Las importantes elecciones canadienses

09/11/2015
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Para sorpresa de casi todo mundo, Justin Trudeau, líder del Partido Liberal de Canadá, ganó las elecciones canadienses con una sorprendente mayoría absoluta de escaños en el Parlamento federal. La sorpresa fue doble: ser el ganador y haber obtenido tal margen. Varias semanas antes de la elección del 19 de octubre, las encuestas mostraban un amarre virtual de tres vías entre los tres candidatos principales: el primer ministro Stephen Harper, del Partido Conservador, de ala derecha, Thomas Mulcair, del izquierdista Partido Democrático Nuevo (NDP, por sus siglas en inglés), y Trudeau, cuyo partido era considerado centrista. En la predicción de los votos, Mulcair encabezaba con estrecho margen y se decía que Trudeau iba en tercer lugar.

 

Luego, más o menos en el mes anterior a las elecciones, de pronto crecieron las cifras relativas a Trudeau y los números de Mulcair se desplomaron, terminando con la siguiente división de escaños: 184 para los liberales, 99 para los conservadores, 44 para el NDP, 10 para el Bloc Québécois y uno para los Verdes. Para entender la significación de estos resultados, uno debe primero entender el relativamente poco común sistema de votación en Canadá. El Parlamento federal está dividido en 338 distritos o administraciones electorales (conocidos como ridings), cada uno de los cuales envía una persona al Parlamento. En cada riding, el triunfador es el primero en rebasar el poste. Esto significa que todo lo que necesita un partido para ganar el escaño en el riding es una simple pluralidad de votos. El resultado es que es difícil que un partido gane una mayoría absoluta de escaños a nivel nacional, que es lo que ocurrió esta vez.

 

La pregunta es por qué lograron los liberales esa empinada subida en el último minuto, en especial desbancando al NDP. Después de todo, el NDP había sorprendido a todos en las elecciones provinciales de la ultraconservadora Alberta el 6 de mayo, con un despliegue a todo lo ancho para convertirse, en apariencia, en un importante partido nacional. Nadie puede estar seguro, pero la mayoría de los analistas piensan que la abrupta subida de los liberales vino de un sentimiento de los votantes que se expresa en la frase cualquiera menos Harper. Tal vez los votantes pensaron que los liberales tenían más probabilidad que el NDP de lograr este objetivo a nivel de los ridings particulares. Sea cual fuere la explicación, Canadá cuenta ahora con un gobierno estable durante los próximos cinco años. Por tanto deberemos evaluar cómo va a utilizar Trudeau su mayoría absoluta.

 

Trudeau ha hecho algunas claras promesas. Dice que va a brindar su apoyo al gasto deficitario por lo menos tres años, va a incrementar los impuestos a los acaudalados y a mantener y expandir las previsiones del estado de bienestar. En resumen, promete un programa de anti-austeridad, de la variedad keynesiana. Esta promesa puso a los liberales a la izquierda del NDP, que se había movido al centro para atraer a votantes liberales e independientes. Además, prometió incrementar la actividad de combate al cambio climático, algo a lo que se había opuesto fuertemente el gobierno de Harper. Y en los asuntos sociales se podría mover más hacia la legalización de la mariguana.

 

En los asuntos internos, el centrista Trudeau prometió entonces actuar como un clásico socialdemócrata de una clase ya desaparecida entre la mayoría de partidos socialdemócratas. ¿Lo dice en serio? Eso depende de si Canadá va a atemperar la tormenta económica mundial relativamente bien durante el siguiente año o los dos años próximos. Si no, Trudeau puede muy bien oscilar de regreso a un programa un poco más austero.

 

La diferencia real estará en el ámbito geopolítico. Los puntos de vista de Harper eran muy semejantes a los del Partido del Té en Estados Unidos. Él no cree en que el cambio climático sea una realidad. Estaba en contra de un arreglo nuclear con Irán. Estaba contra la migración de refugiados sirios y cualquiera otra cosa que hiciera de Canadá más multicultural. Con fuerza favorecía la construcción de un ducto petrolero y de gas (el ducto de Keystone) de Canadá a Estados Unidos. Era un halcón guerrerista y, por tanto, accedió a enviar jets canadienses a unirse a la coalición encabezada por Estados Unidos en Siria, pero deseaba que la prioridad fuera el derrocamiento de Bashar al Assad.

 

El programa de Trudeau es virtualmente lo opuesto en cada una de estas cuestiones. Esto alinea su postura con la del presidente Obama en la mayoría de las cuestiones, con una excepción importante. Trudeau está contra un mayor involucramiento en las guerras civiles de Medio Oriente. En particular, prometió retirar todos los aviones canadienses de la coalición. Fiel a su palabra, después que se conocieron los resultados de las elecciones, Trudeau telefoneó a Obama para informarle que se retirarían los aviones canadienses. Eran sólo seis, pero el simbolismo fue importante. Canadá no seguiría a Estados Unidos en el ámbito global.

 

Al sacar a Harper del cargo mediante una votación, Canadá rechazó completo el movimiento conservador en Estados Unidos. Es por eso que votaron a cualquiera menos Harper. Y el presidente que llegue al cargo después de Obama en Estados Unidos tendrá que vivir con este hecho. Otro locus de cambio será el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (o TPP). Harper perdió votos porque, al final, terminó firmándolo. Ahora habrá una considerable resistencia en Canadá, al igual que en Estados Unidos, a la ratificación del acuerdo, por lo que sus perspectivas se apagan crecientemente todo el tiempo.

 

Los analistas han notado las semejanzas de estilo entre Obama y Trudeau. Ambos son esencialmente centristas –intelectual y emocionalmente. Ambos creen en discutir con sus oponentes para arribar a alguna suerte de consenso. Ambos invierten tiempo y energía en hablar con oponentes en vez de promulgar legislaciones. Obama ha pagado un alto precio político por las consecuentes demoras. Y es probable que sufra los mismos reveses, a menos que aprenda de los errores de Obama –algo que por el momento no está haciendo.

 

El fondo del asunto es una disyunción política significativa de Canadá respecto de Estados Unidos. Es un golpe más al declinar de la capacidad con que cuenta Estados Unidos para imponer sus puntos de vista en la situación global.

 

Traducción: Ramón Vera Herrera.  La Jornada

 

© Immanuel Wallerstein

 

https://www.alainet.org/de/node/173496
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