Unidad en torno “a los valores de la Constitución”

08/02/2017
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Finalmente el titular del Ejecutivo federal mexicano dio un paso importante para que su reiterada convocatoria a la unidad nacional trascienda los llamados abstractos en una coyuntura concreta, sobre todo a partir de que Donald Trump fue declarado presidente electo y ahora se encamina a cumplir el primer mes en la Casa Blanca, desgastado y con múltiples litigios jurídicos, políticos y geopolíticos abiertos en EU y la aldea global.

 

Todo empezó con el pronunciamiento de Huatulco, Oaxaca (18-XI-16), de la Conferencia Nacional de Gobernadores y el presidente en el que expresaron su compromiso “de unidad en defensa del interés nacional” y de rechazo a la “decisión unilateral de expulsar migrantes mexicanos de Estados Unidos”.

 

Desde entonces subrayé que la falta de cuidado, de rigor en el comunicado leído por Graco Ramírez en la clausura de la 51 reunión de la Conago, no contribuye a que se tome en serio un llamamiento que por el tema que aborda es de suma importancia para México.

 

A partir de entonces, Enrique Peña Nieto tomó el importante tema –que inauguró Manuel Ávila Camacho (1940-46) como pieza básica del discurso oficial, sólo que en la tesitura de la Segunda Guerra Mundial–, como un asunto frecuente en la retórica presidencial. Algunos de sus colaboradores lo simplificaron al convocar a la unidad nacional en torno a Peña Nieto, cuando es sabido que acumula un altísimo índice de desaprobación.

 

El paso dado por EPN en la capital queretana con motivo del centenario de la Constitución, consiste en que la unidad nacional a la que convoca no es “alrededor de una persona o un gobierno, sino unidad en torno a los valores de la Constitución, los valores de nuestra ley fundamental: soberanía, libertad, justicia, democracia e igualdad”.

 

Esos valores tienen interpretaciones muy diversas –por ejemplo, la igualdad en un país que un siglo después destaca entre los más desiguales del orbe por la espantosa concentración de la riqueza–, entre los actores políticos y los agentes económicos. Pero la unidad en torno los objetivos aspiracionales de la ley de leyes pueden concitar mayor convergencia entre los mexicanos que los “llamados a misa” en que convirtieron a la unidad nacional en éste y anteriores sexenios, incluidos los de Vicente Fox y Felipe Calderón.

 

También reivindicó Peña a la Constitución como “eje del proyecto nacional”, a la vez que defendió su apuesta por el modelo que rige en México desde 1982, para lo cual se introdujeron más de 200 reformas: “Que no haya distracciones ni extravíos. No perdamos impulso buscando salidas falsas o soluciones simplistas. No olvidemos las duras lecciones del pasado. En la vida de las naciones no hay caminos cortos, ni rutas fáciles. No hay atajos hacia el desarrollo. No se ganan carreras sin esfuerzo ni sudor”. ¿Más esfuerzo y sudor de los 55.3 millones de pobres (en 2014) y de ellos 13 millones en la miseria?

 

Hasta el presidente de la Suprema Corte duda de la pertinencia de reformar la Constitución más de 700 veces: “No sé si han sido indispensables algunos de tantos cambios que se le han realizado a partir de 1921, en que se hizo la primera modificación y hasta nuestros días”.

 

La verdadera unidad nacional para enfrentar amenazas e imposiciones del magnate hecho presidente, como sugiere Cuauhtémoc Cárdenas, “debe ser fortalecer al país a través de un acuerdo nacional encaminado a combatir los grandes problemas, entre los que se encuentran la pobreza, la desigualdad y la corrupción”. Y su señor padre demostró que “No hay política externa sin política interna”.

 

 

 

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