inevitable de las decisiones tomadas en Kioto en 1997 y en los años subsiguientes por la Convención de Cambio Climático, particularmente los Acuerdos de Marrakech del año 2001. 
 
Es el resultado, entre otras cosas, de la posibilidad de evadir compromisos a través de los mercados de carbono, de la contabilización caprichosa y arbitraria del secuestro de carbono de los bosques y de la debacle económica de los países de la ex Unión Soviética[2]
 
Si tomamos en cuenta solamente a los países industrializados que no son economías en transición y consideramos solamente sus emisiones sin contabilizar el secuestro de carbono por los bosques, el resultado es muy distinto: en este caso se constata un aumento de las emisiones de 4,9%. Es decir, países como Estados Unidos, Australia, Canadá, han aumentado enormemente sus emisiones. Australia, por ejemplo, en un 30%.
 
El problema es que los países con economías en transición redujeron en un 40% sus emisiones como consecuencia de la caída de su economía y además presentan un secuestro de carbono en sus boques de más del 10%. Como consecuencia de ello, estos países muestran en su conjunto una reducción del 52,6% respecto de las emisiones que tuvieron en 1990. Esto hace que la suma conjunta de todos los países del Anexo 1 presente reducciones tan importantes.
 
El Protocolo de Kioto, por otra parte, les permite a estos países vender toda esa gran reducción de emisiones de las ex repúblicas soviéticas a los demás países industrializados y es lo que permitirá finalmente cumplir con los objetivos fijados en Kioto. En consecuencia, esto no demuestra tanto que el mundo está mejorando su performance ambiental, como la habilidad de los negociadores en la Convención para encontrar vías de escape a compromisos verdaderos. Entre los pliegues de la multitud de textos que construyen el andamiaje jurídico de la Convención se esconden todas las trampas necesarias para que todo siga como está.
 
Esta es una reflexión importante de hacer, en este momento en que está a punto de comenzar una nueva “ronda de negociaciones” en Qatar. Se espera que este sea el primer paso de una larga cadena de reuniones que deberá llegar al 2015 con un nuevo acuerdo vinculante para todas las partes.
 
Nuevos pliegues se están construyendo en los nuevos textos para seguir trampeándole al mundo la posibilidad de estabilizar el clima. Entre ellos nuevos mecanismos de mercado, nuevas formas de agregar secuestro de carbono en bosques, nuevas tecnologías para capturar carbono, y un largo etcétera.
 
Y en esto no están solos los países industrializados. También hay muchos intereses en juego (y muchos expertos negociadores) entre los países llamados “en desarrollo”. Estos compiten entre sí a ver quién se puede quedar con la mejor parte de la futura torta del Mecanismo de Desarrollo Limpio, o con los dólares que vendrán de nuevas formas de conservar el carbono de los bosques (REDD+), o con las compensaciones que les correspondan por ver reducida su posibilidad de exportar petróleo o productos agrícolas con alto contenido de carbono.
 
Nadie es inocente en este juego. Cada uno agrega su “pliegue” al entramado loco e incomprensible de los acuerdos en debate que tiene como meta comenzar a implementarse en 2020, una fecha excesivamente tardía para la urgencia climática.
 
Este es el contexto de la COP 18 que comienza el próximo 26 de noviembre en Qatar. Un primer paso en un largo camino que nos llevará, en el mejor de los casos, a un acuerdo tardío, incomprensible e inútil. Como el Protocolo de Kioto.
 
 
*Gerardo Honty es Analista de CLAES, Centro Latinoamericano de Ecología Social
 


[1] Documento FCCC/SBI/2012/31, disponible en inglés en www.unfccc.int
https://www.alainet.org/de/node/162797?language=en
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