Voluntad política y estrategia para el hambre

17/06/2015
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Ratificado como fue el Revolucionario Institucional en la condición de primera minoría en la Cámara de Diputados y en pacto con sus aliados verdes y turquesas obtenida la mayoría simple por los mecanismo institucionales de la sobrerrepresentación, el titular del Ejecutivo federal envió señales desde Roma de que lo social formará parte privilegiada de la agenda para lo que resta de su gobierno.

 

Resultados electorales aparte, o precisamente por las notables pérdidas en números relativos y absolutos de los tres grandes partidos que hicieron posible el Pacto por México, Enrique Peña Nieto asumió como propio, para su generación, el “reto de incrementar en 60 por ciento la producción sustentable de alimentos” para satisfacer la demanda de una población calculada en 9 mil millones de habitantes para dentro de 35 años.

 

Ignoro si en los cálculos presidenciales están contempladas las irracionalidades del capitalismo salvaje que mueve los precios de los alimentos básicos para la subsistencia humana, bajo la sacrosanta ley de la oferta y la demanda.

 

Más aún, desconozco si Peña Nieto toma en cuenta que la tercera parte de la producción alimentaria es desperdiciada y que evitándola, lo cual está muy difícil en un mundo regido por el individualismo a ultranza, sería suficiente para alimentar a los 795 millones de hambrientos que existían en la Tierra al cierre de 2014, como aseguran especialistas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, mejor conocida por sus siglas FAO, y ante los cuales disertó el mexiquense el pasado fin de semana.

 

Es un buen final de la contienda por el sufragio, a la que aún falta la que esperemos sea, por exigencia ciudadana, una acuciosa y exhaustiva labor del Tribunal Electoral, que el hambre que aún sufren millones de mexicanos sea prioritaria para este gobierno que dice luchar por Mover a México. No sólo por razones humanitarias, sino hasta de sentido común, pues con hambre no hay salud, educación, justicia social, democracia electoral y (menos) política, nada. Cuando tenemos hambre el buen o mal estado de ánimo y el carácter involucionan, imagínese usted a los que la padecen durante años y generaciones enteras. Las revoluciones, entendidas como procesos de transformaciones sociopolíticas, tienen su origen allí.

 

Por supuesto que en la capital italiana el principal inquilino de Los Pinos reivindicó la Cruzada Nacional contra el Hambre, al decir: “Estoy convencido de que es posible reducir la pobreza extrema y la desnutrición de manera acelerada, sustancial y sostenida, para ello se requiere voluntad política, identificación de la población objetivo y una estrategia integral donde se sumen recursos y acciones”. E ilustró que México “redujo a menos de la mitad el número de personas que subsisten por debajo del umbral de la pobreza”, en la miseria pues, y que Próspera atiende a 6.1 millones de familias en pobreza extrema.

 

Cierto, mas también son imprescindibles políticas y programas de más largo aliento, que vean más allá de la inmediatez sexenal en que están ancladas las elites mexicanas, para que el país no persista en el círculo vicioso señalado nada menos que por el Banco Mundial, uno de los que dictan los rumbos gubernamentales aquí y en muchos países: “México padece un estancamiento de 20 años en reducir los niveles de pobreza”. Lo anterior medido en términos de ingreso. (Utopía, 24-IV-15).

 

La recurrencia de la pobreza alimentaria, por ingreso y patrimonio, está muy vinculada a las prioridades de un modelo económico que es una fábrica de pobres al privilegiar la agricultura y la producción general para la exportación, la inversión extranjera directa para ser una gran maquiladora de trasnacionales, precarizar el trabajo y auspiciar la desindustrialización.

 

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Via de la pobreza alimentaria, por ingreso y patrimonio, está muy vinculada a las prioridades de un modelo económico que es una fábrica de pobres al privilegiar la agricultura y la producción general para la exportación, la inversión extranjera directa para ser una gran maquiladora de trasnacionales, precarizar el trabajo y auspiciar la desindustrialización.

 

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