Consumo acrítico
- Opinión
“Ellos vinieron, nos descubrieron, aquí encontraron dioses que danzan Y nos dijeron: "cerrá los ojos, dame la tierra, toma la biblia"
Internet “el mundo sin barreras”. “Tenemos 33 millones de trabajadores en China y en un solo día llegamos a vender 25 mil millones de dólares”, se jacta Jack Ma el dueño de Alibaba la empresa de comercio electrónico (portal online de e-commerce) más importante del mundo. “Nuestro mundo está demasiado controlado por los reguladores. Permitan que primero lleguen los cambios y luego regulen. Regulan lo bueno, lo malo, todo. Pero nadie es un experto en el futuro. Es decir, deberían permitir que primero les llegue la innovación, porque si hay demasiado control, no hay innovación. En Europa no hay grandes empresas de internet porque allí se regula demasiado.” Así el sonriente Jack Ma nos mueve a pensar nuevas ideas sobre la mejora de los servicios de comercio online que se pueden conseguir con libre flujo de los datos personales. Es decir vender y comprar libremente datos de los usuarios (ciudadanos) en la red. Su participación en la cumbre de la OMC 2017 estuvo centrada en los beneficios que trae la desregularización al comercio electrónico mundial.
De la academia al Silicon Valley
En su origen, la ciencia estaba para comprender y explicar el mundo. Cuantas veces pensamos en Galileo Galilei, el gran hombre del Renacimiento, cuando puso en duda la base conceptual del oscurantismo católico medieval al afirmar “comprobamos que la Tierra se mueve”. Hoy todos tenemos clarísimo tal afirmación, que permitió una verdadera innovación del conocimiento y el orden instituido. La intensificación de las relaciones entre ciencia y tecnología a través de los tiempos ha conducido a su fusión conocida como tecnociencia. De manera general, puede decirse que la tecnociencia designa el conjunto de actividades de Investigación+Desarollo+Innovación (I+D+I) que surgió en el último cuarto del siglo XX por evolución de la bigscience (la ciencia de los grandes proyectos) y el impulso de grandes empresas de EE.UU. La misma, se destaca sobre todo por la instrumentalización del conocimiento científico para cumplir el objetivo de lograr innovaciones tecnocientíficas comercialmente rentables.
La característica sobresaliente está dada por el predominio del financiamiento privado sobre el público en las actividades I+D+I. A esto se suman la importancia relativamente menor del tamaño del proyecto (smallscience), su carácter multinacional, la conexión en red de los laboratorios mediante el uso de tecnologías de la información y comunicación y la pluralidad y diversidad de agentes tecnocientíficos que participan del producto innovador. Suele producir un conocimiento instrumental patentable, privado, pragmático de fuerte impacto socio cultural.
En las últimas décadas, los intereses políticos y económicos han establecido un marco nuevo, caracterizado por la aparición de redes internacionales, con formas organizativas novedosas, que controlan una buena parte del conocimiento básico o esencial, así como la difusión de ideas y resultados en campos estratégicos de la investigación. Así, la mayoría de los científicos académicos que investigan hoy subvencionados por las empresas o las instituciones gubernamentales con financiamiento privado que motorizan la tecnociencia tienen que pedir autorización para publicar sus trabajos.
En este marco creciente, los científicos asocian a políticos e industriales (“hombres de negocio”) a los proyectos de investigación instrumental que desarrollan. Durante los años 60 y 70 del siglo XX comenzó la migración de la cultura científica a la cultura de mercado. Muchos científicos decidieron traspasar las fronteras académicas del mundo universitario convirtiéndose en empresarios. Un antecedente fue Shockley, uno de los descubridores del transistor en 1947 junto a Bardeen y Brattain en los laboratorios de la Bell Telephone, que fundó en 1955 su propia compañía, el Shockley Semiconductor Laboratory. La ingeniería genética comercial nació en 1979, cuando una pequeña empresa encargada de la investigación sobre la genética, llamada Genetech, sacó con gran éxito sus acciones al mercado. En la década de los 90, puede servir como ilustración el caso del bioquímico estadounidense Craig Venter, relacionado con la investigación del Proyecto Genoma, las patentes de genes y de secuencias de segmentos del genoma humano, las compañías de la industria biotecnológica, como Celera Genomics, y los aspectos éticos y demás valores implicados en estos asuntos. De este modo, se han ido creando mercados en campos como la biotecnología, los nuevos materiales, la robótica, la inteligencia artificial, el hardware y el software, las telecomunicaciones, etc.
Al alcance de un click
Las tecnologías de informática y telecomunicaciones (TICs), facilitaron un cambio sin precedentes en la producción de la tecnociencia. Cambios culturales que aún no podemos dimensionar pero si ver sus efectos. Sus dueños CEOS, se presentan con informales, descontracturados con vocación ecologista, casi humanista y fundamentalmente emprendedores gente linda.
Ellos son los nuevos señores feudales de esta época tecnocientífica. Saben encontrar negocios en contextos adversos, siempre hay una oportunidad para el negocio. De las diez mayores empresas del mundo, siete están relacionadas con tecnologías de la información y la comunicación.
En su trabajo Teleópolis Javier Echeverría afirma “Quienes controlaran esas tecnologías tendrían un poder creciente. Los señores del aire es una metáfora de los señores de la tierra en el medioevo. Los que tenían el control de la tierra tenían el poder”. El uso de la red Internet no escapa a esta metáfora. En el siglo XXI, los que controlan el aire, internet y las redes de comunicaciones son los que tienen el poder. Basta mirar las diez empresas con mayor capitalización en bolsa para saber que siete son del sector de las TICs.
Hace 20 años eran las empresas petroleras, industriales, de automóviles las que ostentaban el liderazgo en la bolsa de capitales. Amazon, Google, Facebook y Twitter no existían. Los señores del aire han tenido sus batallas, sus conflictos y evoluciones, pero lo fundamental es la convergencia a una plataforma digital planetaria.
Echeverría puntualiza “Tenemos una dependencia o servidumbre. Cualquier usuario de una aplicación (software) o una red social al registrarse llega a un momento clave que es el del “acepto”. Uno acepta o no. Si no lo haces no accedes a las redes sociales, y quedas excluido de ese ámbito social, ámbito ciudadano, te quedas sin nada. Y si aceptas, firmaste un contrato donde aceptas todas las condiciones que te impone el señor del aire y que nadie lee. Uno pertenece entonces al señor feudal, depende de él, se tiene que atener a sus normas, tiene que actualizar continuamente sus productos. Somos súbditos de estas grandes empresas”. Le entregamos nuestros datos como valor, no es gratuito.
El creciente acceso a Internet no es garantía de democracia. Los ciudadanos que accedemos a los contenidos en Internet, en ningún momento deliberamos o votamos la gobernanza de la red.
La democracia se caracteriza por la división de poderes. Si hay sólo un poder ejecutivo, esto es tiranía. ¿Hay un Parlamento en Facebook, en Twitter, en Google?, lo que hay es un conjunto de usuarios (ciudadanos) que ignoramos todo. Si se quiere democratizar, estos dominios feudales, podríamos tener representantes de usuarios y votarlos para presidente de los usuarios de Google o Facebook o Twitter. Lo que sí sucede, es que el mayor acceso a internet de “los conectados” al usar aplicaciones produce mayor valor; los datos de los usuarios o habitantes de estas ciudades digitales tienen valor comercial y permiten estructurar el negocio del big data para vender y continuar vendiendo cada más personalizado.
La tecnociencia ha posibilitado el desarrollo de plataforma digitales para los nuevos emprendedores. También, el desarrollo de nuevas forma de comunicación social. Castells sostiene “los políticos están controlados por los medios de comunicación y éstos están dominados directamente por el sistema financiero”.
Neoliberalismo o Soberanía del pensamiento Basado en la tecnociencia y el poder financiero, el neoliberalismo toma por objeto la vida, a la que controla y disciplina a través de los medios de comunicación concentrados.
En su reciente trabajo “Colonización de la subjetividad” Nora Merlin afirma “los medios actuales que se caracterizan por el predominio de las imágenes manipulan y producen una subjetividad calculada. Las imágenes nunca son inocentes, siempre comunican y son organizadoras de la identidad. El poder neoliberal despolitiza lo social mediante la delimitación de los marcos de las imágenes, el encuadre que establece los límites entre aquello que permanece dentro y fuera, buscando imponer una moral y una estética que apuntan a uniformar los modos de goce”.
Esta es la base de una crisis profunda de las democracias. La democracia como sistema participativo en la defensa de los derechos ciudadanos no es compatible con el modo de vida neoliberal. Las elecciones del 2015 y las siguientes en nuestra Argentina, son un ejemplo de cuánto se ha deteriorado la democracia. Los medios de comunicación orientan comunidades de ciudadanos zombis apolíticos sin palabra y sin pensamiento propio. La política se ha convertido en tecnopolítica y el poder financiero orienta la economía a los sectores concentrados del poder. Los partidos políticos operados por el sistema financiero se han convertido en empresas que compiten en el mercado de votantes, los seducen con el marketing político que capitaliza en las urnas electrónicas o digitales.
Las redes sociales también forman parte del dispositivo para disciplinar la comunidad. Han cambiado el concepto de democracia sin explicitarlo. En estos ecos sistemas no hacen falta constituciones ni repúblicas, solo el “aceptar” las condiciones privadas de uso. Facebook o Google o Twitter, etc. no son instituciones públicas. Funcionan como estado paralelo convergente con la televisión.
En estas comunidades digitales, el valor económico lo generan los propios usuarios en la medida que sean miles de millones de ciudadanos que contemplan un partido de fútbol o un atentado como el del 11 de septiembre o los bolsos de López en el convento de las “verdades”. Eso genera un valor incalculable, y lo previeron los que sabían cómo aquellas repetidas imágenes del corrupto funcionario revoleando bolsos llenos de dólares, impactarían a su vez en las mentes de miles de millones de personas.
El consumo de la información y el uso de dispositivos tecnológicos son algo productivo si son masivos, si produce riqueza y genera valor económico. Por lo tanto, la producción de riqueza en la economía del conocimiento y de la información está evolucionando de manera distinta a lo que era la generación de valor en las economías industriales, donde lo trabajadores eran los que generaban valor. Ahora lo hacen los usuarios, los consumidores.
El modelo Silicon Valley promueve la innovación de los negocios, las “startups”. La red es una oportunidad de negocios… Todos podemos desarrollar aplicaciones como Uber o Airbnb. Solo que los empleos asalariados en la red son para los diseñadores de software, para los que controlan la seguridad y administran la red. Laspersonas que no pertenece al “core” del negocio tendrá un pago puntual por haber hecho tal trabajo, como creativo o modificando una fotografía o concretando un contrato comercial o sumando su automóvil a la flota. Este modelo marca las mentes de los que se sueñan emprendedores.
Quienes marcaban las mentes en el medioevo europeo eran los sacerdotes, la familia y los vecinos, hasta que la revolución francesa, instituyó la escolarización obligatoria y un Estado laico. Eliminó el poder religioso del ámbito educativo, arrancó a los hijos de las familias y los vecinos determinadas horas del día y los llevó a la educación pública.
En estos estados paralelos motorizados por el capital financiero y la tecnocracia, los procesos de aprendizaje se hacen a través de la red, la televisión y los videojuegos. Los padres y los maestros ni se enteran. Es un conocimiento procedural técnico no pretenden explicarse nada. Solo importa saber usarlo bien y rápido. La inversión del conocimiento en el ámbito educativo tiene consecuencias tremendas.
En el campo de la tecnociencia los ciudadanos no participan en el diseño de Google o Twitter o Facebook. Estas aplicaciones sociales, se diseñan en los laboratorios de una empresa privada y ahí no hay quien entre. Es confidencial. El conocimiento producido por financiamiento privado es inaccesible por completo. Este el hecho fundante de la incompatibilidad entre Democracia y Neoliberalismo. Las políticas públicas de la Democracia deben regular el proceso de producción de conocimiento en las propias empresas privadas, sean de software, farmacológicas o telemáticas.
Donde existe el poder existe el conflicto y no podemos pensar en “mi lugar en el mundo”. Pero sí podemos palear los conflictos, hacernos cargo los ciudadanos (usuarios) y recuperar la soberanía de nuestra propias ideas. Exigir a los Estados, sus Gobiernos y a “los dueños del aire” regulación en defensa y cuidado de nuestros derechos. Ser conscientes que podemos desenchufar y quitar la pila del dispositivo que nos conecta. Es una lucha por la soberanía del pensamiento y palabra. Es una lucha política. Con que no seamos zombis de los señores del aire nos sentiríamos más humanos.
Alfredo Moreno
Computador Científico
Delegado FOETRA ARTSAT
Profesor Tecnologías de la Información Universidad Nacional de Moreno
http://motoreconomico.com.ar/medios-y-tecnologia/consumo-acrtico
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