El virus, excusa de la derecha uruguaya para imponer otro ajuste

24/03/2020
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Foto: es-us.noticias.yahoo.com
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A 24 días de la asunción del gobierno liderado por el derechista Luis Lacalle Pou, asistimos a una situación sin precedentes en el Uruguay, Latinoamérica y el mundo. La pandemia del coronavirus Covid-19, más allá de su porcentaje de mortalidad, el grado de paranoia que existe, el aislamiento que se está aplicando a nivel mundial o el colapso de los sistemas de salud, está cambiando el mundo tal y como lo conocíamos hasta el momento.

 

Eric Hobsbawm en su libro “Historia del siglo XX” resume las etapas del capitalismo en tres. La primera de libre comercio en el siglo XIX, la segunda de imperialismo clásico a principios del siglo XX y una tercera de posguerra con mayor regulación estatal. El neoliberalismo, podemos asegurar, es una cuarta fase de este capitalismo en descomposición como bien expresa el profesor en Historia de la Universidad de Buenos Aires, Nicolás Iñigo Carrera

 

 ¿Esta pandemia conjugada con la crisis económica, política y social a escala global es la apertura de una quinta fase del capitalismo? ¿O estamos entrando en una fase post-capitalista? ¿Cuáles serán las estrategias de salvataje del propio sistema? Retomando a Iñigo Carrera, descomposición no es caída ni desaparición, puede durar décadas y décadas...

 

Hasta hace poco más de un mes nuestra atención estaba en la disputa EEUU-China. El intempestivo avance de una crisis económica parecía asomarse. Mientras en Latinoamérica se debatía sobre si había un fin de ciclo progresista o no. Si se caracterizaba al gobierno de Bolsonaro como fascista, protofascista o como algo nuevo. Mientras, en Uruguay un partido militar ocupaba 14 bancas en ambas cámaras del Parlamento y estallaba en nuestro rostro la pandemia del Covid - 19.

 

En esta pequeña penillanura levemente ondulada que hace más de medio siglo mantiene estable su misma cantidad de habitantes, la crisis ha llegado, pero no tiene un solo nombre. Por un lado, la caída de varias bolsas financieras, el desplome del precio del barril de petróleo, la recesión de las economías, pero también un gobierno neoliberal que camufla un ajuste bajo la excusa del coronavirus.

 

Incluso se desmarca de otros gobiernos neoliberales de la región y del mundo. Nayib Bukele con las medidas que ha tomado parece un radical de izquierda al lado de Luis Lacalle Pou, que se encapricha en mantener los ajustes y los tarifazos.

 

 El sábado 22 de marzo el Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca) comunicó que se aprobó el acuerdo entre el gobierno y los empresarios para la puesta en marcha de una licencia especial de 20 días, luego de que el gobierno había roto el acuerdo previo. El Sindicato Médico del Uruguay (SMU) junto con otros gremios, representantes del gobierno, mutualistas y emergencias móviles, propuso a las autoridades una cuarentena general hasta el 12 de abril, pero el gobierno sigue en una tesitura negacionista y negativa.

 

Fisuras en la coalición

 

La bancada del centro izquierdista Frente Amplio (que dejó el gobierno el 1 de marzo tras 15 años de gestión) propuso reunir a los partidos, las organizaciones sociales y la academia en busca de un “gran acuerdo nacional”.

 

Además, planteó puntuales medidas para un plan de reactivación nacional. Hasta el momento las mismas han sido desoídas por el gobierno, como también ha sucedido con discordantes posiciones dentro de la Coalición Multicolor en el gobierno.

 

El exgeneral y ahora senador por Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, se ha manifestado en contra de los tarifazos, generando crispación en los restantes partidos de la coalición. Las fisuras se empiezan a mostrar y se avizora lejana en el horizonte la posibilidad de que esta conjunción de partidos que solo se creó para desplazar al Frente Amplio del gobierno, acabe los cinco años entera.

 

Cabildo Abierto tiene dos ministros en el Ejecutivo y uno está en el Ministerio de Salud, lugar importante y convulso en estos momentos si los hay. Tan convulso que el propio ministro Daniel Salinas ha realizado declaraciones a nombre del gobierno, bastante contradictorias con las que realizó el presidente Lacalle, cuando, por ejemplo, manifestó que se podía salir a hacer deportes al aire libre “con la adecuada indumentaria deportiva.”

 

Paralelamente, la policía disuade a las personas a aglomerarse o concurrir a lugares públicos, mientras el propio Presidente se sacaba una foto en un foodtruck de comida armenia al aire libre. Vale aclarar que la cuarentena obligatoria no está decretada. Y los mensajes del gobierno más que contradictorios ya tienden a lo improvisado.

 

Más que contradictoria ha sido la expresión del Presidente Lacalle al decir “no estamos haciendo política, estamos gobernando”, en una reminiscencia de los 1990, década donde empezaron a surgir los falsos dilemas gestión vs ideología. Una corriente que dice que no hace política, pero decir “no hago política” o profesar hacer anti-política, es una forma de hacer política.

 

Estar en el máximo puesto de decisión política de un Estado y decir que solo se gobierna, es querer situar la acción de gobernar como un grado superior e impoluto, que no está contaminado por la “política” con pé minúscula.

 

Mientras, el gremio médico expresó que el Covid-19 es un problema de salud comunitaria, desde su origen, hasta el pico de la epidemia, y lo será también cuando haya pasado. Una parte de las personas afectadas requieren hospitalización, y una parte significativa necesita cuidados intensivos. Advirtieron, asimismo, que “la velocidad de la transmisión, la severidad y duración de los casos graves ha puesto en jaque al sistema hospitalario en muchos países”.

 

Las medidas de protección ya no sólo son necesarias, resultan imprescindibles, señalaron los médicos al gobierno negacionista. No obstante, gran parte de los servicios de salud del primer nivel de atención “carecen de los recursos necesarios para las condiciones de trabajo adecuadas. La situación se torna más grave con los lineamientos vigentes por los cuales no se están tomando muestras en la comunidad, tanto a personas sintomáticas como a personas asintomáticas con alguna noción de contacto con el Covid-19 (trabajadores de salud incluidos)”, denunciaron los médicos.

 

Desde la asunción del nuevo gobierno, el pasado primero de marzo, la mitad de los asesinatos en el país han sido femicidios. Un mal social que es transversal, que se ha llevado más vidas que el coronavirus. Mujeres de todas las franjas etáreas y estratos sociales. El gobierno sigue sin anunciar medidas para revertir y prevenir esta situación y tampoco ha dado señales de incluirlo en la Ley de Urgente Consideración.

 

 En la conferencia de prensa de la noche del 23 de marzo, al ser preguntado sobre qué medidas va a adoptar sobre la violencia de género, Lacalle Pou contestó que los femicidios son “efectos colaterales” de la cuarentena.

 

En materia económica, el Ministerio de Economía le transferirá mil millones de pesos al Ministerio de Desarrollo (MiDes) para “la contención económica de los sectores más vulnerables”, informa el periódico La Diaria. El mismo MiDes fue atacado sistemáticamente por parte de la oposición que hoy es gobierno, no solo como un elemento de campaña, sino que parte desde la concepción neoliberal de reducir al mínimo la ayuda social o transformarla en caridad manejada por fundaciones y/o ONGs.

 

La deuda externa sigue siendo un tema tabú y destinar recursos del pago de los intereses de deuda sería un aporte más que interesante para solucionar las excusas de “falta de recursos” para ejecutar determinadas políticas públicas de contención. Las dudas no son tan grandes cuando de salvataje a bancos se trata y parece que esto también es transversal a todos los gobiernos de la región. La falta de voluntad política para enfrentarse a los que exprimen a pueblos enteros, sigue siendo pandemia

 

El futuro llegó hace rato

 

El futuro es incierto, quizá siempre lo fue, de lo que sí estamos seguros es que el vértigo será la velocidad y el caos la norma. El descenso de una potencia y el ascenso de otra van a ser el mar de fondo de estos agitados tiempos. El mundo tiende a volver sus pasos de lo que alguna vez se llamó globalización o más bien tendría que ser mundialización del capitalismo. Aquí en Uruguay las derechas siguen en el siglo XX. ¿Y las izquierdas? ¿Están prestas para esperanzar la construcción de un mañana o se quedarán en la “denunciología inmovilizadora”, como diría Aram Aharonian?

 

La novela de Orwell “1984” o “Un mundo feliz” de Huxley quedan como libros para adolescentes; la serie Black Mirror como un spoiler de un futuro tecnológico-distópico donde la privacidad es solo de tiempos analógicos, y las series El Cuento de la Criada y 3% como un pasado mañana que no está tan lejos.

 

Los viejos militantes solían decir que en los 60 la revolución estaba a la vuelta de la esquina. Hoy nos esperan cámaras, chips, drones, big data y algoritmos que saben antes que nosotros lo que vamos a hacer. Por estas latitudes, el temor de cinco años de cruda y dura realidad neoliberal, hicieron retornar los caceroleos a la noche, mientras las ollas populares se arman en cada barrio.

 

Pese a todo eso, nos queda el optimismo de la voluntad.

 

Nicolás Centurión

Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

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