Propaganda británica al descubierto

10/01/2019
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El periodismo corporativo mundial no se cansa de buscar la proverbial prueba de “intermediación rusa” en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016. Las múltiples agencias de inteligencia de Estados Unidos se “sienten seguras”, “confían” en que sucedió tal ataque, pero las evidencias brillan por su ausencia, como en muchos casos anteriores en los cuales importantes intereses geopolíticos estaban en juego y había que convencer a la opinión pública a como diera lugar. Lo que sí tenemos a mano –y en este caso los medios masivos no parecen estar muy interesados–, son pruebas sobre una red británica de propaganda que involucra a periodistas, académicos, militares y toda una red de instituciones internacionales.

 

Como se estila en nuestros tiempos, ciertas instituciones presuntamente no gubernamentales –en este caso, el británico “Institute for Statecraft”, con sede en Escocia, y su subsidiaria “Integrity Initiative”–, son en realidad fachadas de agencias estatales con objetivos bastante cuestionables. Ambas instituciones reciben financiamiento encubierto del Ejército, el Ministerio de Defensa y la Oficina de Asuntos Exteriores británicos. También han recibido contribuciones de Facebook y el Departamento de Estado de Donald Trump, así como talleres educativos para sus miembros por gentileza de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

 

Estos detalles fueron revelados por los activistas de Anonymous Europa, que filtró varios documentos del Integrity Initiative a fines de noviembre pasado. Según ellos, bajo la alegada consigna de “combatir la propaganda rusa” y proteger las democracias occidentales “sin asumir nunca una posición política o partidaria”, el Integrity Initiative creó una extensa red europea de contactos con influencia en los medios y varios gobiernos europeos.

 

A pesar de su posición “no partidaria”, todo indica que entre los blancos de esta “caridad”, como se hace llamar a sí misma, se encuentran Jeremy Corbyn –el político laborista británico de inclinaciones socialistas más temido de las últimas décadas–, y Rusia, el tradicional antagonista que justifica los abultados presupuestos militares de varios países occidentales y la OTAN, así como la existencia de una plétora de instituciones no gubernamentales de presión política.

 

Sobre Corbyn, las redes sociales de Integrity Initiative difundieron notas criticando una supuesta afiliación a Vladimir Putin: “El Sr. Corbyn es un tonto útil”, escribió el periodista Edward Lucas para el diario conservador británico The Times, “(…) Su abierto y visceral anti-occidentalismo ayudó a la causa del Kremlin, tan seguramente como si hubiera estado promoviendo rumores (…) por dinero”. Según la información filtrada, Lucas aparece entre los contactos periodísticos de Integrity Initiative junto con varios colegas de la BBC, The Guardian y Financial Times, entre otros.

 

El ministro británico Alan Duncan aseguró para la BBC (10/12/18) que se llevaría a cabo una investigación, expresando desazón con respecto a la posibilidad de que una organización pagada por los contribuyentes del Reino Unido esté “involucrada de esa manera en política doméstica”. Sin embargo, los escasos reportes periodísticos al respecto dejaron de lado los aspectos más importantes del destape: su intromisión en la política española, su marcado sesgo antirruso y su uso encubierto de periodistas.

 

De acuerdo con David Miller, sociólogo de la Universidad de Bristol y miembro de la Organización para el Estudio de la Propaganda, lo que está detrás del “Integrity Institute” no sería otra cosa que: “una elaborada fachada del aparato militar y de inteligencia británicos”.

 

“Su coordinación encubierta de políticos y periodistas colaboradores –agrega– recuerda las intrigas de la Guerra Fría (llevadas a cabo por la), ‘Operación Mockingbird’”. Dicha operación de la CIA, cuyo origen se remonta a la década del 60, coordinaba a cientos de espías, agentes infiltrados en los medios masivos y periodistas colaboradores alrededor del mundo, plantando noticias y realizando otras maniobras de desinformación. La operación fue expuesta en varias ocasiones, quizás la más notoria en un artículo de Carl Bernstein –famoso por destapar el caso Watergate–, para la revista Rolling Stone, en 1977.

 

Interfiriendo en España

 

Una de las operaciones de propaganda llevadas a cabo desde el Integrity Initiative consistió en criticar el posible nombramiento del militar Pedro Baños como Director de Seguridad Nacional de España. De sus declaraciones se desprende que no ha asumido una línea dura contra los rusos, lo que lo convierte en un indeseable. A principios de 2018, por ejemplo, sostuvo que: “ojalá Rusia fuera un gran aliado de Europa”; “…al final, da la impresión de que siempre hay que acusar de todo a alguien, y en esta ocasión hemos encontrado a Rusia".

 

Entre las filtraciones se encuentra un breve e iluminador reporte que la red propagandística hizo sobre los resultados de su operación contra el nombramiento de Baños:

 

“Para las 19:45, el segmento español (de Integrity Initiative) observa que la campaña ha creado un ruido significativo en Twitter. Contactos en el partido socialista (PSOE) confirman que el (Primer Ministro) ha recibido el mensaje; algunos diplomáticos españoles también han expresado su preocupación. Finalmente, tanto el Partido Popular (PP) como Ciudadanos (Cs) piden al PM detener el nombramiento”.

 

Lo expresado en los mensajes privados de la institución parece verse confirmado en un artículo de El Mundo del 7 de junio pasado, donde se lee la siguiente actualización informativa, adherida a una nota sobre el nombramiento: “PP y Cs piden a Sánchez que no nombre a Baños”.

 

Como informó El Español (27/11/18), “la campaña orquestada desde (la) ONG británica (…) sembró la duda sobre las capacidades y afinidades de Pedro Baños”. La acusación de “pro-Kremlin” contra el militar circuló primero por las redes sociales, particularmente Twitter, “con gran repercusión”, y luego pasó a medios de comunicación masiva como El País y El Mundo. Finalmente, el Primer Ministro de España, Pedro Sánchez, descartó a Baños.

 

En cuanto al “segmento español” de Integrity Initiative, los mismos documentos filtrados nombran a varios miembros: Nicolás de Pedro (líder), Francisco de Borja Lasheras (ex director en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores) y Quique Badia, periodista barcelonés que comparte en su Twitter gran cantidad de publicaciones y “tweets” advirtiendo sobre la “amenaza rusa”, costumbre compartida por el resto de miembros de la red. Los reportes filtrados también explican –para nuestro mejor entendimiento de la propaganda–, cómo, “(a las) 14:00, el líder (De Pedro) alerta a otros miembros del segmento y prepara un dossier para los medios españoles. El segmento comienza una campaña en Twitter. El equipo británico crea un grupo de WhatsApp para coordinar la respuesta de Twitter, crear consciencia y hacer que la gente rebote el material. Se publica (un) artículo de opinión escrito por Nico de Pedro en la página ‘Stopfake’ en español, que también es rebotada por ‘influencers’ clave”.

 

Una historia que se repite

 

Edward Herman, el recientemente fallecido coautor del “Modelo de Propaganda” de Noam Chomsky, escribió en 1986 el libro: “El auge y caída de la conexión búlgara”. En él, el norteamericano describe el caso de un supuesto plan soviético para asesinar al papa como un montaje de los servicios de inteligencia occidentales. Este resultaba “extremadamente funcional”, pues satisfacía necesidades políticas e ideológicas muy puntuales. El plan de Ronald Reagan de fabricar 17 mil cabezas nucleares nuevas, explica, “era mucho más fácil de vender al público y su Congreso”, si los titulares de los diarios hablaban de terrorismo soviético. El juicio en Italia contra los presuntos asesinos, que finalmente fueron declarados inocentes por falta de pruebas, también contribuyó a aislar al Partido Comunista italiano.

 

Como comprueba Herman, las noticias con respecto a la supuesta “conexión búlgara” se difundieron a través de una red de periodistas e intelectuales afines a los intereses occidentales beneficiarios de una política dura contra los soviéticos.

 

Las técnicas de propaganda de entonces no han necesitado modificarse demasiado dado que rara vez son expuestas. No se enseñan en las facultades de Comunicación y, lejos de revelarlas a la sociedad víctima de la manipulación, los medios masivos participan en ellas de manera deliberada, por negligencia o sencillamente por su carácter servil con respecto a ciertas instituciones poderosas y organismos oficiales. Como observamos en el caso británico expuesto aquí, estas operaciones de desinformación se llevan a cabo mediante redes de personajes influyentes. Quienes los dirigen tras bambalinas son, en muchos casos, políticos y agentes de inteligencia especializados en guerra psicológica.

 

El caso relatado por Herman no se diferencia fundamentalmente del “Russiagate”, según el cual Vladimir Putin colaboró en secreto con la campaña de Donald Trump para sacar de carrera a la candadita demócrata Hillary Clinton. En él, un dossier escrito por un exespía británico llamado Christopher Steele, contratado por el partido de Clinton, fue usado como base para la acusación de “intromisión rusa”, a la que luego los servicios de inteligencia norteamericanos sumarían sus propias opiniones y observaciones, no fundamentadas en pruebas que se hayan hecho públicas.

 

Mientras tanto, en la prensa corporativa se excluyen versiones alternativas y se pasa por alto lo “extremadamente funcional” que resulta para ciertos intereses occidentales belicistas que el régimen ruso permanezca claramente definido como un enemigo del mundo “libre”, tal como en la era soviética. Así se ha manejado el “peligro” de que Trump haga las paces con Putin y la poderosa OTAN parezca una innecesaria reliquia de la Guerra Fría.

 

(Este artículo apareció el viernes 21 de diciembre de 2018 en el semanario peruano Hildebrandt en sus trece)

 

https://www.alainet.org/de/node/197479?language=en
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