La dirigencia del Partido de la Revolución Democrática busca quien la encabece sin importar si es miembro o simpatizante del instituto fundado hace 26 años y al parecer tampoco la inclinación ideológica del convocado. Así, figuran entre los mencionados José Woldenberg, Juan Ramón de la Fuente, Roger Bartra y Agustín Basave.

Cierto es que la desesperada y también desproporcionada propuesta no es de la corriente hasta hoy dominante, Nueva izquierda, descreditada como nunca y en un proceso de descomposición política y ética digna de peor causa, sino del hasta hoy secretario general perredista Héctor Bautista, quien informó al Consejo Nacional reunido el pasado fin de semana que habló con varios de los personajes propuestos para plantear el tema. “No voy a dar nombres, pero nos hemos entrevistado con intelectuales que coinciden con nosotros en cuanto que el PRD es el bien partidario más grande de la izquierda, que hay necesidad de preservarlo y que en la medida en que haya una propuesta unitaria ellos podrían considerar su posibilidad de llegar a la dirigencia del PRD” (La Jornada, 9-VIII).

De ese tamaño. El mismo periódico, en la Rayuela del domingo, editorializó: “Como entre ellos sólo quedan carchuchos quemados, no se les ocurrió otra que acudir a prominentes figuras, que jamás los aceptarán.”

Quizás sean los señores y las señoras que dirige Jesús Ortega los “carchuchos quemados”, pero el problema es generalizado en la elite del partido del sol azteca, aunque no falta quien suponga en forma simplista y por supuesto que hasta convenenciera, como Vladimir Aguilar, del Foro Sol de Amalia García, que “con un cambio de corrientes en la dirección del partido”, a modificarse en un plazo de seis semanas, y “un acuerdo de unidad entre ellas”, la complejidad de la situación que padece el PRD estaría resuelta. Pero tampoco faltó quien pretenda llevar la propuesta de que los dirija algún “personaje de la izquierda que no necesariamente pertenezca a las estructuras orgánicas del partido, o principalmente que no sea de la estructura partidaria”. Y llevar la penosa fórmula “a todos los niveles del partido” (Jesús Valencia Guzmán).

Mientras los perredistas encuentran quien les haga el favor de dirigirlos, una encuesta realizada por el diario Reforma coloca al Movimiento Regeneración Nacional como la fuerza política mejor posicionada en la capital del país, y al PRD lo ubica en los niveles de preferencia ciudadana que tienen los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional. En tanto, Carlos Navarrete hace ejercicios retóricos en El Universal (11-VIII), para lo cual es muy bueno con la facilidad que tiene para las frases hechas e incluso efectistas, para explicar lo que bajo ninguna circunstancia estima como una debacle del partido amarillo.

            Todo lo contrario. Para su corriente es el elogio: “Internamente, en el partido ha habido muchos agrupamientos, quizá ningún equipo haya durado tanto y tan sólidamente como ese equipo (Nueva Izquierda), con la influencia, con presencia (…)”

Para su liderazgo si es que lo hubo, el elogio en boca propia sin entender que es vituperio: “No hay desastre en el PRD, atravesamos la tormenta y trajimos a buen puerto el barco perredista.” Más aún: “Sería un fracaso si hubiéramos tenido menos de 8 por ciento de los votos, ninguna gubernatura, menos de 30 o 40 municipios gobernados, 35 diputados federales, cuarto o quinto lugar entre los partidos, derrotas en Tabasco, Oaxaca, Distrito Federal, Morelos, Michoacán. Eso hubiera sido una derrota, pero no ocurrió.” Nada más que Navarrete Ruiz se va de la presidencia del PRD dos años antes de cumplir el plazo para el que fue electo.

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