Mendacicracia y filtracionismo

26/11/2018
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El Oxford Internet Institute venía poniendo el acento en el auge de la “post-truth” (posverdad) sobre la política, al analizar tanto el Brexit como el triunfo de Trump. Posa ahora su mirada prioritariamente sobre las “fake news” (noticias falsas) luego de analizar 2,5 millones de tweets y unas 7 mil páginas de Facebook concluyendo que sólo el 5% de los contenidos provenían de fuentes oficiales o de análisis de expertos. En ambas definiciones la ausencia de pruebas, de verificaciones empíricas o fundamentos, nutren este tipo de estrategia electoral. Antípoda de la que en menos de 10 días se propondrá el FA para terminar la redacción colectiva entre más de un millar de congresales de un programa de 160 páginas plagadas de precisiones en sus fundamentos, propósitos y metodologías. Algo que una vez formalizado, tendrá escasa repercusión, sino directamente tergiversación en las redes sociales a través del juego de trolls. La reciente experiencia de Bolsonaro en Brasil obliga a multiplicar las precauciones.

 

Cualquier incremento del grado de democraticidad de una sociedad, o bien la resistencia a su deterioro depende -entre muchas otras variables- del nivel de información y de los instrumentos de análisis con que cuente la ciudadanía. Obviamente también del umbral de democraticidad del que se parta. No será pidiéndole al dueño de Whatsapp y Facebook, Mr. Zukerberg, que combata las fakes, cosa que difícilmente haría aun pudiendo. Tampoco constriñendo la libertad de expresión. Obviamente las tecnologías de la información y fundamentalmente la interactividad que suponen las redes sociales modifica las relaciones intersubjetivas y algunos modos de hacer política. Pero no la sustancia de lo político, ni la delimitación del “demos” y el propósito progresista de su empoderamiento. Cuando la militancia de izquierda se apoyaba en el timbreo, el volante, la pintada y la movilización, debía hacerlo desde la capacidad argumental y persuasiva del cambio factible. Que hoy deba hacerlo en mayor medida o bien complementarlo a través de dispositivos digitales no altera el carácter de los contenidos ni la tarea de desmentir los rumores y falsedades anteponiéndole pruebas y datos fehacientes al sentido común manipulado. Pero a la vez, no es consecuencia exclusiva del modo o la técnica con que la militancia de base encara la disputa contrahegemónica, sino también del nivel de honestidad, eficiencia, coherencia y rectitud de las direcciones partidarias. Las fake no podrían cultivarse sin el humus de una aparente verosimilitud.

 

A ello debemos sumar además las filtraciones que en el caso de Uruguay siempre encuentran cabida en aquellos dos principales sustentos y cómplices de prensa de la dictadura terrorista: el semanario “Búsqueda” y el diario “El País”. Ya en marzo del año pasado el Presidente del FA se quejaba de filtraciones hacia “El País” de debates desarrollados en la Mesa Política. Tuve ocasión de escribir oportunamente al respecto en otro medio sobre la inevitabilidad del carácter público de esos debates, aunque lamentaba que se le regalara la primicia a semejante medio, porque justamente provenían de elaboraciones previas de miles de militantes involucrados e inclusive de mandatos hacia los representantes. Y si así no fuera, el FA tendría un grave problema de funcionamiento orgánico. Me permití sugerir que si las resoluciones hacían alusión a la totalidad de las posturas expuestas, incluyendo las minoritarias, la primicia y su aparente carácter “develador” se esfumaría.

 

Pero hacia el último fin de la semana, una filtración más ceñida hacia el mismo diario, merece preocupación en las filas frentistas. La Ministra María Julia Muñoz, realizó un comentario crítico sobre la tarea parlamentaria en un grupo de Whatsapp que integró junto a connotados dirigentes, ministros, legisladores, intendentes, intelectuales y hasta el director de esta revista, llamado “Comité Virtual de frenteamplistas”. Un grupo al que se accede por invitación. “El país” publicó un extenso artículo firmado por la periodista Valeria Gil que, además de comentar, transcribe de manera literal (lo que desmiente que pueda haber sido visto al pasar en el celular de algún miembro) la intervención de la ministra. Desconozco a la autora del artículo, pero encontré en Facebook un perfil con ese nombre y domicilio en Montevideo, al que le pregunté por privado si se trataba de la firmante de la “primicia” sin obtener respuesta hasta el momento de enviar estas líneas a imprenta. Esto produjo una estampida de varios participantes, incluyendo a la ministra y una profunda preocupación entre los que quedamos allí.

 

Este caso es completamente diferente del anteriormente citado, ya que a diferencia de la Mesa Política que es una instancia orgánica y oficial, cuyos debates provienen de una previa elaboración de posturas en sectores y comités de base, el grupo de Whatsapp es privado y necesariamente confidencial donde cada integrante expone libremente sus opiniones personales en un plano de igualdad, despojado de las responsabilidades o funciones que eventualmente ocupe en cualquiera de los poderes del Estado. No es una fake porque la noticia no es falsa, sino la transmutación de un comentario personal dentro de un ámbito restringido en un hecho público con la probable pretensión de propalar la idea de existencia de diferencias internas entre poderes del Estado o entre integrantes del frentismo. Una forma de mendacidad mediante la abstracción de todo contexto y del culto al chisme.

 

“El País” no descubre carroña, directamente la produce.

 

Emilio Cafassi

Profesor Titular e Investigador

Universidad de Buenos Aires

 

Publicado en Caras y Caretas 26/11/2018

 

 

https://www.alainet.org/de/node/196767?language=es
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