¿Qué ocurre con la educación popular? (I)

04/12/2014
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1ª parte                                                         
 
Las olas de conflictos sociales que por diversos motivos, asolan a diversos países del continente americano, hacen imprescindible voltear hacia la educación, como fórmula sustantiva para conocer lo que ocurre, entender motivos y procesar hechos, de tal manera que seamos capaces de teorizar primero y actuar en consecuencia, para que las soluciones posibles, encontradas como hallazgos –por supuesto para cada contexto- den pautas para actuar, vigorosamente, pero en paz social y concordia, a fin de frenar la violencia, el crimen y las caídas, que con brusquedad se presentan en las condiciones económicas, políticas y sociales de nuestros países. 
 
Hemos venido cometiendo el error –que se trató de subsanar recientemente a nivel federal y en algunas regiones de México y otros países del continente latinoamericano- de copiar sistemas educativos ajenos a nuestra idiosincrasia, simplemente porque estos dieron o están ofreciendo buenos resultados en países de otros hemisferios y continentes, con otras circunstancias internas y de relación externa, que acá las comunidades ven con desconfianza.
 
Tales acciones tiran por la borda experiencias propias, desarrolladas por largo tiempo en la región, con resultados muy interesantes y válidos, que merecen ser valorados y aprovechados en las partes que se ajusten a lo que las condiciones locales e internacionales de cada uno de nuestros países, permitan o seamos capaces de soslayar o de plano hacer a un lado, en aras de una educación para la vida que forme ciudadanos con un alto sentido social, capaces de enfrentar con su preparación y formación cívica y ética, las presiones a que ya estamos sujetos por la globalización de la economía financiera, que rige los destinos de nuestros pueblos y coopta a muchos gobiernos latinoamericanos.
 
Tal es el caso de la “educación popular”, misma que como corriente pedagógica latinoamericana, germinó hace poco más de medio siglo. Esta se caracteriza por diversos valores y conceptos, por cierto inscritos en casi todas las constituciones políticas de nuestros países, en que se critican las injusticias, y se pugna por un panorama ético y político de libertades, impulsando, con las competencias que cooperan a formar la niñez y juventud de los sectores populares, para que sean ellos quienes se instauren como transformadores de su entorno, de su comunidad y país.
 
La comunidad es, después de la familia, el espacio en que se pueden y deben desarrollar diseños de vida unitaria y solidaria, alejando circunstancias negativas del populismo. De ese modo, comunidad será un concepto que explique relaciones sociales efectivas consideradas como comunitarias, al reivindicar y generar vínculos de solidaridad y reciprocidad, de que están urgidas las sociedades modernas.
 
Empero, para atender la emergencia de los procederes comunitarios de producción económica, social y cultural, se requiere del armado de un discurso y una práctica educativas, que les de la razón y dirija hacia las metas fijadas. Esto dentro de una formación equitativa, laica, gratuita y universal, que forme a todos bien, pero sin mirar a quien.
 
Hemos sido y somos testigos, incluso protagonistas de diversos y rápidos cambios, que parten de finales del S. XX y se intensifican en el presente siglo. Estos se muestran en todos las disciplinas, evidenciando, el enorme potencial de la dinámica provocada por el crecimiento capitalista en su lucha con el fallido régimen socialista y su prolongación en el proyecto moderno, que clarifica sus linderos y agotamiento.
 
Tales circunstancias impulsan la penetración de elementos y energías nuevas. Antes: presenciamos la edificación y desplome del sistema bipolar, de la guerra fría; vimos con entusiasmo los logros económicos, sociales y culturales del socialismo, hasta su crisis terminal; asistimos al montaje del Estado de Bienestar y su desajuste bajo el neoliberalismo. En este siglo presenciamos la apuesta por el Estado, como factor de desarrollo económico y efigie de la unidad política, y su demérito actual frente a la globalización y la fortaleza de lo local.
 
Vivimos con desespero el que la racionalidad moderna no trajo la libertad, igualdad y fraternidad proclamadas. Solo construyó un nuevo surtidor de dogmatismos e intolerancias, cuyo Dios es el dinero y el mercado su templo. Como reacción desesperada ante tal avance, resurgen preferencias culturales ancestrales, colmadas de fanatismos religiosos y políticos, así como de odios profundos interraciales, que llevan a muchos pueblos en el Planeta, a enfrentamientos en que la vida humana no cuenta, solo la consecución de los intereses de los grupos en pugna. 
 
Puede afirmarse que los cambios afectan el orden dominante; pero también los análisis de él, las utopías libertarias fundadas en sus juicios. La difusión de la sociedad, creó en paralelo una sociología y teorías sociales que procuraron dar cuenta de su razón de ser y discursos críticos que indicaron sus límites. Desde ellos crearon opciones sociales y teorías en torno al orden social, su mantenimiento o derribo. Tenían confianza en la política como lugar para la resolución de los conflictos entre sus diversos actores.
 
Hoy, estas diversas teorías sociales están en crisis, tanto por que se evidencia la segmentación de diversos ámbitos de lo social, como por la dispersión de referentes que originan los conflictos y la identidad de los actores sociales, quienes no constituyen unidades sino multiplicidad de posiciones y es difícil interpretar cambios como eslabones de una sucesión lineal y progresiva ya existente.
 
La política perdió su fuerza como espacio de “vehiculización” y resolución de intereses y conflictos sociales. La incapacidad de las izquierdas de generar alternativas viables, confirman el desencanto frente a los grandes avisos de cambio. El ocaso de modelos interpretativos críticos y de ideologías de cambio radical, simbolizados en las Revoluciones, significa la renuncia a la voluntad de ruptura y obstáculo para crear utopías de nuevas síntesis sociales. Cobran fuerza en la región, discursos solícitos al desorden vigente, que proclaman el fin de la historia, de las ideologías y las utopías.
 
Eso genera duda, inseguridad. Es más que crisis ideológica o circunstancial del modelo de acumulación, quiebre de la civilización occidental y del proyecto modernizador, basado en racionalidad ilustrada enseñoreados del Planeta desde hace cinco siglos, de mano de la expansión capitalista y más recientemente del socialismo autoritario.
 
Sus frutos no son: progreso, bienestar y libertad que ofreció, sino: opresión, desigualdad, injusticia, violencia, homogeneización cultural y destrucción ecológica; el triunfo de la razón no significó emancipación del sujeto, sino daño a su subjetividad, sus relaciones con otros y deterioro de su entorno. Evidencia de este agotamiento, de la mixtificación de la razón y el sujeto modernos, así como sus consecuencias en el plano de la ciencia, el arte, la política, las prácticas sociales y la cultura, es lo que define la condición postmoderna.http://aleph-arts.org/epm/practicas.html
 
El reconocimiento y potenciación de estos sentidos históricos de lo comunitario pueden alentar proyectos sociales y educativos, alternativos al empobrecimiento material que el modelo capitalista mundial hoy impone. No se propone un relato esencialista y totalizador, ni se afirma que la historia avanza necesariamente hacia un futuro comunitario. Habrá que explorar, en nuevas lecturas de dinámicas sociales y seguir ejemplos de países que en la región, perfilan lo comunitario como posible, para aquilatar y asumir las dinámicas sociales y políticas pertinente y afinar los proyectos educativos en boga, para que acompañen tal empeño. (Continuará).
 
Correo electrónico: v_barcelo@hotmail.com Puebla, Pue. 23-Nov-2014.
 
https://www.alainet.org/de/node/165983?language=es
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