A recuperar el movimiento obrero

06/08/2018
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Entre 1986-1987 se ejecutó el proyecto “Historia del movimiento obrero ecuatoriano: proceso sindical y proceso político”, bajo la dirección de Leonardo Espinoza, entonces director del Instituto de Investigaciones Sociales (IDIS) de la Universidad de Cuenca. Se basó en una inédita colaboración entre centrales sindicales y académicos, pues en ese proyecto participaron, en forma activa y directa, Edgar Ponce, entonces dirigente de la Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE), José Chávez, dirigente de la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Sindicales Libres (CEOSL) y Fausto Dután, dirigente de la Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas (CEDOC), pero de su rama socialista (CEDOC-CUT) ya que se había fraccionado con otra sección, que era la CEDOC-CLAT.

 

Junto a ellos estuvo el equipo de colaboradores y ayudantes universitarios, aunque los responsables de la investigación y redacción de los textos finales fueron: Leonardo Espinoza, por la historia de la CTE, Patricio Ycaza de la CEOSL y Juan Paz y Miño de la CEDOC. Lograron publicarse las historias de cada una de esas grandes centrales sindicales, pero no la del Frente Unitario de Trabajadores (FUT), todavía inédita, y que la escribimos Patricio y yo.

 

La CEDOC (1938) conservadora y clerical en sus orígenes, la CTE (1944) patrocinada por el Partido Comunista, y la CEOSL (1962), impulsada por el “sindicalismo libre” norteamericano, tuvieron largas décadas de diferencias ideológico-políticas, pero coincidían, inevitablemente, en las reivindicaciones clasistas. Su unidad era, por tanto, posible. Y en ese empeño, sus dirigentes lograron converger en la creación del primer FUT y en las que se llamaron “marchas unitarias” del 1 de mayo.

 

El FUT encabezó importantes movilizaciones y, sobre todo, las famosas huelgas nacionales, que paralizaron al país: 2 contra las dictaduras militares “petroleras”, 1 en el gobierno de Jaime Roldós (1979-1981), 4 en el de Osvaldo Hurtado (1981-1984), 7 con León Febres Cordero (1984-1988), 4 con Rodrigo Borja (1988-1992). El movimiento obrero fue respaldado por las fuerzas y partidos de izquierda, amplios sectores de clases medias y otros frentes laborales e indígenas, lo cual fue un hecho sin precedentes en la historia nacional; pero no tuvieron el respaldo de los “chinos” (partidarios del Partido Comunista Marxista-Leninista y del Movimiento Popular Democrático -MPD, su organización electoral).

 

A pesar de su combatividad clasista, el FUT y las fuerzas aliadas no lograron impedir el avance del modelo empresarial, que desde Febres Cordero se levantó sobre la base del autoritarismo, la represión y la extensa corrupción privada a costa del saqueo al Estado. Febres Cordero nunca atendió a los dirigentes sindicales, y los investigadores de la historia del movimiento obrero que se ejecutaba en esos tiempos, pasamos a estar en la lupa de la persecución, pues el gobierno febrescorderista ubicaba cualquier izquierdismo en la mira del combate al “comunismo” y especialmente al grupo “Alfaro Vive, Carajo” (AVC), levantado en armas.

 

En la década de 1990 el movimiento obrero decayó inexorablemente. Varios factores lo explican, pero, sobre todo, ese derrumbe tuvo que ver con la consolidación del modelo empresarial que afectó derechos y garantías laborales, la caída del socialismo en el mundo y con él la ruina teórica que experimentó el marxismo, y la pérdida del vigor del propio movimiento obrero, estancado en consignas, propuestas tradicionales, pugnas internas y cambios de dirigencias.

 

Al iniciarse el nuevo milenio, el FUT y las centrales de trabajadores eran recordadas por las generaciones que vivieron su experiencia combativa, pero no por las nuevas, de modo que en 2006, el FUT no pasaba de ser una simple etiqueta histórica.

 

Fue durante el gobierno de Rafael Correa (2007-2017), que reanimó un espacio histórico favorable a las izquierdas y a los movimientos sociales, cuando las grandes centrales de trabajadores y el FUT recobraron la presencia que se había perdido y aparecen dirigentes otrora desconocidos. Ellos siguen acusando al “correísmo” de haber “liquidado” al movimiento obrero, algo históricamente inexacto. Pero también es cierto que varias organizaciones nuevas, como el Parlamento Laboral y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) apoyaron a Correa, en tanto las otras pasaron a la oposición después de varios años de respaldar al mismo régimen, tanto como lo hicieran las izquierdas tradicionales, que hasta hoy siguen considerando al “correísmo” como su principal enemigo.

 

Paradójicamente, durante la pasada década gubernamental (tal como había ocurrido en décadas anteriores), esos sectores no pudieron levantar alguna opción alternativa de poder político para el país; y en 2013, cuando Correa fue reelecto presidente por última vez, el fracaso de las izquierdas opositoras, junto al sindicalismo, el movimiento obrero, el indígena y otros sectores afines, fue estrepitoso, pues todos, coaligados en la pomposa “Unidad Plurinacional de las Izquierdas”, apenas obtuvieron el 3.26% de la votación nacional, con el binomio Alberto Acosta - Marcia Caicedo.

 

Si con Correa, según dicen los dirigentes y otros líderes políticos, la persecución, el autoritarismo, el divisionismo y la liquidación del movimiento obrero se impusieron, la situación actual es peor.

 

Dirigentes y líderes sindicales han saludado varias de las políticas del “morenismo” que, según ellos, han servido para recuperar derechos y garantías antes liquidados. Ha sido igualmente abierto el apoyo a las 7 preguntas de la consulta popular convocada por Lenín Moreno en febrero de 2018. También han aplaudido la “descorreización” de las instituciones estatales en manos del Consejo Transitorio de Participación Ciudadana y Control Social. Nada o poco han dicho contra el nuevo modelo empresarial que Moreno ha recuperado a favor de las cámaras de la producción. Solo recientemente, cuando ya se encaminan como inevitables las reformas flexibilizadoras al Código del Trabajo o se esboza la posibilidad de quitar subsidios a los combustibles u otras medidas neoliberales, empiezan a reaccionar, aunque con más firmeza verbal que práctica.

 

En un reciente conversatorio al que fui invitado en la PUCE, pude confirmar, en las intervenciones de varios dirigentes sindicales, que la división entre las ahora nueve centrales nacionales de trabajadores es igual a la que existía antes de que se creara el FUT, que una serie de dirigentes están satisfechos por la reconquista de prebendas, que igualmente hay un profundo abismo entre los dirigentes y sus bases, y que el oportunismo también ha penetrado, de modo que incluso antiguos “correístas” hoy son “morenistas”, aunque lo oculten en sus discursos. Son datos que abonan a las investigaciones que por años he seguido realizando sobre la historia del movimiento obrero.

 

La conclusión resulta penosa: sin un movimiento obrero capaz de movilizar a otros sectores de la sociedad, como ocurría en la época gloriosa del FUT (lo mismo puede decirse del movimiento indígena), lo único que avanzará es el triunfo cada vez mayor del modelo empresarial, ahora totalmente ligado a las estrategias del capital imperialista.

 

Espero que mis observaciones no sean mal interpretadas como “ataque” obrero, sino como un llamado a la autocrítica interna y a la acumulación de fuerzas contra el proyecto de economía empresarial y de sociedad oligárquica que ahora se construye en Ecuador. Mis artículos y libros sobre el movimiento obrero evidencian mi posición permanente a favor de los trabajadores ecuatorianos. Y estoy convencido de la necesidad de unir fuerzas sociales, sobre la consideración histórica de que son los trabajadores el eje de la movilización para edificar un nuevo país.

 

Ecuador, lunes 6 de agosto de 2018

 

 

- Juan J. Paz y Miño Cepeda, historiador ecuatoriano, es coordinador del Taller de Historia Económica.

 

Blog Historia y Presente

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