La derecha contraataca

05/12/2017
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Chile es un país “adelantado”: aquí el imperio estadounidense aplicó su plan piloto antes de replicarlo en el resto del planeta

 

En un período que abarca algo más de un siglo (1900-2017), los Estados Unidos de Norteamérica realizaron treinta y seis invasiones a territorios que no le pertenecían, derribando gobiernos, imponiendo mandatarios según sus intereses económicos e instalando una peculiar ‘democracia’ que no es sino un traje a la medida de sus propias necesidades como nación predadora.

 

El país del tío Sam ha marcado etapas en ese derrotero. Luego de comprar Alaska al imperio ruso, Florida al imperio español y la Nueva Orléans al imperio napoleónico, la voracidad estadounidense se incrementó en el siglo diecinueve apoyando un movimiento independentista al sur de su frontera con México. Así, en 1846 terminó anexando el rico estado de Texas a su propio territorio.

 

Algo similar sucedió luego con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado entre México y los Estados Unidos el 2 de febrero de 1848, al final de la Guerra de Intervención Estadounidense. Dicho acuerdo estableció que México –derrotado en ese conflicto bélico– cedería casi la mitad de su territorio, incluyendo lo que hoy son los estados de California, Arizona, Nevada y Utah, y parte de Colorado, Nuevo México y Wyoming.

 

Más tarde vendrían las invasiones a naciones caribeñas y latinoamericanas (Nicaragua, El Salvador, Honduras, República Dominicana, Panamá, Granada, Haití, Cuba y Puerto Rico), con el propósito –jamás desmentido– de proteger la dominación empresarial estadounidense en las grandes compañías agrofrutícolas, azucareras y tabacaleras de la zona.

 

La II Guerra Mundial y la lucha contra el comunismo le darían a Washington nuevos pretextos para acelerar sus invasiones a lo ancho del planeta.

 

Podría llenar varias páginas contabilizando las invasiones norteamericanas en el planeta. Del año 1800 a la fecha, en la retina de cualquier estudioso del tema quedarían adheridas las trágicas consecuencias vividas por ciudadanos latinoamericanos en Puerto Rico, Guatemala, Honduras, República Dominicana, Cuba, México, Panamá, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile… naciones en las que los gobiernos de Estados Unidos impusieron mandatarios tiranos como Leonidas Trujillo, los Somoza, Batista, Muñoz Marín, Geisel, Garrastazú Medici, Bordaberry, Stroessner, Banzer, Videla, Pinochet, y un largo e interminable etcétera que aterra.

 

Esto, en América. Si revisamos lo acontecido en otros continentes (Corea, Irán, Vietnam, Iraq, Afganistán, Libia, Siria…) concluimos en que los gobiernos de Estados Unidos son una verdadera amenaza a la paz, a la concordia y a la libertad de los pueblos del mundo.

 

Hoy, Washington y sus aliados –para invadir y expoliar– no requieren usar siempre armas de fuego, bombas y marines. Una nueva forma de dominio y coerción ocupa los primeros lugares, al menos en América Latina.

 

La inexistencia de prensa opositora al salvaje sistema neoliberal (el caso chileno) les permite a los grandes empresarios y a sus empleados políticos –fieles sirvientes del imperio– administrar el país en beneficio de sus intereses privados (que responden a los intereses del susodicho imperio) sin necesidad de disparar un tiro.

 

Más allá del caso chileno, en el resto del mundo sucede algo similar. En el año 2011, Hillary Clinton, Secretaria de Estado de Barack Obama, declaró que Estados Unidos “estaba perdiendo la guerra de la información” frente a Rusia Today, Al Jazeera, y la Televisión Central de China, acusados desde la Casa Blanca de estar “suplantando a la Voz de América”.

 

Se trata de una guerra silente, sin disparos ni tomas de colinas estratégicas. Ahora, Donald Trump ha comenzado el contraataque.

 

Un ejemplo es lo ocurrido con la eliminación de la señal YouTube de la cadena iraní en castellano HispanTV, que ofrece 44.000 vídeos (archivos) de reportajes emitidos desde 2012, y goza de un público que alcanza a 350 mil suscriptores en YouTube y GoogleMás. La eliminación de esa señal es una dura advertencia para canales de TV que no están en la órbita imperial norteamericana como RT, Telesur y VTV.

 

Tanto más cuanto que la OTAN ha tenido un fuerte tropiezo con el fracaso de sus bandas terroristas en Siria y los EEUU con la imposibilidad de derribar al gobierno de Venezuela, que Washington viene intentando desde el 2013.

 

En nuestro país –cuyos gobiernos son dependientes y serviles del dictamen estadounidense– observamos que la derecha económica ya no requiere contratar bandas de matones incendiarios, –ni militares brutos como los que allanaron decenas de edificios en Santiago en el mes de septiembre de 1973–, para ocultar, censurar, quemar o borrar información relevante. Ese trabajo lo efectúan ahora los dos consorcios periodísticos admitidos: EMOL y COPESA, que controlan el 97% de la prensa escrita nacional.

 

Coadyuvan en lo anterior las empresas que controlan las “redes sociales” (Google, Facebook, Twitter, Instagram, etc.), que reciben órdenes directas del Departamento de Estado a partir de “recomendaciones” de la NSA, la CIA, y los Departamentos del Tesoro y de Justicia del gobierno de Donald Trump.

 

El imperio contraataca con armamentos antiguos pero perfectibles. La orden, para la derecha chilena, ha sido “tomarse las redes sociales”, copar Facebook y Twitter, llenarlos con opiniones duras, bravuconas, amenazantes. Poblando las redes sociales con “bots” a objeto de quitarle espacio a los internautas habituales que critican el neoliberalismo y a la derecha. La cuestión es cumplir el objetivo principal: conservar el poder y el modelo económico.

 

Es el contraataque derechista global. Si en Chile la táctica falla, ¿cuál será el paso que darán los partidos y organizaciones gremiales patronales?

 

BOTS = conocidos como Usuarios Fantasmas, en realidad sólo sirven para inflar una cuenta y crear una falsa comunidad. A este respecto, la página web www.fayerwayer.com publicó lo siguiente:

“Según informa el estudio ‘Interbarómetro: Observatorio de Política y Redes Sociales’, de la Universidad Central (Chile), un 49% de los casi dos millones de seguidores del candidato Sebastián Piñera en las redes sociales, no serían reales, sino cuentas extranjeras utilizadas para crear mayores interacciones.”

Esto también nos recuerda al presidente de EE.UU, Donald Trump: un 32% de las interacciones de éste cuando era candidato presidencial eran falsas, según informa un estudio de la Universidad de Oxford en Inglaterra.

 

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