Tratado de Tlatelolco y negociación en lo oscurito

17/02/2017
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Oportuno recordatorio de un principio básico del derecho internacional es el que verbalizó el titular del Ejecutivo federal con motivo del medio siglo cumplido el 14 de febrero por el Tratado de Tlatelolco: “Ningún Estado, por poderoso que sea, puede pretender imponer su voluntad en contra de los principios forjados por la comunidad internacional”. Abundó para mayor seña: “Las relaciones internacionales deben basarse en el derecho, respeto y diálogo. Jamás en la intimidación o el uso de la fuerza”.

 

Ningún nombre fue mencionado por Enrique Peña Nieto, pero es más que obvio el destinatario, un plutócrata inmobiliario y del espectáculo venido a presidente del imperio más agresivo –por su duración y tenacidad– que conozca la milenaria historia de la humanidad.

 

Para mayor contexto, el presidente aprovechó la 25 sesión de la Conferencia del Organismo para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, surgido del Tratado de Tlatelolco, para agradecer la solidaridad expresada por países del subcontinente a México en la actual coyuntura, tan compleja como dispar para los mexicanos que viven y trabajan al otro lado del río Bravo (alrededor de 32 millones de nativos en USA, documentados e indocumentados) y 129.7 millones en este lado que el imperio no alcanzó a despojar a México.

 

La perspectiva sobre una comunidad de 161.7 millones de mexicanos y estadunidenses-mexicanos sería dable esperar figurara muchísimo más en los programas, políticas y perspectivas gubernamentales para el país.

 

Solidaridad de la región y el mundo que Peña Nieto no parece interesado en capitalizar y a veces, como en la V Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, prefirió ausentarse “por problemas de agenda” (para reunirse con deportistas), y tampoco puede “cacarearla” para no molestar a Donaldo Juan.

 

Aquí es donde gana credibilidad la tesis de Héctor Aguilar Camín, consistente en que EPN optó por negociar con Donald John sin hacer mucho ruido, en corto y en “lo oscurito”. Lo dice el analista (Televisa, Milenio y Nexos) descalificado por involucrarse en la “Marcha apartidista, pacífica y respetuosa para defender los derechos de todos, exigir el buen gobierno que merecemos y celebrar el orgullo de ser mexicanos”, del Auditorio al Ángel.

 

Cierto es que al festejo de Relaciones Exteriores acudieron decenas de representantes de los Estados firmantes del tratado desnuclearizador de América Latina y el Caribe, promovido por otro presidente de origen mexiquense, Adolfo López Mateos, en la coyuntura de la crisis de los misiles y la Guerra fría.

 

Como muy bien apuntó el diplomático de carrera Miguel Marín Bosch, colaborador estrecho del arquitecto y promotor del Tratado de Tlatelolco, Alfonso García Robles, Premio Nobel de la Paz:

 

“En estos días se discute en nuestro país lo que debemos hacer ante los embates del nuevo presidente de Estados Unidos. Algunos expertos han sugerido que quizás sea oportuno desempolvar las herramientas de negociación internacional que hicieron posible varios éxitos diplomáticos en el pasado, incluyendo la conclusión del Tratado de Tlatelolco. Hace tiempo no lo hacemos.”

 

Y propuso entre otras medidas “plantear el tema en los foros multilaterales y regionales pertinentes e intensificar los contactos con congresistas, organizaciones no gubernamentales, abogados, universidades, medios de comunicación y, sobre todo, las organizaciones de mexicanos en ese país.” Todo lo contrario al camino que este gobierne recorre.

 

 

 

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