¡Basta de mentiras!, encuentro con Evo y Álvaro

21/11/2019
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 Los medios de difusión dominantes, capitaneados por Estados Unidos, intentan imponer un relato absolutamente falso sobre el golpe de Estado en Bolivia. Respecto a este peligro y la urgente necesidad de contrarrestarlo coincidíamos un grupo de compañeras y compañeros el martes 10 en un inolvidable y productivo encuentro con Evo Morales y Álvaro García Linera, presidente y vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, al que también asistió el siempre propositivo Rafael Correa, ex presidente de Ecuador. Nos acogen la amable hospitalidad del embajador de Venezuela en México, Francisco Arias Cárdenas y su esposa, así como del embajador de Bolivia José Crespo.

 

Debe quedar claro: en Bolivia no hubo nada parecido a un fraude electoral, mucho menos el “descomunal fraude” de que hablan sin pruebas medios como El País de Madrid, Clarín de Buenos Aires o CNN en español, que algunas personas todavía tienen por serios, cuando no son más que bocinas del ministerio de propaganda del imperio. Ni siquiera el sesgado informe “preliminar” de la OEA se atreve a afirmar que haya existido fraude en las elecciones generales del 20 de octubre y solo se refiere a irregularidades en relación con una muestra de actas cuya selección despierta muchas sospechas ya señaladas por el análisis que hizo el Centro de Investigaciones Económicas y Políticas, prestigioso grupo de estudios con sede en Washington. El análisis (http://cepr.net/), un exhaustivo trabajo estadístico sobre los datos reales de las elecciones bolivianas “no encuentra evidencia de que hubo irregularidades o fraude que afecten el resultado oficial que le dio al presidente Evo Morales una victoria en primera vuelta.”

 

Lo que sí ha sido fraudulenta y traicionera es la actuación en las elecciones bolivianas de la OEA y, sobre todo, de su secretario general Luis Almagro. Primero, la OEA ofrece un informe el 21 de octubre en el que sin presentar pruebas de irregularidades que lo ameritaran y tomándose atribuciones de las que carece, recomienda ir a una segunda vuelta electoral en una grosera intervención en los asuntos internos de Bolivia. Esto envalentonó al ladrón y genocida candidato opositor Carlos Mesa. Propició que se abriera cause al racismo y al fascismo anidados en importantes sectores de las clases medias tradicionales y que ya venían desatándose anteriormente. Mesa llamó a sus partidarios a protestar contra el “fraude”. De manera extraña, quien acusaba de fraude hizo que sus huestes quemaran cuatro Tribunales Electorales con papelería incluida. Raro, pues se supone que nadie más interesado en disponer de las pruebas del fraude que quien aduce ser víctima de este. Pero no para ahí. Cientos de indígenas y seguidores del oficialista MAS, entre ellos muchas mujeres, fueron vejados, apaleados o quemadas sus casas, particularmente en Santa Cruz, por los grupos de choque fascistas cruceños y más tarde los de Cochabamba y La Paz. Es escandaloso el caso de la alcaldesa masista a quien le cortaron el cabello, golpearon, empujaron por la calle, orinaron y vertieron pintura encima.

 

En medio de esta ferocidad derechista, Evo Morales, con el fin de relajar tensiones y pacificar el país llamó el 25 de octubre a la OEA a realizar una auditoría de la elección y se comprometió a acatar sus resultados. Cuando se dio a conocer el informe preliminar de la auditoría que recomendaba convocar a nuevas elecciones, toda una canallada de Almagro, Evo, consciente de que el documento equivalía a una tea incendiaria, lo aceptó en el mismo ánimo de paz y anuncio la elección de nuevas autoridades electorales.

 

Pero ya en ese momento las turbas fascistas quemaban o amenazaban con quemar las casas de ministros del gobierno, líderes del MAS, gobernadores y legisladores con las familias adentro o eran amenazados de muerte sus familiares más cercanos si no renunciaban a sus cargos. En eso estalló el motín policial, cuya característica principal es que los efectivos policiales se encerraron en los cuarteles y negaron a controlar el orden público. Era también justo el momento en que las movilizaciones convocadas por el MAS parecían capaces de inclinar la correlación de fuerzas del lado del gobierno. Entonces vino el llamado del comandante de las fuerzas armadas en un discurso televisado a que el presidente renunciara, lo que hizo girar nuevamente hacia la derecha el balance de fuerzas. Ello obligó a Evo a presentar la renuncia (aun hoy no aceptada por la Asamblea Nacional), a esconderse y a acogerse al asilo en México, en una sucesión de hechos que pusieron en grave peligro su vida, incluyendo un frustrado intento de emboscada por el ejército en el aeropuerto de Chimoré, ya a bordo del avión de la Fuerza Aérea Mexicana que lo conduciría a este país, frustrado por miles de sus simpatizantes que se interpusieron entre los militares bolivianos y la aeronave.

 

Encima de todo esto, aprovechando el vacío de poder, la derecha animó la autoproclamación de una perfecta desconocida como presidenta interina, siempre con el total apoyo de Washington y la activa participación de su antiguo hombre de confianza en Bolivia, Jorge “Tuto” Quiroga, que ha hecho correr ríos de dinero para comprar desde jefes militares hasta marchistas. Pero la autoproclamación viola toda la línea sucesoria establecida por la Constitución. ¿Qué es todo lo que vengo relatando sino un golpe de Estado clásico? Frente a una tormenta de balas y mucha sangre la heroica resistencia indígena y popular continúa. El asimétrico enfrentamiento entre ejército y fuerzas de seguridad, de un lado, y masas desarmadas del otro, es de alta tensión y, creo, de incierto pronóstico su desenlace.

 

Twitter:@aguerraguerra

 

 

 

 

 

 

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