Y con el "american way of life", ¿qué hacemos?

05/12/2014
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Cada vez queda más claro que la última década del s. XX ha traído consigo un cambio sustancial del estado político del mundo o si se quiere la consolidación de nuevos perfiles del mundo en que vivimos, cuya enumeración será necesariamente incompleta e insatisfactoria:
 
·         avance problemático de diversos factores ambientales o ecológicos, como la contaminación aérea y acuática cada vez más generalizadas, una crisis crecientemente acelerada por pérdida de biodiversidad, tanto de ejemplares por especie (por ejemplo, de abejas, de tiburones, de micro- y macroflora y fauna arrasadas con agrotóxicos, o de especies arbóreas que no logran desplazarse lo suficientemente rápido mediante sus propias semillas ante el calentamiento global que desplaza las regiones aptas para cada especie) como de especies. Esto último es irreversible y expresa un empobrecimiento biótico progresivo de todo nuestro mundo. Pero la lista de tenebrosos futuros es mucho mayor; “efecto invernadero”, causa del ya citado calentamiento global que implica el creciente derretimiento de los hielos (árticos, antárticos y de montaña) que se va consumando no ya a siglos o décadas de nuestro presente sino apenas a años; a una verdadera crisis climática, ante la cual la rebaja actual del precio del petróleo, bajando de su coyuntura de altos precios por perspectivas de escasez, más allá de mejorar las cuentas de quienes lo importan y ralear las de quienes lo exportan, puede facilitar un incremento en su uso que no hará sino precipitar el mencionado proceso de calentamiento, y tantos otros fenómenos ominosos que han estado surgiendo en las últimas décadas. Pongamos siquiera un ejemplo. Colborn, Peterson Myers y Dumanovski, biólogos estadounidenses, han escrito un libro, Our Stolen Future [1] tras un prolongado y concienzudo trabajo de campo, mostrando y demostrando hasta qué grado ha sido alterada la sexualidad y la fecundidad por la contaminación ambiental, fundamentalmente alteradores endócrinos que han provocado, por ejemplo la aparición de parejas de gaviotas compuestas de hembra y hembra, una con el comportamiento de cuidado del nido y otra cumpliendo el papel proveedor; la incapacidad de machos de diversas especies de procrear, por atrofia de pene condenando a medio plazo a la desaparición de la especie; el papel devastador de la asimilación de partículas plásticas en los órganos de los seres vivos…
·        
Uno comprende, con esta información, el penoso papel que estamos sufriendo en las sociedades humanas donde no percibimos el papel de los falsos estrógenos en la sexualidad humana y en cambio, se reivindica como “de avanzada”, políticamente correcto, el reconocimiento de nuevos sexos; tercero, cuarto, quinto…
 
·         surgimiento de nuevas enfermedades o rebrote de antiguas pero con nuevas variedades a menudo más agresivas; y como capítulo especial dentro de este sombrío panorama, difusión del cáncer como la enfermedad de nuestro tiempo (En Suecia, en los ’90, estimaban para el 2000 que un tercio de toda la población contraería diversas variantes, aunque auspiciosamente auguraban una recuperación cierta del 50%).
 
Jeff Ritterman, oncólogo estadounidense, afirma que: “La agricultura transgénica (rebautizada biotecnológica y últimamente photoshopeada como “agricultura inteligente”[sic]) es el financiador [o en neocastellano básico, el sponsor] principal, o lo parece, del gobierno de EE.UU.” Y prosigue:
 
”A esta altura de la historia ya hay pruebas incontrovertibles de que Roundup causa malformaciones congénitas y está estrechamente vinculado con los cánceres. Si no queremos que este herbicida se siga acumulando en nuestras aguas, tierra y alimentos, tenemos que dejar de usarlo.” […]
 
Los cánceres son células que se reproducen rápida y azarosamente con total falta de consideración a la preservación del organismo anfitrión. Las células cancerosas consumen enorme energía matando literalmente por hambre a las células normales. Se expanden tan salvaje y rápidamente que asfixian a sus vecinas. Envían emisarios para iniciar nuevas colonias cancerosas. Elaboran sustancias tóxicas que dañan a las células sanas. Se expanden sin pausa. Como triste ironía, cuando las células cancerosas alcanzan su máxima expansión matan con ella a su anfitrión y mueren en el proceso.”
 
”Como un cáncer, la agricultura transgénica ha ido expulsando sin pausa a sus vecinos y se ha ido expandiendo sin descanso. También como un cáncer, fabrica sustancias tóxicas. Roundup es una de ellas. Cuantas más hectáreas caen bajo cultivos transgénicos, más debemos contar con que Roundup aumente su producción.” Hasta aquí, Ritterman.[2]
 
Podríamos ejemplificar este crecimiento en Argentina –sometida desde 1996 a un ensayo “a campo abierto” en que la población del país juega, jugamos, como cobayos− con la decisión del gobierno, mejor dicho de Monsanto vía Cristina Fernández de Kirchner, de instalar la mayor fábrica de producción de Roundup en América del Sur en el país, en la provincia de Córdoba (gobernada por opositores al gobierno, valga el ejemplo de picaresca criolla) y que el gobierno provincial ha destinado a un municipio que a su vez es de otra oposición…, el de Malvinas Argentinas. Ese “juego de la mosqueta” expresa que alguna resistencia hay en el país; esa construcción está paralizada… por los vecinos y contra todas las instancias institucionales que la han prohijado.
 
Más allá del aumento sobrecogedor de los cánceres, los avances médicos son a la vez innegables y claros; la calidad quirúrgica y la aparatología médica de diagnóstico, han mejorado década a década, a punto tal que se puede hablar de un enorme ahorro de muertes prematuras, hoy evitables (aunque también existe una aparatología, a menudo comercial, dedicada a la sobrevida sin calidad alguna, mucho más discutible).
 
La pregunta que queda en pie es si tales avances compensan el despliegue de tantas enfermedades viejas o nuevas, en gran medida relacionadas con la contaminación ambiental, de tan variados órdenes, como el ejemplo sobrecogedor que nos vuelve a recordar Ritterman y que “el imaginario colectivo” o el presentismo perpetuo parecen dejar de lado en países absolutamente atrapados en el vértigo transgénico como, por ejemplo, Uruguay o Argentina.
 
Con razón Déborah Padilla[3] ha calificado a Argentina como “enferma de progreso agrotóxico”.
 
•     Deterioro alimentario; cada vez tenemos más comida disponible pero de calidad cada vez peor. Comidas que “superan” la estacionalidad, pero que pierden sabores y olores. Como si muchos alimentos fueran meramente fotocopiados. Estamos en el reino de la comida basura. Comida cada vez más provista de elementos químicos; los meneados aditivos (conservantes, colorantes, gelificantes, saborizadores, aromatizantes, blanqueadores, antihomogeneizantes, condensadores, antioxidantes, leudantes, antimicóticos, emulsionantes, secuestradores, acidulantes, espesantes, gasificantes, antiaglomerantes, agentes de retención de agua), que en rigor vienen a sumarse, sinérgica y negativamente, a los ingredientes químicos que cada vez más suele acumular la elaboración agroindustrial de materia prima para alimentos.
 
La falta de comida no mató a la especie ni mucho menos, pero sí había que soportar períodos de escasez, donde la delgadez, incluso extrema, a veces era norma, amén de otro conocido de las sociedades tradicionales; el raquitismo. Hoy en día, con la misma comida durante los doce meses del año, borrada la estacionalidad, borrada la escasez, “gobernando” las góndolas, lo que generamos es obesidad y cáncer. ¿Estamos mejor?
 
•     Imparable escasez del tiempo. A medida que se desarrollan nuevos artilugios y avances tecnocientíficos aplicados al ahorro del tiempo −los medios de comunicación son cada vez más rápidos, por ejemplo, igual pasa con los de transporte− esos despliegues en aparente paradoja nos van sumiendo en la angustiosa falta de tiempo para atender tantas ventajas y presuntos ahorros que a su vez crean una dispersión de la atención hacia múltiples necesidades.
 
·         penetración económica de las transnacionales en la periferia planetaria aun mayor que la “tradicional”. Que puede deberse a la libertad de movimiento que el quiebre soviético y el auge de la ideología del liberalismo han facilitado; también a la conciencia creciente de la finitud de nuestro mundo, el planeta. Para decirlo con palabras de Irma Oliveira, una francotiradora muy atenta a la problemática ambiental uruguaya: “La actual tendencia, en los países poderosos es la de abandonar la retórica y asegurarse el control de los escasos recursos naturales aún disponibles.” [4]
 
•     Fin de la bipolaridad que caracterizara la segunda posguerra (y se prolongara por medio siglo), y el desplazamiento de la contradicción que muchos entendiéramos alguna vez clave, de este-oeste (o viceversa) por la de norte-sur o sur-norte (todos estos puntos cardinales son tomados in toto, con la terminología vigente en la segunda mitad del s XX, con las gradaciones y excepciones de rigor).
 
Junto con ese fin de la bipolaridad sobrevino la puesta en duda de la “opción” que abarcara casi todo el s XX; la alternativa socialista o incluso, casi, el advenimiento socialista como etapa posterior al (y del) capitalismo; algo que encandilaba prácticamente a todo “socialista científico” y que incluso le quitaba el sueño a muchos intelectuales antisocialistas que lo veían sin embargo como proceso ineluctable (conozco varios, pero uno, famoso, de comienzos del s XX puede resultar un penoso ejemplo de tal profetismo involuntario, de ese fatalismo odiado: Gustave Lebon).
 
El “nuevo tiempo”, sobrepasado lo que se entendió un paréntesis socialista (aunque perduraron estados que así se declaran) se encarnó en una corriente bastante numerosa de intelectuales oportunistas que abandonaron sus bagajes “socialistas” (tanto marxistas revolucionarios como socialdemócratas), porque vieron, creyeron ver, quisieron ver, en el liberalismo o en el populismo el non plus ultra de la política, incluso en los casos más “graves”, de la perfección política. Reeditaron así, seguramente de modo involuntario, el profetismo simplista de G.W. Hegel construyendo un sistema político que iba a culminar en el estado prusiano justo en su presencia.
 
·         proyecto de “nuevo siglo estadounidense”, ahora exclusivo, el del siglo XXI. Detengámonos en este último punto, que consideramos nodal para nuestro presente.
 
Antes de iniciar un mínimo punteo histórico quiero resaltar la patética confusión sistemática que los personeros del “poder global” hacen entre “los intereses globales de EE.UU” y los intereses locales o nacionales de las zonas globalizadas en donde se enseñorean aquellos interesas “globales” que son, en rigor, de los privilegiados del planeta. Obama, por ejemplo, no se cansa de explicitar esa maravillosa conjunción de intereses entre saqueadores y esquilmados. Las tercas estadísticas, empero, revelan que hoy en día ni siquiera se habla, como décadas atrás, del primer decil de afortunados o millonarios sino del 1% de multi- o milmillonarios…
 
Para “explicar” el ahondamiento entre dos humanidades, algo que ha resultado enormemente persistente en las sociedades humanas, me permito esta cita, extensa:
 
“El estadounidense medio […] devora lonjas de carne de varios centímetros de espesor, traga alcohol en vasos rebosantes, arroja a la basura buena parte de los alimentos que quedan en la mesa, conduce enormes automóviles extremadamente sofisticados, uno por miembro de la familia en la medida de sus posibilidades, mantiene la temperatura de su hogar a 20 grados centígrados en el verano y a 25 en el invierno, deja las luces encendidas en toda la casa, hace marchar todos los aparatos eléctricos al mismo tiempo, aniquila al más ínfimo animalito indeseado, utiliza el agua profusamente tanto para bañarse como para ducharse, para lavar su ropa y su vajilla, para regar su jardín o evacuar las servidas. Algunos de estos bienes disipados con semejante ritmo no parecen próximos a agotarse, pero de otros, en cambio, ya se sabe las consecuencias nefastas de su uso, ya se trate de la recrudescencia de enfermedades cardiovasculares o de la escasez de agua […].” [5] Aunque la cita tiene casi veinte años, no sólo constituye un elocuente testimonio histórico, puesto que buena parte de los rasgos allí explicitados siguen lamentablemente vigentes; el “mundo enriquecido” sigue siendo dispendioso con los bienes terrenales, sobre todo ajenos…
 
Procuremos, empero, una mirada no tan presente sino más histórica.
 
En agosto de 2000, el think tank fundado en 1997 bajo presidencia republicana, elabora un documento, “Rebuilding America’s Defenses”, que es fuertemente crítico contra el entonces presidente Clinton, demócrata (que durará apenas unos meses más en funciones) a quien acusan de haber descuidado la faz militar. El subtítulo es explícito: Report of The Project for the New American Century (Informe del proyecto para un nuevo siglo american, es decir estadounidense).
 
Dicho informe, firmado por “intelectuales orgánicos” como Robert Kagan y sus hermanos Donald y Fred, William Kristol, Paul Wolfowitz, Thomas Donnelly y otros, tiene un pasaje sugestivo en su último tercio, es decir, luego de la crítica arrasadora a las deficiencias militares que estos intelectuales atribuían a la incuria “clintoniana”:
 
El proceso de transformación [de los dispositivos militares] aunque con cambios revolucionarios, es probable que insuma mucho tiempo, salvo que sobrevenga algún evento catastrófico y catalizador –como un nuevo Pearl Harbor–.”  
 
A mi modo de ver, este “anuncio” exactamente un año antes del derribo de las Torres Gemelas más la seguidilla de violentos hechos en ese día, constituye un indicio muy fuerte de ciertas implicancias con lo acontecido. Recordemos que ya en 1993, la red de seguridad de EE.UU. había rastreado un intento de derribo mediante implosión de una de las torres del World Trade Center, que en aquel momento se atribuyó a redes islamistas o al menos de ese origen.
 
La más que patente presencia de saudíes, por ejemplo entre quienes ejecutaran la acción con las Torres Gemelas podría revelar una estructura similar a la habida en 1941 en el archipiélago de las Hawai, en la bahía del puerto de las perlas, Pearl Harbor… donde los japoneses del Imperio del Sol descargaron un golpe que “obligó” o permitió a EE.UU. a ingresar en la 2GM. Entonces, las autoridades estadounidenses, sabedoras de los planes de ataque, dejaron hacer para legitimar ese ingreso, lo que ajedrecísticamente se denomina una celada… con sacrificio incluido, para seguir con el símil ajedrecístico. En 1941, lo acontecido arrojó más de dos mil muertos… estadounidenses. En 2001, hubo más de tres mil…
 
Sólo así se explica la deferencia del gobierno de G.W. Bush despachando al día siguiente un avión chárter con medio centenar de saudíes, pertenecientes a la extensa familia de Osama bin Laden, con destino a Arabia…
 
Sólo así se explica que el Poder Ejecutivo dirigido por G.W. Bush haya sustraído del informe del Congreso de 2002 el “Report of the Joint Congressional Inquiry into the 9/11” (Encuesta bicameral de los sucesos de 11/9/2001), 28 páginas que han sido puestas fuera del conocimiento público, con el título “Finding, Discussion and Narrative Regarding Certain Sensitive National Security Matters” (Hallazgos, discusión y relatos en relación con ciertos asuntos sensibles de la seguridad nacional).
 
Sólo así se explica que cuatro aviones u objetos voladores hayan podido ingresar a diversos espacios aéreos estadounidenses un mismo día sin tener respuesta alguna (cuatro, no uno). Si EE.UU. fuera semejante “colador”, sabríamos que dilapida los cuantiosos fondos que maneja para “seguridad”… pero en tal caso, no habría llegado a cumplir el papel de sheriff planetario que ejerce ininterrumpidamente desde hace décadas. La potencia, mortífera, atrozmente potente que trasunta su seguridad es la misma con la que ha podido mantener la atracción que todavía imprime su american way of life, pese a que muchos consideremos que se trata realmente de un american way of… muerte, no vida.
 
Entendemos lo acontecido el 11/9/2001 como fruto de una política, una decisión, por otra parte, tan explícitamente anunciada un año antes por los “cráneos” veristas precitados.
 
Existen muchísimos índices de esta pretensión imperial, lamentablemente muy bien materializada.
 
Nunca ha tenido EE.UU. tantas bases militares en el mundo entero como en la última década. Más de 800, ocupando más de 25 mil km2 (el equivalente a la superficie total de países como Albania, Ruanda o Haití, casi tanto como la superficie de Bélgica y un poco más que las de Qatar o El Salvador…)
 
En ese despliegue se incluye una política de "contención" de China (como otrora de la URSS), la nueva potencia de la región. Esto significa evidentemente "salpicar" nuevas bases por toda la región, agregándolas a las más de 200 bases estadounidenses que han cercado a China durante décadas, desde Japón, Corea del Sur, Guam y Hawai.
 
En África, el Pentágono ha ido creado desde 2007, silenciosamente, "cerca de una docena de bases aéreas" para drones y vigilancia. Aparte de la decana en Camp Lemonnier en Djibuti (cuerno del África), sabemos que los militares han creado o crearán pronto instalaciones en Burkina Faso (con su reciente golpe de estado), Burundi, la República Centroafricana, Etiopía, Kenia, Mauritania, São Tomé y Príncipe, Senegal, Seychelles, en el escindido Sudán del Sur “protegido” de Israel, y en Uganda. El Pentágono también ha estudiado la construcción de bases en Argelia, Gabón, Ghana, Mali y Nigeria, entre otros sitios.
 
En América al sur del rio Bravo, después de la expulsión de los militares estadounidenses de Panamá en 1999 y de Ecuador en 2009, el Pentágono ha ido creando o actualizando nuevas bases en Aruba, Curaçao, Chile, Colombia, El Salvador y Perú. En otros sitios, el Pentágono ha financiado la creación de bases militares y policiales capaces de albergar fuerzas estadounidenses; en Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Costa Rica, e incluso en Ecuador.
 
Los militares pueden desear una base en Brasil y han tratado de crear bases, supuestamente para ayuda humanitaria y de emergencia, en Paraguay, Argentina y Uruguay. ¿Lo lograron? se pregunta Vine. En el caso uruguayo, sabemos que sí, al menos algunas (como la de los Seal).
 
¿Qué pasa con la base militar gigante de Mariscal Estigarribia en Paraguay? Funcionó y alojó a centenares de soldados estadounidenses. Estaba concebida para albergar a miles, a principios de siglo, pero no hay constancia de su presencia actual, al margen de lo que declaran los gobiernos de EE.UU. y Paraguay, negando su existencia.
 
En 2008, la Armada de EE.UU. reactivó la Cuarta Flota, inactiva desde 1950, para patrullar el sur americano. Reparemos: seis décadas después…
 
En Europa, además de los centenares de bases desplegadas en el tiempo de la “lucha contra el comunismo”, ahora EE.UU. ha extendido sus redes a Polonia, Lituania, Bulgaria y Rumania, perlas arrancadas al viejo collar soviético. Y por el mismo camino va nada menos que Ucrania, el poder regional de la Europa oriental del sur…
 
David Vine,[6]  de quien hemos extraído y sintetizado buena parte de los elementos de los párrafos anteriores, examina un cambio de las dimensiones y los emplazamientos de las bases militares estadounidenses de cara a las nuevas estrategias y “enemigos”; ya no el “comunismo” sino el “terrorismo”, y a los nuevos despliegues tecnológicos.
 
Nos dice que hay una expansión: futuras bases de EE.UU. "esparcidas […] por regiones en las cuales EE.UU. no ha mantenido anteriormente una presencia militar.
 
Están desapareciendo los días en los que Ramstein era la base simbólica de EE.UU., un coloso del tamaño de una ciudad repleto de miles o decenas de miles de estadounidenses, supermercados, Pizza Huts, y otras comodidades. Pero no penséis ni por un segundo que el Pentágono esté haciendo las maletas, reduciendo su misión global y volviendo a casa. En los hechos, sobre la base de los eventos de los últimos años, es posible que sea todo lo contrario. Mientras disminuye la colección de bases gigantes de la era de la Guerra Fría, la infraestructura de bases en ultramar ha estallado en tamaño y alcance.
 
Sin que lo sepa la mayoría de los estadounidenses, la creación de bases en todo el planeta está aumentando, gracias a una nueva generación de bases que los militares llaman "nenúfares" (valiéndose del símil con la rana que salta a través de un estanque hacia su presa). Son pequeñas instalaciones secretas e inaccesibles con una cantidad restringida de soldados, comodidades limitadas, y armamento y suministros previamente asegurados.”
 
Vine nos aclara que desaparecieron muchas bases con el colapso soviético, pero inmediatamente se reconstituyeron, abandonando el gigantismo y acentuando el carácter “nenúfar”. Aunque también las hay que siguieron atadas a los viejos esquemas: en Alemania, sin URSS ni RDA, se mantuvieron 60 mil soldados yanquis, ocupando el país, aunque pareciera ser en términos cordiales… (pero no tanto, porque por ejemplo, la red Echelón[7] se hace sin Alemania, en rigor, perjudicando, al menos económicamente, a Alemania y a Francia, y cuando hubo una incorporación más allá de los “socios fundadores”, anglófonos, no fue ni Alemania ni Francia lo que entra al selecto club, sino Israel…).
 
El presupuesto de las bases aumentó, a precios constantes (en dólares 2007), bastante más de un 50% entre 2001 y 2008.[8]
 
A este panorama que hemos repasado tan sucintamente tendríamos que agregar “el toque latinoamericano” que otro analista, el historiador y periodista de investigación J.P. Sottile ha hecho sobre la Escuela de las Américas (su nombre en inglés, Western Hemisphere Institute for Security Cooperation, Instituto Occidental para la Cooperación en Seguridad), que luego de su cierre político, en 2009 ha sido reabierto con mucho mayor empuje del que había quedado del oleaje de los ’70 a principios de siglo…) y para la cual, una vez más Honduras se ha convertido en cabecera de playa.
 
Y Honduras es el lugar preciso para indicar otro rasgo saliente de nuestro tiempo: la alianza EE.UU.-Israel.
 
Porque durante el último golpe de estado en Honduras para desplazar a su presidente elegido por elecciones, M. Zelaya, la asistencia militar israelí estuvo muy presente, y el nuevo “presidente” surgido del golpe adoptó de inmediato a los servicios secretos israelíes para su protección.
 
La alianza EE.UU.-Israel es tan estrecha que al menos en cierto sentido podríamos hablar de una unidad política o político-militar. Es cierto que en EE.UU. existen fuerzas políticas, en la derecha republicana, por ejemplo, que no admiten semejante fusión, que va más allá de una mera alianza para constituir mandos unificados. Pero tanto los cristianos sionistas, en general adscritos al Partido Republicano, como la estructura del Partido Demócrata, han aceptado esa simbiosis. Por eso entiendo pertinente hablar de una única entidad EE.UU-Israel. Aceptando, en todo caso, revisar su existencia ante hechos nuevos. En el actual estado de situación es una mera trampa que EE.UU. figure, por ejemplo, como mediador entre israelíes y palestinos cuando en rigor, el estado con mayor despliegue militar (y tecnológico e incluso cultural) del planeta no es sino un socio siamés con el Estado de Israel (a lo sumo, funciona a veces como “el hermano mayor” que le tolera cualquier tropelía al hermanito…).[9]
 
Toda esa red, esa telaraña planetaria que los estrategos estadounidenses y que por mejor decir tendríamos que precisar como israelo-estadounidenses, están tejiendo y afinando, se coordina y asienta a través de seis grandes comandos regionales que cubren el planeta, junto con una serie de direcciones militares y navales específicas (como la de marines u otras especialidades). Aquellos comandos coordinadores están en las regiones y continentes que se supone deben “proteger” (sobre todo, de sus natives…): Comando Central (MacDill Air Force Base, Florida)-CENTCOM; Comando del Norte−NORTHCOM (Peterson, Colorado), Comando del Pacífico−PACOM (Honolulu); Comando del Sur, dedicado a la América No sajona–SOUTHCOM (Miami, Florida); EUROCOM, (Stuttgart) y AFRICOM (sin sede definitiva;  durante muchos años, estuvo radicado en Stuttgart, junto con el europeo, porque la OUA primero y la UA después se negaban a concederle un territorio en el continente africano, pero tras el asesinato de Gadafi y el consiguiente desmantelamiento de Libia decidieron establecerlo en la misma África, aunque naufragó el intento de hacerlo en Libia).
 
Repasando tal número de bases, las hay asentadas desde el siglo XIX, como la de Guantánamo en Cuba, muchas provienen del comienzo del dominio planetario estadounidense, luego de 1945, pero una buena parte data de este tercer empuje a partir de los ’90, y muy especialmente luego de “los acontecimientos” de 2001, que hemos señalado al comienzo.
 
El empecinamiento estadounidense en militarizar el mundo entero revela únicamente el papel que a sus élites de poder les merece las crisis que hemos señalado inicialmente: en lugar de estar preocupados y hasta paralizados por la marcha al abismo en que estamos enfrascados, los titulares del american way of life aprietan el acelerador y avanzan raudos.
 
Reparemos que aquellos índices o indicadores de la crisis que reseñamos inicialmente son de muy diversa naturaleza; agotamiento de la esfera biológica, arrebatiña de los recursos “naturales” cada vez más claramente visualizados como escasos que habla a las claras de un agotamiento incluso mineral del planeta; una crisis de las alternativas políticas (con el consiguiente colapso soviético como el mojón referencial), una crisis sanitaria o médico-sanitaria, una crisis cultural o existencial vinculada con la “falta de tiempo”, una crisis de nuestra propias esferas biológica y social, carcomidas, como explica Andrew Kimbrell, por la tecnoesfera.[10]
 
El encuentro del Panel Internacional sobre Cambio Climático de la ONU, que se reúne el mes entrante en Lima, Perú, nos va a anunciar la insuficiencia de las más que tímidas, cómplices medidas tomadas hasta ahora y cómo la acumulación de partículas constituyentes del “efecto invernadero” aumentan incontenibles y hemos pasado desde los albores del industrialismo a nuestros días de 300 ppm a 450 ppm. Eso significa que el aumento promedio de la temperatura planetaria es inevitable y ya se lo empieza a aceptar en dos grados centígrados, pese a que con total justeza Evo Morales había propuesto en el encuentro anterior del mismo panel no sobrepasar un grado centígrado (en esa instancia la delegación boliviana quedó sola con tal planteo; ni a la argentina ni a la uruguaya −ciertamente− parecieron preocuparle el asunto, así como a las casi 200 delegaciones nacionales restantes…).[11]
 
Una expresión de Rina Bertaccini es elocuente: “dominación de espectro completo”.[12]
 
Para caracterizar la situación actual del “imperio” y el panorama que tenemos por delante presentamos una “profecía” de la escuela para gerentes de empresas transnacionales asentada en Suiza, fundada por Nestlé, un puntal del “Nuevo Orden”: “Tres aspectos del mundo del año 2020 tendrán implicaciones significativas para las Fuerzas Armadas de los EEUU. Primero, los Estados Unidos continuarán teniendo intereses globales y estarán comprometidos con una serie de actores regionales” […] La fuerza conjunta 2020 debe estar preparada para ‘ganar’ [sic] en todo el espectro de las operaciones militares en cualquier parte del mundo” […]. El potencial de los enfoques asimétricos es tal vez el peligro serio que los EE.UU. enfrentan en el futuro inmediato, y este peligro incluye los misiles […] y otras amenazas directas a los ciudadanos y el territorio de EE.UU.”  (IMD, VC2020).
 
¡Esto sí que se llama análisis legitimador de lo existente! Nestlé, una transnacional genocida, no podía ser menos. 
 
- Luis E. Sabini Fernández es docente del área de Ecología y DD.HH. de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, periodista y editor de Futuros.  
 
[1] Editado en EE.UU. en 1996. Traducción al castellano, Ecoespaña, Madrid, 2006.
[4] Todo está bajo control, edición de la autora, Montevideo, 2011.
 
[5] Robert van den Bosch y Jean-Paul Aeschlimann (L’ engrenage des pesticides, Ed. Payot, Lausana, 1996).
2C_u.s._empire_of_bases_gro>.
[7] Formada en 1948 por los gobiernos de EE.UU., RU, Canadá, Australia y Nva. Zelandia para el control planetario de las comunicaciones, entonces teléfonos, telégrafos y correo postal. Desde la década de los ’80 se inicia el control de la gran cantera electrónica.
[8] fte.: Friends Committee of National Legislation.
[9] Es semejante fusión la que permite que surjan situaciones como la descrita por Dahr Jamail, <http://www.truth-out.org/news/item/27590-tortured-and-raped-by-israel-pe... “Torturada y violada en Israel; perseguida y encarcelada en EE.UU.”
[10] “The Dark Side of Technology”. AK es director del Center for Food Safety y autor de “New Report: GMOs Causing Massive Pesticide Pollution”, 2009”.
[11] Invito al lector a leer sobre el tema la nota “Al fin nadie es inocente”, de Gerardo Honty.
 
[12] “Militarización imperialista: máscaras nuevas para proyectos viejos”.

 

https://www.alainet.org/de/node/165960
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