Pensar y sentir las Américas desde El Salvador
- Opinión
Del 12 al 17 de julio, del presente año, San Salvador, El Salvador (país geográficamente más pequeño de la región), acogió a más de dos mil investigadores/as, provenientes de diferentes partes del mundo, en el 55 Congreso Internacional de Americanistas (ICA), convocados bajo el título: “Conflicto, paz y reconstrucción de identidades en las Américas”.
Este histórico congreso de investigadores/as tiene sus orígenes en el siglo XIX. Fue en 1875, en Nancy, Francia, cuando investigadores/as, inquietos por las Américas, se reunieron por vez primera. Y, desde 1895, los lugares de estos congresos trianuales se alternan entre América y Europa, con el objetivo de compartir los hallazgos y reflexiones investigativas, desde las diferentes disciplinas académicas, sobre el Continente.
En San Salvador, durante el 55ICA, filósofos, sociólogos, antropólogos, etnólogos, politólogos, biólogos, juristas, lingüistas, psicólogos, historiadores, médicos, arquitectos, pedagogos, etc., organizados en más de 200 simposios, en las aulas de la Universidad Francisco Gavidia, expusieron y debatieron diferentes problemáticas que se entretejen en las Américas.
Desde los asuntos más cotidianos/pragmáticos (enfermedades como el “mal de ojo”), hasta las cuestiones más abstractas (como la ontología latinoamericana) fueron abordadas con profundidad, cordialidad y rigurosidad.
No cabe duda: ICA no sólo es el espacio más antiguo para el encuentro y complicidad de investigadores/as, sino, además, es uno de los espacios más plurales, abiertos y amplios para el concierto de académicos/as y de las academias americanistas que se conoce en esta parte del planeta.
Aunque también se sintió la ausencia pronunciada de voces y presencias salvadoreñas en el Congreso. Incluso, la misma comunidad universitaria de las universidades anfitrionas estuvieron casi ausentes en dicha envidiable ágora multidisciplinaria de saberes.
Retos y desafíos para las y los americanistas
Si bien en la atmósfera del congreso se respiraba la libertad investigativa y el espíritu innovador, comprometido con los procesos de liberación/construcción de los pueblos del Continente, sin embargo este y otros espacios tienen algunos de estos retos:
Presencias ausentes. Abya Yala (denominado América, desde el siglo XVI) no existe como una uniformidad cultural, política, económica, social o religioso. Por eso no se puede hablar de América, como tampoco de América Latina, como identidad cultural.
Somos diversos pueblos subsistiendo bajo la camisa de fuerza de los fallidos intentos del mestizaje desde los estados nacionales. Por tanto, no se puede seguir “dialogando” sólo entre europeos y mestizos latinoamericanos, o entre mestizos de diversos países, sobre los pasados, presentes y futuros de nuestros pueblos.
A ICA le hace falta la presencia argumentativa de las y los “no ciudadanos” de las américas profundas. La academia mestiza latinoamericana tiene su propia voz que expresa su modo de pensar y vivir. Las y los nativos, con o sin academia occidental, también somos portadores de verdades desde nuestros senderos.
Metodologías ausentes. Las metodologías de investigación “científicas” (según la epistemología occidental) son insuficientes para comprender la realidad y los sueños de los pueblos de Abya Yala.
La rigurosidad científica (razonamiento lineal y matemático, amparado en lo escrito), el monismo ontológico (que aniquila la interrelacionalidad e idealiza el ser UNO, desligado), el individualismo metodológico (que encumbra la autonomía individual, y anula la comunidad), el nacionalismo metodológico (que naturaliza las fronteras que nos dividen como pueblos), el antropocentrismo y el especismo (que nos fija la falsa y suicida consciencia destructiva de asumirnos los humanos como los únicos sujetos con derechos), entre otros, son métodos y herramientas insuficientes que construyen cartografías teóricas que no corresponden a nuestras realidades policromáticas y megadiversas.
ICA debe promover el progresivo abandono de la epistemología de la simplicidad (ciencias autónomas hiperespecializadas) para transitar hacia epistemologías de la complejidad (ciencias sociales holísticas decolonizadas/liberadoras, y reconciliadas con el sistema-tierra). Muy pocas verdades de los pueblos están escritos, y lo escrito (por lo regular) es la verdad de los vencedores. Las academias tienen que diversificar sus fuentes.
Desaprehender para construir. Lo anterior exige deconstruir y sospechar de la universalidad de las verdades provenientes de la academia occidental. No por su origen topográfico, ni por los sujetos, sino por los resultados negativos del sistema-mundo-occidental en su intento de universalizarse, y aniquilar conocimientos y epistemologías de los pueblos.
ICA puede y debe convertirse en el ágora desde donde se legitimen los modos y métodos de conocimientos de los pueblos, con sus propios actores. Un espacio emblemático para un auténtico polílogo de saberes que fecunden nuevos marcos teóricos que necesita la humanidad en declive.
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