¿Conviene ponerle tiempos a Mesa de Conversaciones?
- Opinión
El problema de los tiempos en un proceso de conversaciones para cerrar un conflicto armado siempre es un tema problemático, por varias razones -imposibilidad de asignarles tiempos precisos a procesos de discusión y construcción colectiva de fórmulas de acuerdos- y en el caso colombiano hay elementos adicionales, de una parte el escepticismo de un sector importante de la sociedad que en la medida en que no se ha obtenido éxito en anteriores ocasiones tienen una legítima desconfianza acerca de estos esfuerzos y de otra, porque se considera equivocadamente, que se puede asimilar el proceso de sometimiento a la justicia por parte de los grupos paramilitares y/o de autodefensas que se llevó a cabo en el gobierno del expresidente Uribe, con el actual proceso de terminación concertada del conflicto armado.
Algunos han planteado que porque el Gobierno no le fija un plazo perentorio a la guerrilla para terminar las conversaciones, esto significaría ni más ni menos que romper las conversaciones unilateralmente, porque el actual proceso de conversaciones tiene como fundamento y base el "Acuerdo General para la terminación del conflicto armado..." que fue producto de un consenso entre las dos delegaciones, la del Gobierno Nacional y la de las FARC en la fase de pre-negociación, y en dicho documento ese fue uno de los temas que quedaron sin precisar porque deliberadamente las dos delegaciones consideraron que no se debía colocar una camisa de fuerza a las conversaciones mediante la fijación de plazos perentorios -en la mayoría de proceso de conversaciones no existen estos plazos, aunque siempre hay la intención de avanzar al mayor ritmo posible en las mismas-. Por lo tanto, cualquier modificación unilateral a las reglas del juego pactadas entre las dos delegaciones y recogidas en el documento referenciado, significarían una intención unilateral de modificar lo acordado y tendría el mismo resultado de un rompimiento unilateral de las conversaciones.
Claro que existen distintos tipos de tiempos, uno es el tiempo cronológico y en ese la situación es relativamente aceptable, comparado con estándares internacionales, otro es el tiempo político que preocupa especialmente al Gobierno que tiene un mandato determinado y que también debe preocupar a las FARC porque si no se llegara a avanzar prontamente en acuerdos definitivos, nada garantiza que un próximo Gobierno vaya a mantener las conversaciones. Adicionalmente está eso que podría considerarse como el tiempo sicológico de la opinión nacional, en el que la persistencia de los hechos de violencia tiende a volverla muy sensible frente a la no terminación del conflicto armado y por lo tanto exigente frente a una pronta terminación. Claro las FARC en principio podrían tener una temporalidad de larga duración, pero si realmente está interesada en terminar el conflicto armado por una vía concertada, debe tener en consideración las otras temporalidades.
Por eso la decisión de un grupo de congresistas de un partido político, a pesar de que seguramente tiene la mejor intención, no tiene posibilidad de ser exitosa, porque tendría la misma lógica de imposición a las dos delegaciones -porque en lo que sabemos, ni la delegación del Gobierno ni la de las FARC, han expresado su intención de ponerle plazos fatales a las conversaciones en curso- y por ello termina siendo vista, más allá de si esa no es la intención, como una propuesta con un sabor electorero de una agrupación política partidista.
Cosa distinta es que todos los colombianos estamos de acuerdo en que las conversaciones entre el Gobierno y las FARC deben seguir avanzando a mayor ritmo, a pesar de que los estándares internacionales muestran que el proceso colombiano es relativamente uno que avanza a ritmo relativamente rápido. Ahora bien, uno entiende que hay fatiga en un sector importante de la sociedad con la persistencia de la violencia -creo que todos los colombianos quisiéramos que no hubiera existido conflicto armado interno, pero lamentablemente lo hemos sufrido y ahora de lo que se trata es de terminarlo bien y el actual proceso tiene las mejores perspectivas de un cierre definitivo y no podemos echar por la borda lo que se ha construido-.
La invitación a los sectores que quieren colocarle límites temporales a las conversaciones, pero que respaldan las mismas, es a que apoyemos las conversaciones en curso -usemos la papeleta para apoyar el proceso de conversaciones y pedirles a las partes que avancen rápidamente en el desescalamiento del conflicto y la construcción de acuerdos- y al tiempo exijamos avances prontos en esos campos para que la violencia asociada al conflicto armado desaparezca lo más rápido que se pueda.
- Alejo Vargas Velásquez, Profesor Universidad Nacional, Colombia.
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