Como en los peores tiempos de las izquierdas excluyentes, pero con sustentos ideológicos bien definidos, el secretario Electoral del Comité Ejecutivo Nacional del PRD, juzgó “irrelevante” la presencia de senadores que hasta hace unos días pertenecían a éste, en la campaña de Delfina Gómez Álvarez por la gubernatura del estado de México, porque “hicieron un papel subjetivo en este órgano del Poder Legislativo, por lo que no significan nada para el PRD”.

No crea usted, amable lector, que baso la cita en algún diario crítico de lo que queda del Partido de la Revolución Democrática. Lo hago con el boletín de prensa 040417, del 4 de abril y que el CEN hace el favor de enviar al buzón de Utopía.

Por si no fuera suficiente, Octavio Martínez Vargas recrimina a Alejandro Encinas que “jamás ha regresado a esta entidad para atender a la ciudadanía o para ocuparse de los graves problemas que aquejan a la población” y “ahora viene al Edomex a pretender sorprender al perredismo”.

Martínez Vargas hace honor a la máxima Si la realidad no se ajusta a mi pensamiento, pobre realidad. Y al parecer sin estimulantes de por medio, postula que el suyo “es un partido fuerte, que tiene una estructura sólida en los 125 municipios que conforman la entidad mexiquense, que enarbola propuestas claras que aspiran a transformar el estado de cosas y a mejorar la seguridad pública, como lo hace el PRD en la Ciudad de México”.

El también integrante del Secretariado no acaba de enterarse como cualquier capitalino que varios de los principales ilícitos cometidos en casas, calles y transporte público tuvieron un repunte severo y que la explicación de Miguel Ángel Mancera –que asegura no pertenecer al PRD pero influye en él como casi nadie–, es incompleta: Con la entrada en vigor del nuevo sistema penal acusatorio miles de prisioneros obtuvieron su libertad. Y están en acción despojando ciudadanos, agrediéndolos e incluso matando. El doctor no tomó ninguna medida consistente de tipo preventivo. ¡Ah! Pero sueña con ser presidente.

Uno a uno, los 12 senadores que abandonaron la bancada perredista en el Senado, de los que 11 se integraron a la del Partido del Trabajo para apoyar a Andrés Manuel López Obrador, fueron descalificados. Y hasta insidioso resultó Octavio Martínez al exigir que “tendría que esclarecer Morena su capacidad de gestión con el gobierno del estado para que le presten” el Teatro Morelos de Toluca.

Ninguna idea expresó el estratega electoral Martínez Vargas y así es más que previsible que su partido –fundado en mayo de 1989 por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo y miles más–, permanecerá en el rumbo del despeñadero.

Otro dirigente, el que preside al perredismo capitalino, con toda la solemnidad de que es capaz en su diario ejercicio de vituperar –no de criticar a AMLO que es muy necesario–, asegura que la única posibilidad de una alianza para 2018 es que “Morena acepte toda nuestra plataforma, nuestro proyecto como PRD”. Raúl Flores, por lo visto, no tiene la menor idea de lo que es una alianza, en la que las partes que la van a integrar definen la plataforma electoral común y una serie de cuestiones más.

Con burócratas (por sus concepciones políticas) como estos dos funcionarios, es harto difícil que la dirigencia del PRD actúe a tiempo y en la dirección unitaria, con un solo candidato presidencial, sobre todo cuando los dos juran y perjuran formar parte de “la verdadera izquierda”.

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