La ciudad que queremos

12/03/2015
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La semana pasada se realizaron dos encuentros en que la ciudad se convirtió en el eje de preocupación de los asistentes. En esos mismos momentos un ex - presidente de la Corte Suprema de Justicia era condenado a servir una pena de cárcel por delitos comprobados. Por otro lado, ex - ministros y otros funcionarios públicos eran privados de libertad. Otro número plural de empresarios eran detenido por corromper a altos miembros del gobierno.
 
Por un lado, la Alcaldía de Panamá convocó a un taller para dar a conocer los estudios realizados sobre los problemas de la ciudad capital. Por el otro, el Departamento de Sociología de la Universidad de Panamá convocó a un seminario sobre técnicas de investigación donde la ciudad fue objeto de análisis y estudio.
 
En ambos eventos se planteó la necesidad de hacer más estudios sobre la ciudad de Panamá. Es muy poco lo que se sabe. Esto contrasta con el hecho de que Panamá ha pagado millones de dólares para realizar planes de desarrollo urbanos. En el taller convocado por la Alcaldía se desprendió que no existen las estadísticas necesarias para hacer evaluaciones acertadas sobre la evolución del conglomerado urbano. Tampoco existe una historia de la ciudad de Panamá de las últimas décadas.
 
La ciudad de Panamá, quizás desde su fundación hace medio milenio, tuvo como objetivo promover negocios y enriquecer a los grupos en el poder. En el siglo XX la ciudad fue subordinada a los intereses del Estado panameño y el proyecto que giraba en torno a la construcción, operación y mantenimiento del Canal de Panamá. En los últimos lustros esta política se ha consolidado.
 
La ciudad no tiene un proyecto propio. Incluso, no tiene identidad. Lo interesante de los dos encuentros celebrados la semana pasada fue que se planteó el problema. ¿Qué ciudad queremos los panameños? No se respondieron en forma explícita las interrogantes pero fueron objeto de análisis.
 
La ciudad de Panamá, como cualquier otra formación urbana, tiene que atender las necesidades de su gente, de su juventud, así como de sus adultos mayores y niños. Para ello la ciudad necesita gente que se organice. Exige organizaciones sociales: la familia, la comunidad, los gremios, las mujeres, los trabajadores y otros. También necesita redes densas, complejas, ricas: una red que eduque a la población (especialmente a los más jóvenes), una red que garantice la reproducción de la población mediante un sistema de salud, una red comercial que le permita a la población tener acceso a los bienes y servicios, una red productiva, una red de seguridad basada en inteligencia y medidas preventivas y una red política que asegure la participación ciudadana.
 
La ciudad necesita una identidad, igual que la familia o el país. Sin participación ciudadana la identidad es objeto del despojo.
 
¿Cómo pueden los ciudadanos organizados (identificados y comprometidos), poner a funcionar las redes? Los datos e indicadores que recogen los especialistas en materia urbana nos informan sobre lo que no tenemos. La ciudadanía puede tomar conciencia de que no controlan las redes.
 
En el sistema en que vivimos, las redes han sido secuestradas por grupos con intereses económicos. Transforman las redes en negocios al servicio de organizaciones ajenas a los intereses de la población que no está organizada, que no se constituye en ciudadanía.
 
En todos los planes de desarrollo urbano se encuentran como objetivo central la promoción de los negocios. Igualmente, en todos los planes falta la participación ciudadana.
 
En todos los análisis de la ciudad falta la gente. Los jóvenes necesitan escuelas, las madres y los niños necesitan centros de salud. Las familias demandan viviendas. Igualmente, necesitan agua, energía y transporte. Todos estos elementos básicos son ignorados por los estudios que se hacen sobre la ciudad.
 
En materia de educación se habla de la ‘descentralización’ de los recursos. Es un objetivo que sólo tiene sentido para los intereses que hacen negocios. El sistema educativo está en un total caos. Escuelas sin techo y colegios sin agua en la ciudad capital. Sectores con alta densidad estudiantil sin centros escolares. Estudiantes sin matrícula y maestros sin nombramientos.
 
No hay bibliotecas. Pero aún más dramático, no hay escuelas. El problema de fondo es que las políticas públicas nacionales le niegan oportunidades de trabajo a los panameños y como consecuencia no puede haber participación ciudadana. La Alcaldía y la Universidad de Panamá han tomado un paso importante.
 
12 de marzo de 2015
 
- Marco A. Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos Justo Arosemena (CELA) 
 
 
 
https://www.alainet.org/de/node/168177
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