Fake news, la escalada de tensión Estados Unidos-Irán
- Opinión
*En apoyo a Israel y Arabia Saudita, los halcones amenazan Pompeo y Bolton
*Trump calificó de falso el anuncio del New York Times sobre el envío de tropas
Algunos quieren la guerra, otro la reelección. Donal Trump, el presidente de los Estados Unidos de América (EUA) no mete las manos al fuego por sus halcones Mike Pompeo y John Bolton quienes atizan la guerra contra Irán, pero tampoco se retracta. Al contrario, dice que si Irán quiere guerra la tendrá y “con gran fuerza”, como lo califica, entre otra de sus expresiones últimas.
No recula porque, si bien no apuesta por la guerra, el propio Trump sabe que desde su campaña construyó el discurso, si no para el rompimiento con el país persa, sí para desarticular el mal acuerdo nuclear de Barack Obama, como lo hizo hace un año, el 8 de mayo de 2018.
Desoyó la opinión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que le ha dado seguimiento puntual al Plan de Acción Conjunto y Completo de 2015, como se conoce al acuerdo nuclear suscrito con Irán, avalado por los países miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas: Francia, Alemania, Reino Unido, Rusia y China. No escucha tampoco a la propia Unión Europea que sostiene el acuerdo, atendiendo a su propia seguridad energética.
Era “defectuoso” —calificó Trump—, e Irán “es el mayor exportador de terrorismo”; así como “el mayor patrocinador del terrorismo (que) podría adquirir las armas más poderosas en el mundo. Por eso anuncio que EEUU se retirará del acuerdo nuclear”. En fin, porque el acuerdo era un “mal negocio” de Obama.
Claro que el cumplimiento o no de tal acuerdo por parte de Irán es lo que menos interesa a Trump; peor aún a Bolton y Pompeo, pues lo que han hecho estos personajes es consecuente con dos rutas: la nueva política exterior estadounidense, de trastocamiento del derecho internacional —la ONU, entre los pies de los caballos—, y; la presión de los think tanks israelíes que influyen poderosamente en Washington, en el Congreso y por su poderío económico.
Se trata de la defensa de los intereses de Israel —otro tanto de su aliado Arabia Saudí—, lo que interesa a los halcones. Israel siempre, desde que comenzaron las negociaciones a finales de la década de los 50 en plena Guerra Fría, entre Irán y los EUA, se opuso a dicho acuerdo por temor al desarrollo nuclear atómico con fines belicistas del país persa, contrario a su política regional en Medio Oriente.
Principalmente su arremetida violenta durante el proceso de invasión de territorios palestinos, sin más derechos que el uso de la fuerza (dice que los tiene con justificación “histórica”, pero nunca los ha demostrado seriamente), desde que la ONU le dio entrada en 1948 cuando se colocó la primera piedra del Estado de Israel hasta la fecha, y sus pretendidos derechos sobre el predominio en Jerusalén, la última novedad de Netanyahu apoyada por Trump.
El caso es que también a los otros aliados estadounidenses, a los jeques saudíes, les incomoda la fortaleza iraní, algo que nadie puede negar. Primero por su nuevo rol geopolítico, segundo, por su identidad cultural, su historia; luego porque es un país con enormes recursos naturales y eso mueve ambiciones imperiales.
Recordemos, solo que hacia 2017 las reservas de petróleo eran de 158.400 millones de barriles, o el 9.3 por ciento de las reservas globales, lo que representa el cuarto lugar en el ranking mundial y segundo del Próximo Oriente, por detrás del país de la monarquía saudí.
En gas natural las cifras son “espectaculares”, pues según la londinense BP (British Petroleum) el subsuelo iraní guarda las reservas de gas más grandes del mundo, con 33.5 billones de metros cúbicos (el 18 por ciento del total mundial), por arriba de Rusia y Qatar. Con este último comparte el campo South Pars, descubierto en 1971, bajo las aguas del Pérsico, que alberga el 50 por ciento del total de las reservas gasíferas iraníes.
Sin embargo, es un país dispuesto a la autodefensa, como todos en el mundo, pese a, o por las experiencias que le han dejado dos guerras: la interna, la Revolución islámica de 1979 encabezada por el ayatola Alí Jomeini; la segunda, contra Irak que duró ocho largos años, de 1980 a 1988.
La segunda —tradicional a bayoneta limpia como en las guerras mundiales— de desgaste para ambos países, con una ferocidad que nadie paró y, contrariamente, habiendo utilizado Sadam Hussein armas químicas, EUA no movió un dedo siquiera para presionar a la ONU y condenar su uso.
Entre otras cosas, esto forma parte del rechazo entre el pueblo iraní al intervencionismo estadounidense, surcado ya desde 1953 cuando mediante golpe de Estado orquestado por la CIA se derrocó a Mohammad Mossadeq, y se impuso al títere Sha Mohammad Reza Pahlabi.
El caso es que, por sometimiento al lobby sionista (think tanks, comités de acción política e influyentes de medios de comunicación), desde Wall Street, el Congreso y la propia Casa Blanca, EUA responde a las presiones israelíes. Y para ese país, la presencia estadounidense es cuestión de sobrevivencia. Solo que en este caso Trump no quiere la guerra, por razones tanto económicas como sobre todo preelectorales tras la reelección.
Claro que la situación ha escalado recientemente hacia un mayor grado de tensión, desde que EUA redireccionó hacia el Golfo Pérsico a mediados de mayo su fuerza militar encabezada por el portaviones USS Abraham Lincoln, y un grupo de cuatro bombarderos B-52 que estaban estacionados en la base americana de Qatar.
Igualmente, el Pentágono ha desplazado hacia la zona un sistema de defensa aérea Patriot y el buque anfibio USS Arlington que transporta decenas de vehículos de combate y hasta 700 marines. Aparte, según el New York Times, en Afganistán EUA cuenta con 14 mil militares, en Irak con 5,200 soldados, más otros ocho mil de la OTAN.
Sin dejar de lado las bases militares y soldados apostados de países vecinos, como Qatar, Arabia Saudita, Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Israel, Jordania, Kuwait y Omán, entre otros donde hay mil soldados de acuerdo con el centro de datos de Personal del Departamento de Defensa.
Por tanto, atendiendo a ese poderío, pero sobre todo en defensa de Israel y Netanyahu, es que principalmente John Bolton calentó el ambiente cuando habló del envío de 120 mil efectivos contra Irán. Trump desmintió a su halcón, además que por su belicosidad y falta de resultados ya se rumora su próxima salida del gabinete como consejero de Seguridad Nacional.
Además, a contracorriente del pueblo estadounidense, donde el 63 por ciento consultado en mayo de 2018 creía que su país no debía ir a la guerra contra Irán. Bolton se creyó un Brzezinsky en tiempos de Carter con el mismo cargo (nada que ver), pero la cartera de consejero en seguridad le quedó grande.
El propio Trump calificó de fake news el anuncio del envío de los 120 mil soldados. Es más, él mismo ha declarado estar en espera de una llamada del líder iraní, Hasán Rohani, para “negociar” cuando ellos “estén listos”. A su vez, el ministro de Exteriores Mohammad Zarif dijo que “no habrá guerra”, si bien Trump “está rodeado de gente que lo empuja”. “Pero no habrá guerra porque ni queremos una guerra, ni nadie tiene idea o la ilusión de poder hacer frente a Irán en la región”.
Lo anterior, pese a los principales aliados, Israel y Arabia Saudí. No hay que olvidar que Netanyahu le teme a Irán, tanto como al Movimiento de Resistencia Islámica del Líbano (Hezbolá), que apoya tanto a Irán como a la resistencia palestina. Es decir, que en la región Israel tiene a dos enemigos a tiro de piedra, los únicos muros de contención a sus intereses militares con fines expansionistas. Y sin embargo se mueve.
Finalmente, es claro que geopolíticamente Israel y Arabia Saudí (bastión sunita) pretenden anular la “amenaza” iraní (fortaleza chiita), por lo que se han apresurado a prestar sus territorios para la estancia de las tropas estadounidenses. Quisieran el ataque militar. Pero el mundo no.
Ni Trump ni sus aliados se atreverán a un conflicto con irán. No lo quiere Irán, no la quiere Trump. Los halcones tienen voz, pero no votan. Se terminaron los tiempos de la Guerra Fría (ni Irak, ni Afganistán o Libia). Olvidan que el mundo de hoy es multipolar, y que Irán es un actor naciente e importante en esta nueva geopolítica global.
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